¿Sabías que las bendiciones se contagian? Sería maravilloso que cada uno de nosotros fuera una fuente de bendición que fuera encendiendo más fuentes de bendición en quienes nos rodean y que nos sucedieran cosas buenas a todos los que convivimos en una misma sociedad.
¿Te gustaría que te sucedan cosas buenas? Yo creo que todos lo queremos. Así que, para esto, te sugiero poner atención en algo muy importante: observa la calidad de creencias, pensamientos, actitudes y emociones que existen en el medio ambiente que te rodea.
¿Te ha sucedido que, con sólo entrar a un lugar o establecer cercanía con una persona, sientes que te llenas de entusiasmo? Y en otras ocasiones ¿te comienzas a sentir ansioso, incómodo y se te baja completamente la energía?
Esto se debe a que cada persona y cada espacio posee una firma energética que va directamente proporcional a la calidad de las emociones y los pensamientos que predominan dentro de él. No es magia, es neurociencia.
Nuestros pensamientos y emociones emanan un campo energético que impactará en los demás, en nuestras actitudes, decisiones y nuestras elecciones. Entonces, si mis emociones y pensamientos son positivos, el campo energético que me rodea es positivo; en cambio, si mis pensamientos y emociones son negativos, el campo energético que me rodea será negativo.
Y lo más interesante es que, frecuencias similares se atraen para potenciarse y frecuencias diferentes se repelen. Por eso, se contagia ese campo energético, esa manera de pensar, de sentir, ya que las neuronas espejo replican las actitudes y comportamientos de quienes nos rodean.
De ahí viene el dicho de que: “Dios los hace y ellos se juntan”. Yo me atrevería a decir más bien que: ellos se juntan y se van haciendo iguales solos…
Y al potenciar esa calidad energética, imprimen su firma y la van contagiando a las diferentes personas y en los diferentes lugares. Es por eso que se dice que hay lugares que son “mágicos”, “sanadores», “milagrosos”, y otros que están “salados”, “embrujados” o donde siempre pasan cosas malas.
¿Para qué te digo ésto? Para que puedas tomar consciencia de que, si quieres que te sucedan cosas buenas, requieres de juntarte con personas que estén en la frecuencia de lo que quieres que te suceda: en frecuencias de bondad, amabilidad, éxito, soluciones y colaboración. Para esto, es imprescindible seleccionar con quién formas equipo, ya sea en tu vida personal o laboral. O para “comentar”.”chismear” o compartir información.
Si deseas tener éxito y generar valor y bondad en tu vida, te pido con todo mi corazón que te hagas un gran favor a tí mismo: júntate con personas positivas, con buen corazón, bien intencionadas; con personas que se dediquen a construir, a ver el “cómo sí”; con personas que estén dispuestas a vivir en cooperación, en respeto y en crecimiento, y que no solamente busquen tomar ventaja y cometan abusos hacia los otros para tapar sus propias inseguridades.
Ya que, en primer lugar, sí o sí, tenderás a hacerte igual que ellas; y en segundo lugar, la calidad de sus resultados también será la que obtengas tú: a eso se le llama “El poder de la proximidad”.
La vida es tan sabia que siempre las intenciones detrás de cada acción se manifiestan y salen a flote. Es por eso que las personas que, aunque de primera mano puedan percibirse como exitosas, pero que lograron algo a través de trampas o mala voluntad, al final, ese logro se desvanece o se transforma en la plataforma que exhibirá sus verdaderas intenciones y mecanismos de acción.
Entonces, te invito a que elijas muy bien a las personas de quienes te rodeas. Y no digo que permanezcas aislado, pero tienes un gran poder: el de elegir qué entra a tu mente y a tu corazón, de elegir qué quieres creer, ya que eso será lo que manifestarás en tu vida. Y no permitas que tu mente se contagie de pensamientos y emociones que no van con tus resultados, con la frecuencia en la que quieras accionar.
En coaching, te podemos enseñar a que puedas gestionar tus relaciones y a formar una mentalidad tan fuerte que, incluso en los lugares más inconvenientes, pueda permanecer inquebrantable, para que tú seas el promotor de todo el bien que quieres integrar en tu vida.
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