COMO DECÍA MI ABUELA

“Cuando el río suena…”

Recientemente me vi involucrada en una serie de eventos desafortunados por confiar en la persona equivocada. Escuché rumores, cosas no confirmadas de las que no podía tener certeza y que sí me causaban cierta desconfianza; pero esta persona es tan querida para mí, que ignoré toda sospecha, ya que hasta el día de hoy me cuesta mucho trabajo entender todo lo que hizo, mucho menos sus motivaciones. En alguno de mis días más oscuros quise correr a casa de mi abuela, deseando que estuviera allí para consolarme con una rebanada de su pastel casero y un café, imaginando que me diría –es mejor desconfiar “cuando el río suena es porque agua lleva” indudablemente este episodio de mi vida me deja una gran lección.

El chisme puede ser un espacio de expresión para temas tabú como la infidelidad, la sexualidad y orientación sexual, divorcios, acuerdos de pareja no monogámicos etcétera, ya que estos temas suelen tratarse dentro de una plática más informal con personas con quienes nos sentimos identificadas y en un espacio seguro para “cotillear”. La mayoría de las personas hemos participado de estas pláticas de manera más o menos activa y siempre pensando en el chisme como una inocente forma de expresión.

Desafortunadamente todo aquello que no podemos comprobar puede lastimar a las personas involucradas o bien puede como en mi caso, generar duda pero no prueba suficiente de la conducta, y eso es algo que no todas las personas tenemos en claro.

Sin embargo, el efecto contrario también puede ser muy nocivo, cuando ponemos tan en duda la palabra de las personas que dejamos de creerle a las víctimas de violencia ya que sentimos que necesitamos pruebas para señalar al agresor.

No quiero que se malinterprete la idea del dicho “cuando el río suena es porque agua lleva” y se piense que en todo caso es una verdad absoluta lo que se dice acerca de las acciones o de las personas. Lo que quiero que se entienda es que deberíamos aliarnos para encontrar la verdad, no solo creer por tener fe, sino poner en duda aquello de lo que se está hablando y tratar de investigar si esto es o no es cierto más cuando se trata de un delito.

Hacer que “el río suene” nada más por tener algo interesante de que hablar, como sociedad no nos deja nada bueno, pues ahora estamos en medio de la incertidumbre, entre creer y no creer. Así que, ante un chisme, es mejor indagar, preguntar de frente. Si la persona que está involucrada en este chisme o rumor es alguien de nuestra confianza debemos preguntarle directamente y luego darle el beneficio de la duda cuando nos da su versión de los hechos. Pero también darle el beneficio de su privacidad, muchas veces no queremos compartir lo que nos pasa porque nosotros mismos lo estamos procesando o porque no sabemos hacia dónde nos lleve esa vivencia.

Para las personas que quizá estén pasando por algo similar dejen que “el río suene” a su alrededor y solo fluyan con él, tarde o temprano los rumores se acallarán y la verdad siempre sale a la luz. Dejemos de juzgar y convirtámonos en espacios seguros para que las personas sientan la confianza de acercarse a nosotros y hablar sin temor a ser criticadas.

Pero si se trata de temas que involucren delitos o que atenten contra nuestros derechos ciudadanos, indaguemos, busquemos las fuentes de información precisas y enterémonos todos y todas de las cuestiones que están afectando a nuestra sociedad no para señalar sino para actuar en consecuencia y buscar la manera de que las agresiones y las injusticias no se repitan.

Una de las formas más efectivas es creerle a las víctimas, escucharlas activamente y si es posible, ayudarles para que vayan ante las autoridades correspondientes o bien, ante profesionales que puedan brindarles la ayuda psicológica, social, económica o jurídica necesarias para afrontar su situación.

En pocas palabras como diría mi abuela “cuando el río suena, es porque agua lleva” por eso mi invitación es, más que a escuchar el ruido del río, a ver si sus aguas son de carácter privado o público y una vez diferenciado esto, si las aguas son muy turbias y nos competen a todos entonces sí hay que escuchar atentamente lo que el río quiere decir, para actuar en consecuencia.

 

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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