El 7 de octubre de 2020 falleció en la Ciudad de México el doctor José Mario Molina, el tercer y último mexicano hasta el momento, en recibir el Premio Nobel. Y hasta ahora, el único en haberlo obtenido en el campo de las ciencias químicas. Es bueno reconocer su labor, carrera y legado, ya que, siendo afortunado en recibir una excelente educación, no la desaprovechó honrando el nombre de nuestra nación. En un artículo lo llaman el Premio Nobel que despertó conciencia.
Algo de su exitosa trayectoria: estudió Ingeniería Química en la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó posgrados en las universidades de Friburgo, Alemania, en Berkeley, California donde recibió el doctorado en Fisicoquímica. Maestro en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y de la UNAM. El ex presidente Barack Obama lo llamó a colaborar en el Consejo de asesores de ciencia y tecnología. Recibió muchos reconocimientos entre ellos 40 doctorados Honoris Causa.
Miembro de muchas asociaciones y academias científicas, a lo largo y ancho del mundo, comenzó su carrera de investigador en 1974, cuando en colaboración con Sherwood Rowland publicó un artículo en la revista Nature sobre los efectos que generan los CFC (Cloroflurocarbono) a la capa de ozono y que representaba un peligro para el futuro.
Por esta aportación, el 11 de octubre de 1995, la Real Academia Sueca de Ciencias anunció que Mario Molina, Sherwood Rowland y Paul Crutzen, recibirían el Premio Nobel de Química, el cual les fue entregado el 10 de diciembre de ese mismo año. Fue tal el impacto que tuvo esta investigación, que la comunidad internacional detuvo el uso de los CFC, y provocó la creación del Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono, y en 1987 se firmara el Protocolo de Montreal.
El aniversario del fallecimiento del Doctor Mario Molina, permite recordar que el principal recurso que tiene una nación es su gente, no son los minerales, o la posición geográfica. En México hay un abismo muy grande en la educación; los informes sobre ella no son nada alentadores. En la coyuntura actual de un histórico cambio de gobierno, la primera mujer en ostentar el cargo más alto de la nación, la doctora Claudia Sheinbaum tiene retos enormes, pero uno fundamental es de la educación.
En el mexicano hay talento, pero sin los medios adecuados para desarrollarlo, quedará frustrado. Mario Molina es otro buen ejemplo, de hasta dónde se puede llegar, si se tiene la oportunidad de estudiar e investigar. Un país no se hace rico ni próspero solo espulgando los minerales de abajo de la tierra, se transforma cuando transforma la mentalidad del pueblo. Pero una transformación de mentalidad necesita educación de calidad. Por el bien de la Nación, apostemos por la educación.
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