Con tal de satisfacer los caprichos y afanes revanchistas y vengativos del impulsor de las reformas al Poder Judicial, el saliente presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, Morena y sus aliados recurrieron a todo tipo de argucias legales, ilegales y legaloides para que el pleno del Senado votara este martes, con mayoría calificada, a favor de dichas reformas.
La 4T incurrió en persecuciones, amenazas, extorsiones, soborno, propalación de noticias falsas, en mentiras y aun en desapariciones y retenciones a fin de superar los 85 votos como condición para registrar la mayoría calificada. Y lo logró. Como última carta, el morenista Gerardo Fernández Noroña aseguraba, según declaraciones a los medios, que con 85 sufragios alcanzaban las dos terceras partes, es decir, la mayoría calificada.
El bloque opositor aseguraba todavía el lunes que contaban con los 43 votos que detendrían la reforma. No contaban con que el veracruzano Miguel Ángel Yunes Márquez traicionaría el movimiento. Finalmente se quedaron con 41 insuficientes sufragios debido a que el campechano Daniel Barreda no acudió a la sesión por acompañar a su padre, que “casualmente” fue detenido por la policía de Campeche en las horas en que sesionaban los senadores. Por su parte, el senador morenista y exprecandidato presidencial Adán Augusto López se la pasó intentando inútilmente convencer al Miguel Ángel Riquelme Solís, con quien lleva buenas relaciones, de cambiar su postura. El coahuilense, desde un principio y hasta el final, se mantuvo firme y en contra de la reforma.
Por otro lado, ciertamente en la actualidad en los juzgados, ministerios públicos y tribunales de justicia de todo el país prevalece la corrupción y el nepotismo, como se ha comprobado. Pero las reformas al Poder Judicial ni siquiera buscan terminar con esas lacras. En el fondo lo que pretenden es que el Poder Ejecutivo tenga bajo su dominio al Judicial. Porque el Legislativo está a sus órdenes como se acaba de comprobar en la actuación servil de las dos cámaras.
La que hizo unas declaraciones muy desafortunadas fue la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, al sostener que las citadas reformas no se pueden revertir porque son la voluntad de la gente, que decidió el pasado dos de junio. O sea que si así lo desea, puede incluso desaparecer la Constitución, pues la gente le da permiso para eso y más, pues ya votó el dos de junio. O sea, un cheque en blanco.
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