Así comienza la cuarta estrofa de una de las canciones más famosas de Vicente Fernández; luego dice: “San Francisco, Hollywood y sus artistas, casi fue nuestra nación…” Pero ¿Por qué casi? Entonces ¿pudo haber sido y no lo fue? En verdad no lo sé, pero lo que sí sé, es que este estado de paisajes dignos de las mejores postales, ha sido parte fundamental del llamado “sueño americano”.
¿Qué se puede decir del estado de California que no sea conocido? Excelente clima, el estado más poblado de Estados Unidos, su economía es diversificada y genera muchísima riqueza: su agricultura es muy productiva y emplea a mucha gente, el Silicon Valley es la sede de las principales empresas de alta tecnología, sin olvidar su gran industria fílmica y centros de atracciones de fama mundial. No se ignora, que si California fuera un país independiente, sería la quinta economía del mundo. Pues bien, no estaría nada mal saber que el nueve de septiembre de 1850, California fue admitido como el estado número treinta y uno de la unión americana.
Se sabe que James Marshall descubrió oro, para ser exactos el 24 de enero de 1848, unos días antes de que se firmara el Tratado Guadalupe Hidalgo, el 2 de febrero de 1848; en el cual México cedió más de la mitad de su territorio. En 1849 se desató la fiebre del oro y más de 100,000 personas de diferentes partes del mundo se movieron a California, desplazando a la población local. Se calcula que dé 1850 a 1859 se extrajo la fabulosa cantidad de 28,280,711 onzas de oro.
Don Lucas Alamán vió las grandes riquezas que estaban esperando al norte de la nación que España formó con sus exploradores y misioneros, pero también vislumbró el peligro de que estas tierras estaban casi deshabitadas. Se promovió su colonización, pero los habitantes de los centros más poblados de nuestro país, no se movieron. Quién iba a decir que un siglo después sus descendientes si quisieron irse a esos lugares, pero ya la frontera estaba cerrada y solo podían entrar exponiendo sus vidas atravesando el desierto, o el río, entre otros muchos peligros, y recibir los despectivos apelativos de “alambre”, o “espaldas mojadas”.
En el mes patrio, en el que celebramos la “Independencia”, y lo pongo entre comillas; a México le pasó lo que al muchacho que se independiza de su padre, toma su herencia y como no sabe qué hacer con ella la pierde. Y todavía, después de más de doscientos años, tenemos muchos problemas para organizarnos y gobernarnos. Bien dice el dicho “agua que no has de beber déjala correr”, así nos pasó con California, Texas, entre otros estados.
Pero para no pensar y evitar esta triste realidad, muchos mexicanos se quedan con el último verso de la cuarta estrofa de dicha canción y cantan a coro como lo hacía Vicente Fernández: “Pero yo prefiero un tarro de tequila, como México no hay dos”. Y sí, como México no hay dos. Pero pobre de nuestro México, le faltan verdaderos patriotas, y ciudadanos que estén formados en la virtud del patriotismo, y no lo sigan vendiendo al mejor postor.
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