EL TALENTO SIN DISCIPLINA NO SIRVE DE NADA

Según las crónicas un día como hoy, 19 de agosto, pero del año 14 d.C., murió Cayo Julio Cesar Octavio Turino, mejor conocido como Augusto (de hecho, él le dió su propio nombre al mes de agosto). Octavio fue adoptado por su tío abuelo Julio Cesar, de quién aprendió mucho. Después del asesinato de Julio Cesar, Octavio tuvo que enfrentar una serie de conflictos y luchas no solo para alcanzar el poder, sino para permanecer vivo. Sin embargo, logró consolidar su poder y convertirse en el primer emperador de Roma.

Octavio pertenece al grupo de personas, que con su vida y obra marcaron y cambiaron el rumbo de la historia. No se puede negar que fue un hábil diplomático que supo cómo establecer un poder estable y eficiente, algo difícil en todo tiempo y lugar, pues vemos tantos ejemplos de gobernantes, que para mantener su poder, recurren a la violencia, pues no son competentes para generar gobiernos eficientes que lleven a la paz y a la prosperidad.

Su frase “El talento sin disciplina no sirve de nada”, se vió reflejada no solo en su genio político y de buen militar, pues logró ganar las batallas clave que le permitieron deshacerse de sus rivales y hacerse con el poder; pues ya con el trono firmemente asido a sus manos, el Imperio Romano experimentó un periodo de paz y prosperidad conocido como la Pax Romana. Prueba de un gobernante talentoso y de personalidad disciplinada.

Dicho sea de paso, durante el reinado de Augusto, cuando la cuenca del Mediterraneo ya estaba bajo el control romano, y “todos los caminos conducen a Roma”, en una provincia periférica y de menor importancia (Judea), nació Cristo. Aunque algunos historiadores afirman que, a pesar de su poder y riqueza, Augusto llevó una vida modesta y sencilla, también su figura y su persona se divinizó. Virgilio en su gran obra la “Eneida”, hace de Augusto descendiente directo de la diosa Venus, por lo tanto, un semi dios vivo y presente. Otra característica de algunos gobernantes, que se creen “dioses”.

Este talentoso y disciplinado emperador no solo se preocupó de la política y del ejército, también promovió las artes y la cultura, en especial la arquitectura y literatura. Se debe reconocer el legado civilizador y duradero de Augusto, como buen gobernante, supo crear leyes que reformaron las costumbres sociales y políticas que llevaron a la estabilidad y prosperidad, ya que hábilmente promovió el matrimonio y la familia, como fundamento de una sociedad fuerte; y supo crear estructuras e instituciones que permitieron una administración eficiente, no por nada el derecho como tal nace en la antigua Roma.

Pero a Augusto le sucedió lo que, a otros grandes reyes y emperadores, empresario y emprendedores, que, aunque tuvieron suerte, fortuna, victorias, larga vida, etc, le faltó un digno sucesor a quien dejar en su lugar. Así pasó, así pasa y así seguirá pasando. En fin.