COMPETENCIA Y COOPERACIÓN

 Columna de El Colegio de Economistas de Coahuila, A.C. 

La Evaluación de Políticas Públicas: Clave para Gobiernos más Eficaces

 Por: Jesús Javier González Alcázar

La eficiencia y efectividad de las políticas públicas y los programas presupuestarios son pilares fundamentales para el desarrollo sostenible y la satisfacción de las necesidades de la ciudadanía. La semana pasada, mi amigo y colega Damián Flores Araujo publicó una valiosa aportación editorial sobre la importancia del metaanálisis en las evaluaciones de políticas y programas. Inspirado por su reflexión, quiero destacar un aspecto crucial: la necesidad de evaluar las políticas públicas y los programas presupuestarios desde los enfoques de la Nueva Gestión Pública (NGP) y la Gestión para Resultados (GpR).

La NGP representa un cambio de paradigma en la administración pública, alejándose de los modelos burocráticos tradicionales para adoptar un enfoque más moderno y eficiente. Este modelo, influido por la teoría de la elección pública de James M. Buchanan y Gordon Tullock, quienes argumentaron que las burocracias pueden volverse ineficientes si no existen incentivos para actuar en función del interés público; enfatiza la necesidad de eficientizar la acción gubernamental mediante controles constitucionales, entre los que destaca la evaluación del desempeño. La NGP prioriza la orientación hacia resultados, el uso eficiente de los recursos públicos y la transparencia en la gestión gubernamental. En un contexto donde la ciudadanía exige mayor rendición de cuentas, la NGP se convierte en un pilar fundamental para asegurar que las políticas públicas no solo sean bien intencionadas, sino también efectivas.

Derivado de la NGP, se desarrolló el modelo de GpR, un enfoque que fue acordado por la comunidad internacional durante la Segunda Mesa Redonda sobre Resultados en Marrakech en 2004. La GpR se centra en alinear todas las etapas del ciclo de gestión, desde la planificación hasta la evaluación, con el objetivo de lograr resultados concretos. Propone sistemas de indicadores que monitoreen el progreso de las políticas públicas, asegurando que cada acción esté orientada hacia los resultados deseados. Este enfoque enfatiza la importancia de gestionar para, y no solo por, resultados, es decir, dejar de enfocar los esfuerzos en administrar las acciones y sus insumos, para dar prioridad a los objetivos finales desde el inicio del proceso, guiando así todas las decisiones administrativas. Finalmente, la información obtenida debe servir tanto para la rendición de cuentas como para el aprendizaje y la mejora continua.

La evaluación como elemento central de la GpR es esencial para determinar si las políticas públicas están cumpliendo con sus objetivos y si los recursos se están utilizando de manera adecuada. Sin una evaluación rigurosa, corremos el riesgo de perpetuar programas ineficientes que no generan el impacto deseado, desperdiciando recursos que podrían ser mejor empleados en otras áreas prioritarias. La teoría del cambio, que subyace en este enfoque, ofrece un marco conceptual para entender cómo y por qué una intervención pública lleva a los resultados deseados, permitiendo a los gestores gubernamentales diseñar y ajustar programas de manera más efectiva.

Sin una evaluación adecuada, no es posible identificar áreas de mejora ni ajustar estrategias para maximizar el impacto de las políticas públicas. La evaluación no solo contribuye a la rendición de cuentas, sino que también proporciona información valiosa para la toma de decisiones informadas y la mejora continua.

En un entorno donde los recursos son limitados y las demandas ciudadanas son crecientes, garantizar que cada peso invertido en programas públicos genere el mayor retorno posible en términos de bienestar social es imperativo.

Lograr que los gestores públicos adopten este enfoque con voluntad política y convicción, y no solo como un trámite, es necesario para construir gobiernos más eficientes, transparentes y orientados al bienestar de la ciudadanía. Este tipo de análisis enriquece nuestro entendimiento sobre qué funciona y qué no en la gestión pública. Además, es la mejor herramienta para mejorar, aumentar la confianza ciudadana en sus gobiernos, fortalecer la percepción pública y lograr el respaldo popular para los proyectos gubernamentales.

 

El autor es presidente del Colegio de Economistas de Coahuila