La palabra hogar se define como el “Sitio donde se hace la lumbre en las cocinas, chimeneas, hornos”, ese espacio físico donde habitamos y que nos proporciona seguridad, comodidad y calma. Ahí la cocina ocupa un lugar mágico, es la que proporciona un calor especial al hogar. Una excelente escritora mexicana Laura Esquivel afirma que la cocina: “es un bálsamo que te sana. Una de las cosas que más me atrapan de la cocina, es este acto de poderoso amor, de generosidad”. Guy de Maupassant escritor francés afirma que “La cocina es alquimia de amor”. Jilie Ohana quién es terapeuta culinaria y de arte explica “que existe una profunda intimidad de compartir tiempo en la cocina con tu pareja”. Anne-Sophie Pic chef francesa, única mujer en Francia en dirigir un restaurante con tres estrellas Michelin comenta: “Cocinar es un poco como el cine; es la emoción lo que cuenta”. ¿Verdad que el calor da una cocina es especial?
No podían faltar los dichos o refranes sobre la cocina, esas expresiones populares que formulan muy variadas situaciones y que utilizamos frecuentemente en nuestras conversaciones con gran sabiduría como: “Esta como para chuparse los dedos”, “El que tiene más saliva, traga más pinole”, “Más vale llegar a tiempo que ser invitado”, “Barriga llena corazón contento”, “Del plato a la boca, se cae la sopa”, “A darle que es mole de olla”, “Sólo los tragones y los avorazados se queman el hocico”, “ ¿A poco te crees muy salsa?”, “El que obra mal, se le pudre el tamal”. “Hay que echar toda la carne al asador” y la lista sigue de dichos y refranes de nuestra cultura que tienen mucho sabor.
La cocina ha sido durante varios años en nuestra cultura el lugar más importante de la casa. En ese lugar donde se reúnen la familia y los amigos para compartir una buena taza de café, un vino, una buena comida, para charlar, arreglar diferencias o los problemas de nuestro entorno, comentar los acontecimientos importantes de la familia o de los amigos, es el eje fundamental en el hogar. La comida tiene la virtud de que además de disfrutar su sabor, su aroma, su presentación, nos da la oportunidad de compartir momentos irrepetibles en nuestras vidas, momentos magníficos, o íntimos que se convierten en especiales, por ello, despiertan muy diversos tipos de emociones.
Tradicionalmente las abuelas o las madres de nuestro querido país demuestran su cariño a diferentes miembros de la familia preparando con gran amor la comida favorita porque cocinar es comunicar amor a los seres queridos estas acciones crean vínculos especiales, entrar a casa y percibir los deliciosos olores, olores que te hagan salivar el paladar, crea un ambiente cálido en los hogares, es indudable que cocinar fortalece todo tipo de relaciones, porque nos acerca a nuestros amados seres.
Tuve la fortuna, el privilegio de contar con una abuela materna que preparaba en su cocina, diferentes comidas que poseían una sazón sorprendente. Me gustaba observarla, parecía un ser de otro mundo, transformaba en un momento los ingredientes que tenía en su mesa, como un ritual tomaba su delantal de cuadritos pequeños de color azul marino, con dos grandes bolsas y con un bello encaje que adornaba toda la orilla. Seleccionaba las ollas dependiendo el guiso, tomaba las cucharas, los cuchillos, las palas de madera, empezaba la música que se escuchaba al maniobrar todos los utensilios, cortaba, meneaba, sacudía, juntaba, separaba cada una de las verduras, hierbas, carne de res, carne puerco, pescado, mariscos o pollo, se oía el chillar de las ollas al ponerlas al fuego en la estufa y agregar los ingredientes y finalmente como una gran artista veía volar de entre sus manos los polvos mágicos la sal, orégano, pimienta o cualquier otro condimento, que calculaba con destreza “a ojo de buen cubero” y que daban a las preparaciones el toque final.
Ahora que soy abuela repito lo que aprendí guisándole y enseñando a mi nieta, sólo que ya no utilizó el molcajete, metate, molinillo, jícaras, la tabla para cortar que se parecía a un tronco de árbol rebanado, menos las ollas de cobre o las cazuelas de barro. Utilizó los instrumentos eléctricos que los sustituyeron, pero lo que no ha cambiado ni cambiará, es el amor que le doy a cada guiso que preparo, me encanta escuchar a mi nieta decir: “Qué rico huele Tita, ¡mmm! que sabor, te quedó riquísimo” y ver con gran alegría como deja el plato limpio. Ojalá la modernidad, la rapidez con que vivimos en la actualidad, no acabe con ¡el calor de la cocina!
Autor
-
Cursó la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM. Obtuvo el Grado de Maestra en Psicología Social de Grupos e Instituciones por la UAM-Xochimilco y el Doctorado en Planeación y Liderazgo Educativo en la Universidad Autónoma del Noreste. Cuenta con la Especialidad en Formación de Educadores de Adultos por la UPN; y con los siguientes diplomados: en Calidad Total en el Servicio Público, Análisis Politológico, y en Administración Municipal en la UNAM, entre otros.
Ha desempeñado diferentes cargos públicos a nivel Federal, Estatal y Municipal e impartido cursos de capacitación para funcionarios públicos, maestros, ejidatarios en el área de Administración Pública y Educación. Catedrática en la UNAM, UA de C, UVM, La Salle y en la UAAAN. Asesora y sinodal en exámenes profesionales en el nivel licenciatura, maestría y doctorado. Ha publicado varios artículos en el área de administración pública y educación en diferentes revistas especializadas, ha asistido a diferentes Congresos a nivel nacional e internacional como ponente en el área de Administración Pública y Educación, coautora en dos libros. Autora del libro Islas de Tierra firme.
Otros artículos del mismo autor
- OPINIÓN17 noviembre, 2024INSENSIBILIDAD SOCIAL
- OPINIÓN10 noviembre, 2024LAS NECESIDADES HUMANAS BÁSICAS VERSUS LAS ARTIFICIALES
- OPINIÓN3 noviembre, 2024UN INCESANTE CAER DE ESTRELLAS EN LA NADA
- OPINIÓN27 octubre, 2024TODO PASA NADA ES PERMANENTE