SOLO CONTRA EL MUNDO

Puedes hacer cualquier cosa, pero no todo

David Allen

Todos tenemos la expectativa de afrontar impasibles las dificultades, sin despeinarnos emocionalmente. A partir de la equivocada creencia de que, no solo es posible, sino así debería ser, nos sentimos profundamente afectados cuando nos sucede algo que no podemos manejar. En ese momento desatamos una abrumadora tormenta emocional.

Sentirse abrumado es una condición psicológica que todos hemos sufrido alguna vez por diversos motivos: tenemos demasiadas responsabilidades que no nos dejan tiempo para nosotros mismos o nos hacemos cargo de las ajenas; se acumulan las adversidades; sentimos que perdemos control sobre algo; sufrimos una importante pérdida; nos autoexigimos demasiado y, obviamente, no estamos a la altura; tenemos incertidumbre o la vida nos sale con un inesperado y traumático chistecito que nos manda a la lona.

Pero la vida no es ese bromista que nos juega malas pasadas para arrebatarnos la estabilidad; es ese espacio de entrenamiento en el que aprendemos las habilidades requeridas para expandir la conciencia, única vía hacia el desarrollo de nuestro potencial humano constructivo. Mire usted, a eso venimos al mundo, no a otra cosa.  Olvídese de los propósitos, las misiones, el aprendizaje, la felicidad, etc., son solo vehículos.

El entrenamiento consiste, por supuesto, en volvernos diestros en el manejo de nuestros pensamientos y emociones, que interactúan en una sola entidad: la mente, misma que se sirve de nuestro cuerpo para sentir, porque la sensorialidad, en este plano de existencia, es la vía principal para que el espíritu se experimente a sí mismo, a través de su chispa individualizable: el alma.

Ese entrenamiento solo es posible sintiendo lo que haya que sentir para manejarlo, dominarlo y trascenderlo. Mientras más perturbador sea lo que sentimos, más y mejores habilidades desarrollaremos. Por eso la sabiduría es producto de la experiencia, no del simple saber.

Con esto en mente, es mucho más fácil aceptar que algo nos afectó emocionalmente y que está no solo bien, sino es necesario, porque es lo que en ese momento tenemos que dominar en el campo de entrenamiento que es la vida, y puede ser que no sea a Goliat, sino a Pulgarcito, a quien nos estemos enfrentando, pero no hay lid pequeña. Toda batalla, además, es contra nuestra propia mente, contra la forma de interpretar nuestro pasado y presente.

Si usted detecta tempranamente que se ha desestabilizado, lo primero que tiene que hacer es aceptarlo, porque como dijera el famoso psiquiatra Carl Jung:  lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma. El siguiente paso es apoyarse en alguien, tanto para lo emocional, como para lo material; eso evitará que se sienta abrumado, porque esta condición psicológica proviene, ante todo, de la idea de que usted debe poder solo con todo, nacida de la desconfianza, la soberbia o la creencia amarga de que no hay nadie que quiera o pueda ayudarlo. Persistir, además, en esta actitud lo llevará a otro estado emocional demoledor: el desamparo emocional.

Hay quien se siente abrumado, pero no desamparado, porque sabe que cuenta con una red de apoyo; pero hay quien se encuentra en ambas circunstancias mentales porque no acude a nadie, a pesar de haber concluido “no puedo con esto”, sea interno o externo. De sobreponerse a ambas condiciones, juntas o separadas, resulta una fuerte voluntad y de ésta el mayor poder: el dominio sobre nuestra propia vida.

Abrumarse no es algo que podamos evitar, permanecer abrumados sí, pero cuando eso sucede es porque resulta necesario: aun no estamos preparados para avanzar y está bien. No podemos con lo que no podemos y no tenemos por qué poder. Cuando lo aceptamos nos liberamos de expectativas irreales, propias y ajenas. Sin la conciencia de que tenemos derecho a ir a nuestro propio paso, y de que eso no nos hace ni inadecuados ni insuficientes, seguiremos toda la vida luchando contra nosotros mismos, en lugar de acompañarnos.

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