Cualquiera puede dominar un sufrimiento,
excepto el que lo siente
William Shakespeare
Ya es muy común aceptar el dicho, atribuido a Buda, de que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento opcional. Sin embargo, saberlo no basta para dejar de sufrir.
Para que eso suceda hay tres condiciones: conocimiento, proceso y hábito. Éstas dos últimas solo están en sus manos, pero espero contribuir a su desarrollo, aportando información sustantiva para que se cumpla la primera, aunque sería muy ambicioso tratar de hacerlo en una sola colaboración.
Lo primero que debo decirle es que hay dos maneras de adquirir el conocimiento: por información previa proveniente del exterior y por experiencia propia. Ambas suelen coexistir, aunque no necesariamente en equilibrio, lo cual puede distorsionar pensamientos, emociones, sentimientos y procesos.
Un caso típico y muy usual de distorsión es quedarnos con lo que nos dicen, darlo por hecho y por verdad, no cuestionarlo, no investigar, no ir más allá, de manera que construimos nuestra experiencia personal a partir de esa creencia.
Le ponemos emoción y sentimiento; es decir, nos comprometemos con una postura, e incluso depositamos en ella el sentido de nuestra propia importancia. Por eso, la defenderemos hasta las últimas consecuencias cuando nos sintamos atacados o contrariados.
Si en algo es distinta o contrastante con la realidad, utilizamos nuestra capacidad de raciocinio para que «encaje” argumentativamente, y si aún así persiste la disonancia, optamos por creer ciegamente; más férreamente mientras más evidente sea que estamos equivocados, porque si resulta que lo admitimos, nos asumimos humillados, derrotados, debilitados.
Es en este estado mental que le decimos a los demás y a la vida cómo deben ser, porque… “nosotros sí sabemos”, “nos hemos esforzado mucho”, “nos lo merecemos”, “damos demasiado”, “nos preocupamos constantemente por otros”, etc.
Si algún día remitimos en la terca soberbia y aceptamos el error, diremos, para exculparnos: “si lo hubiera sabido antes”, “si me lo hubieran dicho a tiempo”.
Bueno, pues este proceso mental de aferramiento egótico, que nos convierte en centro del cosmos y poseedores de la verdad universal, es el que está detrás de todo sufrimiento. Se llama complicarse la vida, y todo mundo nos ha enseñado cómo se hace, pero nadie nos dice cómo trascenderlo. El rechazo de aquello que nos perturba es natural y necesario, un mecanismo de defensa, pero es el inicio del movimiento hacia la adaptación, no un lugar para vivir.
No obstante, es muy común que hagamos del sufrimiento nuestro hogar, o incluso uno muy deseable, porque siempre tiene ganancias menores muy atractivas, como atención y hasta admiración, mientras que trascenderlo implica tomar una opción a la que los humanos parecemos ser alérgicos: la responsabilidad sobre nosotros mismos.
Pero si el sufrimiento ya es mayor que la ganancia, es tiempo de avanzar, comenzando por distinguir entre sentir dolor y sufrir. Lo primero es un evento emocional, lo segundo un estado sentimental.
Para entender esto tendremos que conocer la diferencia entre emoción y sentimiento. Ambos son sucesos hormonales, pero la primera es una reacción instantánea a un evento; el segundo es un sentir más prolongado, resultado de un proceso de pensamiento que le da significado a la relación entre el hecho y la respuesta inicial al mismo.
Ese pensamiento, inadvertido generalmente, es en la mayoría de los casos: “esto no puede estar sucediendo”. Este rechazo nos provoca aversión, miedo, ansiedad, e ira, entre otras emociones, y muy probablemente odio y resentimiento. Entre otros sentimientos. Este coctel es el sufrimiento.
Aquí nos quedamos atorados, autocompadeciéndonos, reforzando nuestras creencias sobre la crueldad de la vida y la maldad de la gente. Entonces nos convertimos en víctimas o en victimarios.
El sufrimiento se origina, entonces, en un rechazo prolongado a la realidad, provenga de un trauma o de un hecho cualquiera que nos contraríe y nos provoque inseguridad.
Y como le comenté al principio, una sola colaboración no da para desarrollar el tema, así que: continuará…
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