No hay cuesta arriba…
Buscando entre mis notas, fuentes bibliográficas y recuerdos, me topé con este refrán “no hay cuesta arriba, sin cuesta abajo” y aunque no recuerdo que mi abuelita lo utilizara en alguna ocasión particular, quiero usarlo para abordar el tema de la salud mental.
Quienes han tenido a bien leer mis columnas, saben que, además del feminismo, la salud mental es uno de los ejes que sirve de sostén a las opiniones que aquí vierto, si lo hago así, es para tratar de derrumbar estigmas que se nos han impuesto a lo largo de la historia a quienes tenemos algún padecimiento mental, más si se trata de las mujeres.
Ojalá que los procesos terapéuticos fueran puro “echarle ganas” a una situación y tan predecibles como desenlace de capítulo de telenovela rosa, pero la realidad dista mucho de eso.
El Plan de Acción Integral Sobre Salud Mental 2013-2030 que establece la Organización Mundial de la Salud, contempla que para el 2030, al menos el 80 por ciento de los países miembros habrán elaborado o actualizado su legislación y políticas de actuación en materia de Salud Mental, habrán duplicado el número de centros de salud y la cobertura de estos servicios habrá aumentado en un 50 por ciento en los estados miembros. Sin embargo “no hay cuesta arriba sin cuesta abajo” ya que, luego de la pandemia ocasionada por el SARS COV 2 quedó en evidencia la incapacidad de los gobiernos para proveer recursos en materia de salud en general, mucho menos, en la salud mental particularmente.
Durante el debate celebrado hace unos días entre los candidatos a la presidencia de México, cuando se habló de salud, se dedicaron exclusivamente a hablar sobre salud física, medicamentos, infraestructura etc, pero poco o nada se habló de la importancia de la salud mental como parte fundamental del bienestar de cualquier individuo. Parece que en este rubro, vamos “cuesta abajo” y quién sabe cuánto más nos falte para subir la cuesta. A manera de anécdota personal puedo acotar que tengo aproximadamente siete meses esperando a que se abra agenda en mi clínica del IMSS para ser atendida por un psiquiatra, ya que se cuenta con pocos especialistas en esta materia y además, la demanda de este servicio va en aumento, pareciera que lo único que va “cuesta arriba” es la estadística de personas afectadas por algún trastorno mental, en especial depresión y ansiedad.
Los especialistas en la materia, psicólogos y psiquiatras, coinciden en que el proceso de recuperación no avanza en una línea recta ascendente, sino que se compone de diferentes momentos, algunos de avance, estabilidad, estancamiento, retroceso, etcétera. Esto se debe a qué la salud mental no sólo abarca los procesos de afrontamiento de cada individuo, en los que influyen factores fisiológicos y del entorno personal, sino también, los procesos de afrontamiento de la sociedad en general, las redes de apoyo, comunidades escolares, industrias y demás fuentes de trabajo y en general, cada espacio en que se desenvuelve el individuo. La realidad es que estamos limitados. No poseemos la capacidad suficiente para integrar a las personas con algún trastorno a las actividades, peor aún, vivimos en una época en la que el ambiente escolar y laboral por sí mismo, se beneficia de personas con rasgos de ansiedad, obsesividad, compulsividad por el orden etc. Claro que es deseable que un individuo sea eficiente y eficaz en sus labores, pero jamás a costa de su bienestar. A la larga, esas mismas características que lo llevaron a ser productivo, generan agotamiento, mejor conocido como bornout y muchas veces disminuye considerablemente su productividad, así como su capacidad de concentración y atención a la hora de realizar sus labores. Para quiénes como yo atraviesan una situación mental difícil les recuerdo que no están solos, los servicios de salud mental son deficientes, pero existen instituciones y organizaciones sin fines de lucro que pueden apoyar. La Facultad de Psicología de la UAdeC constantemente realiza programas, conferencias, talleres e investigaciones en estos temas. También está abierto este espacio para ustedes y para recordarles que, como decía mi abuela “no hay cuesta arriba, sin cuesta abajo” esto solo es una parte del proceso.
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