EL GRAN CONTINENTE

La meditación es tanto los medios como el fin

Jidu Krishnamurti

Todos tenemos búsquedas espirituales por etapas. Puede haber una cada vez, pero nunca una única en la vida. Felicidad, seguridad, autoestima, amor, libertad, autonomía, reconocimiento, tranquilidad, propósito, sentido, entre otras, así como todas aquellas de carácter material y social orientadas a satisfacer las primeras, como trabajo, estabilidad económica, estatus, belleza, popularidad, etc.

Pero nadie, o casi nadie, busca la expansión de la conciencia por sí misma ni mucho menos se pregunta acerca de su importancia y en qué consiste. Si tuviéramos claro que no es solo un resultado de la evolución espiritual, sino el gran continente de todas nuestras búsquedas, seguramente se convertiría en la meta principalísima.

La expansión de la conciencia es el acto de comprensión más allá del pensamiento, como la fe es el de la confianza más allá del entendimiento. De la primera resulta nada más ni nada menos que el amor a la vida, en todas sus expresiones y tal cual es. Se trata del estado más elevado del ser. De la segunda obtenemos el famoso fluir, confiar en los tiempos perfectos del universo y en que todo lo que suceda tiene siempre algo bueno para nosotros, sobre todo en las situaciones más adversas.

La expansión de la conciencia, por cierto, es infinita. Inimaginable, ¿verdad? Cuando se plantearon esto, desde el punto de vista de la física cuántica, no pocos científicos admitieron: nos hemos topado con Dios.

Expansión de la conciencia y fe son, pues, dos experiencias espirituales y, por tanto, personalísimas. No hay una sola ruta, ni mapa ni prescripción; pero sí recomendaciones, para aplicar a conveniencia. Si alcanza la primera, dé por hecho la segunda.

Lo primero que hay que tener en claro es que debemos encarar nuestro pensamiento caótico, emociones perturbadoras y sentimientos negativos, para responsabilizarnos de ellos. Quien esté pensando en que evadirlos es la solución, no encontrará nada valioso aquí.

También es importante saber que hay atajos hacia la expansión e la conciencia, pero que no nos ahorran el trabajo con nosotros mismos, solo nos muestran los maravillosos estados del ser a que podemos acceder. Si no podemos experimentar la meta, aunque sea por unos segundos, pues simplemente no sabremos a dónde vamos en realidad; entonces no llegaremos nunca.

Estos atajos son las diversas formas de meditación que existen. Yo recomiendo varias técnicas: las que se centran en la observación interior, las que introyectan lo que nos rodea; las que nos permiten vibrar con una idea sagrada, a partir de una palabra o una frase de elaboración propia, y las que nos llevan al silencio interior, que son las más poderosas. Todas pueden ser realizadas en un solo acto meditativo cuando se ha adquirido el hábito de meditar.

Las recomendaciones para lograr que nuestra mente sea un factor de transformación y no un yugo para esclavizarnos al sufrimiento, son más complicadas. Todos sabemos ya, gracias a Daniel Goleman, de la necesidad de adquirir habilidades para gestionar el binomio pensamiento-emoción en negativo.

Sin embargo, el camino hacia la conciencia es mucho más complejo. Los estados del ser de compresión y calma interior a que podemos acceder para seguir ascendiendo en la escala de la expansión deben hacerse habituales y, para ello, debemos convertir en diamante el carbón interior.

Si usted no renuncia al drama, sus resentimientos, inseguridades, heridas, envidias, miedos, carencias o cualquier situación interior que lo encadene al sufrimiento, minutos después de haber meditado volverá a la autoconmiseración. Entonces querrá repetir la experiencia de generar las hormonas que lo hacen sentir despreocupado y feliz, así que meditar se convertirá en un ansiolítico, que de por sí ya es bueno, claro, pero de ahí no pasará.

¿Y por qué tiene que afrontar sus pensamientos caóticos, emociones perturbadoras y sentimientos negativos? Porque en esta vida usted no atrae lo que quiere, sino lo que siente, aunque no acepte que lo siente.

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Autor

El Heraldo de Saltillo
El Heraldo de Saltillo