El Jockey Club
En esta ocasión te platico la historia de un bar muy famoso, que teníamos en nuestra hermosa ciudad de Saltillo, me refiero al Jockey Club.
Ubicado en lo que era la Casa de los Carrillo, la cual fue construida en el Siglo XVIII, sobre nuestra calle de Juárez, -de hecho, esta misma edificación fue desde una tienda de raya, las primeras instalaciones del Ateneo Fuente, el Casino de Saltillo y hasta en dos ocasiones ha fungido como hotel, la primera vez como el Hotel Tomasichi y después como el Hotel de la Plaza-, lo más emblemático y por lo que es recordado dicho edificio es por haber albergado el bar conocido como el Jockey Club.
Frente a la entonces llamada Plaza de la Independencia, hoy Plaza de Armas, entre la década de los 40´s y 50´el Jockey Club era una cantina, un lugar en el cual era frecuentada por los políticos, periodistas y la clase alta de la sociedad Saltillense, sus mesas eran redondas, cubiertas de madera, los bebedores o clientes utilizaban sillas con patas de metálicas, el olor en el interior era, por supuesto, a alcohol y tabaco.
El Jockey Club fue testigo de muchas anécdotas, como aquella ocasión en la cual don Abraham Ramírez, propietario de la fábrica de cuchillos “El Sol”, entró al bar, sus amigos le preguntaron, ¿de dónde vienes Abraham? a lo que él contestó: vengo de una cacería y traigo una osa, a lo que los amigos se burlaron, pero fue tal la sorpresa cuando les mostró a la osa que salieron corriendo, previamente Abraham había platicado con los dueños de la osa, quienes eran unos gitanos que estaban de paso por nuestra ciudad.
Sin embargo, la anécdota más famosa, que incluso ha quedado para la prosperidad gracias a una fotografía, es la supuesta aparición de un niño fantasma en el interior del bar, en la imagen se ven 3 cantineros, a cuyas espaldas se visualizan botellas de vino, 8 clientes están en el interior del Jockey Club, de los cuales 6 ven fijamente la cámara con la que se tomó la fotografía, al fondo al terminar la barra de madera, la cual contaba con una barra “apoyapiés” de cobre, se puede apreciar un mueble de madera en cuya parte superior hay lo que pareciera un barril en cuyo fondo, es decir en la tapa, se puede leer: “Hotel de la Plaza” pero lo más sorprendente es un niño, de aproximadamente 5 años, que se encuentra sentado sobre el mismo barril, con las piernas cruzadas con ropa clara. Por supuesto que la inmensa mayoría de las personas que vemos esa fotografía podemos pensar de inmediato que se trata de un fantasma, sin embargo, debemos de recordar que las leyes o reglamentos eran distintos en aquellos años, tal vez simplemente se trata del hijo ya sea un parroquiano o bien de algún de los cantineros.
Los asistentes al Jockey Club vestían traje completo, en su mayoría cargaban con leontina, déjeme decirle, estimada y estimado Saltillense, que la leontina es la cadena de la cual cuelga el reloj de bolsillo, siempre fue atendido por su propietario Don José Valdés, quien tenía el alías de la Manzana.
Las leyes cambian con el paso del tiempo, tal fue la ley de alcoholes a finales de los años 60´s del siglo pasado, que prohibió la venta de alcohol o bebidas embriagantes alrededor de la Plaza de Armas, ocasionando así que el Jockey Club cerrará sus puertas y así lograr que sólo sus memorias quedarán y con seguridad hoy es más penado la entrada de niños y fantasmas a las cantinas.
Autor
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Es Saltillense*, papá de tres princesas mágicas, Rebeca, Malake y Mariajose. Egresado de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Coahuila, en donde es catedrático, es Master en Gestión de la Comunicación Política y Electoral por la Universidad Autónoma de Barcelona, el Claustro Doctoral Iberoamericano le otorgó el Doctorado Honoris Causa. Es también maestro en Administración con Especialidad en Finanzas por el Tec Milenio y actualmente cursa el Master en FinTech en la OBS y la Universidad de Barcelona.
Desde el 2012, a difundido la historia, acontecimientos, anécdotas, lugares y personajes de la hermosa ciudad de Saltillo, por medio de las Cápsulas Saraperas.
*El autor afirma que Saltillense es el único gentilicio que debe de escribirse con mayúscula.
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