COMO DECÍA MI ABUELA

Ni marido jodón… 

Conforme iba creciendo, me interesaba más en las historias de mi abuela y su juventud, la etapa del matrimonio joven, sus hijos y su crianza etc, y mi abuela iba revelando más anécdotas de su pasado que nos evocaban a una época, ahora inimaginable, en la que el papel de la mujer se veía reducido a la esfera privada por mandato social y divino. En una ocasión, mientras mencionaba las peripecias y andanzas de nuestro abuelo, comentó que por poco no se casa, ya que su hermano Tomás había llegado con el propósito de llevarla con él a EUA, donde radicaba. -Se imaginan, exclamó mi abuela, ahorita estaría yo soltera, “ni marido jodón, ni niño chillón”, o a lo mejor, serían ustedes gringas-, y nos puso a pensar cómo sería haber nacido del otro lado del charco.

La importancia de la conmemoración del #8M, Día Internacional de la Mujer, cada año se vuelve tema de conversación, pues todavía hay quienes piensan que marchamos por nada, puesto que mujeres y hombres somos iguales ante la ley, cómo lo menciona la constitución, o las feministas somos un grupo de choque nacido de la ultra derecha sólo para atacar al régimen ahora gobernante, como lo ha señalado en diversas ocasiones el presidente.

Lo cierto es que marchamos, para visibilizar que aún falta un gran camino por recorrer en el movimiento feminista y el reconocimiento de nuestros derechos para acceder a una vida libre de toda forma de discriminación y violencia contra nosotras.

Para muestra, basta el refrán de mi abuela “ni marido jodón, ni niño chillón” haciendo gala de la reducción de la participación de las mujeres en la vida social, en función de la esfera de lo privado, al servicio de la familia y su marido. Hace unos días, un conocido medio de la ciudad, publicó una nota titulada “Alimentan mujeres violencia impune” alegando que la mayoría de las mujeres no denuncian a sus parejas porque “normalizan” la violencia que viven y desarrollan codependencia emocional. Además de revictimizar a las mujeres a través de la imagen y el titular, lo colocaron en su portada, haciendo patente su intención de denostar el movimiento feminista en el marco del #8M responsabilizando a las víctimas por el daño que sufren, justificando este hecho en la normalización de la violencia, pero sin analizar el contexto de la violencia institucional que sufrimos mayormente las ciudadanas cuando vamos a denunciar ante las autoridades, entre otros factores que contribuyen a la omisión de denuncias.

Un caso muy reciente de violencia institucional, es el de Juan Manuel Alejandro Martinez Vitela, Juez del Estado de México, que absolvió al agresor sexual de una menor de 4 años de edad, alegando que dicha menor no aportó los elementos suficientes para determinar las circunstancias de tiempo y lugar donde sucedieron los hechos. Lo cierto es que, a su corta edad, la menor no está en posibilidades de brindar la información tal cual el juez lo señala, por lo que existe un protocolo especial para la atención de los menores víctimas de estos delitos, el cual, el Juez Juan Martínez no acató como debiera. En respuesta, la familia y amigos realizaron un bloqueo en el estado de México por más de cinco horas, hasta que autoridades del poder judicial, se comunicaron con la madre para comprometerse a revisar el caso.

Por eso salimos a marchar. La desobediencia civil, sirve cómo acción para ejercer presión por la lucha del reconocimiento de nuestros derechos. Que estén plasmados en la ley, no significa que sean respetados, así como un juez puede violentarlos desde la institución que representa, los puede violentar un medio de comunicación, alegando que ejerce su libertad de expresión.

El #8M es un día para conmemorar nuestra lucha, un recordatorio de que si estamos aquí es gracias a la lucha de otras mujeres que nos precedieron. Salir a manifestar que no queremos que nuestro papel se vea reducido al hogar, y que no queremos, como decía mi abuela, “ni marido jodón, ni niño chillón” sino condiciones de igualdad donde nuestras parejas no se sientan con el derecho a violentarnos debido a la impunidad y la crianza sea una tarea compartida equitativamente entre ambos progenitores. Donde los medios de comunicación contribuyan a una sociedad más informada y las instituciones se encarguen de impartir justicia, no de promover la impunidad. (LEONOR RANGEL|EL HERALDO)

 

 

Autor

Leonor Rangel