Rabioso, desbordado por las multitudes que llegaron al Zócalo y plazas del país para exigirle saque las manos del proceso electoral que culminará el próximo 2 de junio, López Obrador no encontró mejor forma de desahogarse que insultando a los participantes.
Miedoso como es, blindó el palacio presidencial que cree suyo con vallas metálicas días antes de la pacífica concentración en defensa de la democracia que vulnera día con día.
Y mezquino como es, ordenó no fuera izada la bandera monumental que es patrimonio de todos los mexicanos.
Enseñó así, el tamaño de su temor por los cientos de miles que no necesitaron de acarreos para llenar el Zócalo y mostraron su civismo, al dejarlo impecablemente limpio; al contrario de lo que sucede, cuando él convoca.
Intolerante como es, lo llenó de enojo el enérgico discurso del exconsejero presidente del INE Lorenzo Córdova desde la tribuna en la que también estaba su primer presidente ciudadano José Woldenberg, recalcando que la democracia que tenemos costó años de intensa lucha a millones de mexicanos.
Y demandándole cesar con lo que no ayuda a ejercer un voto libre e informado como:
Financiar con dinero público las campañas del partido oficial, provocando falta de equidad.
Presionar al INE y al Tribunal Federal Electoral para evitar hagan su trabajo con independencia y autonomía.
Someter a la Suprema Corte de Justicia, amenazar medios y censurar periodistas.
Mentir diciendo que si gana la oposición se acaban pensiones y becas.
Corromper empresarios y promover encuestas falsas para hacer creer que la elección está decidida.
Y eso mismo exigían los carteles llevados por ciudadanos que a gritos dijeron que no queremos políticos y campañas que tengan detrás garras y dinero de los narcos.
Mal síntoma que el presidente no conciba, que la mayoría de los mexicanos estamos a favor de las leyes y contra él, por violarlas cada día.
Se le termina el sexenio y deja como recuerdo corrupción, ineficiencia, obras sin terminar y un país dividido y destruido.
Por incompetencia o complicidad ha relegado a tal grado su obligación de dar seguridad, que los narcos mandan en muchas regiones, en todos los aspectos de la vida diaria.
Y ve con buenos ojos que algunos obispos se reúnan con esos criminales para negociar y pactar treguas; fallidamente hasta el momento, como probó ese martes 20 el enfrentamiento entre miembros de diferentes cárteles 17 muertos y a la población aterrada.
Pero insensible como es, nada lo conmueve.
Ni el reguero de muertos ni el dolor de madres buscadoras que en todo el territorio nacional rascan hasta con las manos en fosas clandestinas, buscando hijos y maridos; y a las que llama “politiqueras”, que dan mala imagen al país.
Tramposo como es, inventa temas distractores con el consiguiente derroche de millones que merma recursos a cuestiones indispensables, como salud y educación.
Ahora se le ocurrió enviar una misión militar de 80 personas a Panamá, para que durante 2 meses busquen restos del periodista antiporfirista Catarino Erasmo Rodríguez al que, ignorante como es, llama “general revolucionario”; muerto hace más de cien años en una guerra ajena, en una isla que hoy pertenece a Panamá.
Y furioso por los gritos que lo llaman narco presidente, ordenó “citar” al capo Celso Ortega: no para que la Procuraduría General de la República lo enjuicie, sino para que diga si es cierto que dijo al Portal Latinus, que los Zetas dieron varios millones de pesos en 2006 para su primera y perdida campaña por la presidencia.
Cada que sale a flote su índole dictatorial me recuerda el artículo que hace tiempo escribí, sobre el Síndrome de Hybris que ataca y enloquece a los poderosos.
Y les hace perder la capacidad de gobernar y realizar actos crueles y gratuitos sin sacar provecho de la experiencia por su ego desmedido, ideas fijas, sensación de omnipotencia y deseo de transgredir límites.
Por su propio bien, López Obrador debiera recordar que el PRI, su antiguo partido al que tanto parece añorar, perdió las elecciones del 2000 por el hartazgo en el que nos tenía tras 70 años de gobiernos antidemocráticos.
Hartazgo menor al generado por él, en solo 5 años de gobierno.
Presidente por favor, deje de dividirnos entre el “pueblo bueno, único que tiene valores nacionales” y el resto; no es esa, forma democrática de comprender un país.
Presidente, saque las manos de la elección y sepa que esa democracia por la que tanto hemos tantos luchado, es por ello nuestra; adjetivo que tanto lo molestó.
Y como nuestra que es, no permitiremos que la destruya.
Autor
Otros artículos del mismo autor
- OPINIÓN20 noviembre, 2024IGLESIAS ABANDONADAS
- OPINIÓN13 noviembre, 2024CON CARA DE PALO
- OPINIÓN6 noviembre, 2024SOLUCIONES FÁCILES
- OPINIÓN30 octubre, 2024PODEROSOS CASTIGADOS