De Trotsky a Navalni, nada ha cambiado en Rusia
En 1905, Lev Davidovich Bronstein, mejor conocido como Trotsky, fue encarcelado en San Petesburgo, la entonces capital de Rusia, por formar parte de una revuelta en contra del poder zarista, y posteriormente, en 1907, fue deportado de por vida a Siberia, de dónde consiguió escapar rumbo al exilio según lo narra él mismo en su libro titulado «La fuga de Siberia en un trineo de renos», publicado ese mismo año.
Pero no fueron los zaristas quienes acabaron con la vida de Trosky, sino su propio camarada, Iósif Stalin, quien lo mandó asesinar cuando el incómodo revolucionario vivía en México.
El pasado 16 de febrero fue encontrado muerto el opositor ruso Alexéi Navalni en una prisión ubicada en Siberia, muy cerca del círculo polar ártico, dónde se encontraba recluido desde enero de 2021. Su único delito fue denunciar la corrupción y las atrocidades que en Rusia se cometen bajo el gobierno de Vladimir Putin. Eso le costó la vida.
Nadie duda que Navalni fue asesinado por el régimen de Putin. Años antes, había sido envenenado en Alemania, en un intento fallido por deshacerse de él.
Así se resuelven los problemas en la Rusia de los zares, en la Rusia de Stalin y en la Rusia de Putin: exilio, cárcel o muerte. O, como en el caso de Trosky y de Navalni, las tres cosas. Casi 120 años después del encarcelamiento de Trosky, nada ha cambiado en ese País.
Putin lleva 24 años ejerciendo el poder en Rusia. En marzo próximo, será el único candidato que se presentará a la elección presidencial. Va por su quinto mandato, y no hay ninguna duda de que lo logrará. Todos sus rivales están exiliados, en la cárcel o muertos, por lo que la elección es un asunto de mero trámite. En la Rusia de los zares, en la Rusia de los dictadores y en la Rusia de los déspotas, nunca cambia nada.