La cristalización autoritaria
El arribo de López Obrador a la presidencia provocó la remoción del fino velo de la moderación, revelando lo que es: un autócrata empecinado en destruir la democracia mexicana.
Por años, los seguidores de López Obrador argumentaban que era un moderado. Que otros no lo vieran así, decían, se debía a los medios, al poder de la derecha y a la conspiración de las élites. Sin embargo, el arribo de López Obrador a la presidencia provocó la remoción del fino velo de la moderación, revelando lo que es: un autócrata empecinado en destruir la democracia mexicana.
Existe una larga historia en torno a líderes autoritarios y la publicación de nuevas Constituciones. Los desenlaces nunca son buenos. Aunque López Obrador no publicó una nueva Carta Magna –porque no tenía las mayorías necesarias– durante su sexenio se realizaron 23 reformas constitucionales, deseando cerrar con 20 más. Estas últimas las anunció el 5 de febrero, día de la promulgación de la Constitución de 1917. Sin embargo, no acudió al evento en Querétaro junto con los otros poderes de la Unión en un signo claro de desprecio a la Constitución y a la división de poderes. Porque el presidente quiere tener su propia Constitución, y a un país hecho a su imagen y semejanza. Cuatro reformas son de especial preocupación, develando el carácter autocrático lopezobradorista.
Primero, la eliminación de diputados y senadores plurinominales. Los congresistas plurinominales surgieron en 1977 y, gracias a ellos, los partidos pequeños accedieron al Poder Legislativo y sus votantes tuvieron representación. Supongamos, por ejemplo, que hay cinco distritos y un partido gana todos con el 51% de los votos. Es por los plurinominales que el 49% restante obtiene representación; si no los hubiera, solo quedaría representado el 51% del electorado. Con esto, Morena desea crear mayorías artificiales que son poco democráticas. La segunda reforma de preocupación propone que las consultas populares sean vinculantes con la votación de solo el 30% del padrón electoral (hoy es el 40%). Pero 30% implica casi treinta millones de electores (de 90 millones), y se haría vinculante con poco más de quince millones de votos. ¿Qué pasaría si en la revocación de mandato quince millones votan para remover al presidente, a pesar de haber sido elegido por muchos votos más? El presidente amenaza así con la remoción a quien llegue al poder, y la inestabilidad sería enorme.
El equipo AMLO también propone eliminar los organismos autónomos, lo que se traduce en la destrucción de contrapesos institucionales y cuadros especializados indispensables para la administración nacional. ¿Quién quisiera invertir en un país subdesarrollado que, además, no cuenta con instituciones autónomas y especializadas? Pero la reforma que se lleva la joya de la corona autocrática es la elección de jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial mediante voto popular. Porque, en términos prácticos, significaría subordinar un poder independiente al presidente de la República.
Las reformas propuestas implican pasar de un régimen republicano, representativo y democrático, a uno demagogo, autocrático y militarista. Implica una vasta reingeniería institucional que haría irreconocible al país. Es la cristalización autoritaria lopezobradorista, y es lo que está en juego en las elecciones 2024: regresión autocrática o futuro democrático.
@FernandoNGE
Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
Otros artículos del mismo autor
- OPINIÓN19 noviembre, 2024PLAZA CÍVICA
- OPINIÓN12 noviembre, 2024PLAZA CÍVICA
- OPINIÓN5 noviembre, 2024PLAZA CÍVICA
- OPINIÓN29 octubre, 2024PLAZA CÍVICA