A LA BÁSCULA

La cajita feliz 

En estados tradicionalmente pacíficos del sureste mexicano como Quintana Roo, Tabasco o Chiapas, las cosas en materia de violencia también están desbordadas 

Para el presidente de México, nuestro país es algo así como una cajita feliz, un espacio en el que según él sus habitantes viven feliz, feliz, feliz, a pesar de que en su sexenio está pisando los talones a las 180 mil muertes violentas, lo que lo convierte en el más violento y sangriento de la historia moderna de nuestro país.

Aunque sin mostrar pruebas contundentes, siempre utiliza como argumento que él tiene ‘otros datos’ ante cualquier amago de quien sea, de cuestionarle su estrategia de seguridad, basada en su supuesto de abrazos y no balazos, aunque cuando estaba a punto de tomar el poder a finales de 2018 anunciaba que iba a cambiar ‘la estrategia fallida de combate a la inseguridad y violencia’, lo cual evidentemente no consiguió, a pesar de que ese fue uno de sus argumentos para la creación de la Guardia Nacional, institución que puesta sobre la balanza, es también un sonoro fracaso, al igual que toda la estrategia presidencial.

En más de una ocasión, el mandatario mexicano ha afirmado –también sin que haya presentado una sola prueba en su favor-, que la gente en México vive feliz, feliz, feliz. Incluso lo dijo en noviembre pasado refiriéndose a los guerrerenses tras el paso del huracán Otis, pero jamás aceptó tener un acercamiento con la gente de Acapulco, ni jamás atendió a los familiares de los desaparecidos por el Huracán.

Guerrero es un estado fallido, donde cuando la gente empezaba a levantar la cabeza y con grandes esfuerzos empezar a reconstruirse luego del paso del meteoro. Inmediatamente han venido siendo víctimas de la delincuencia organizada, donde los grupos del narco traen azolados a los transportistas locales de varios municipios, entre ellos de la capital, Chilpancingo, por lo que han dejado por lapsos importantes sin el servicio a los guerrerenses, y aun en estos momentos el restablecimiento es parcial e intermitente.

De igual forma los grupos delincuenciales no han dejado a los acapulqueños en paz con el cobro de derecho de piso. En los últimos días, tras una amenaza del pago por extorsión, al día siguiente al no lograr su propósito, incendiaron un restaurante que estaba haciendo lo posible por volver a levantarse y generar fuentes de empleo. Guerrero todo, pero particularmente Acapulco, están totalmente en manos de la delincuencia organizada, y su gobernadora Evelyn Salgado, es incapaz de reaccionar para proteger a sus gobernados.

En estados tradicionalmente pacíficos del sureste mexicano como Quintana Roo, Tabasco o Chiapas, las cosas en materia de violencia también están desbordadas. En el estado natal del presidente, el pasado fin de semana padeció uno de los más violentos recientemente.

En Chiapas en su frontera con Guatemala las disputas entre grupos antagonistas de la delincuencia han provocado el desplazamiento de unos 3 mil indígenas de diferentes comunidades, pero el presidente dice que, aunque no tiene los datos –pues no que el presidente es el hombre mejor informado de México- ‘no es significativo’ el número, minimizando con ello las tragedias que viven nuestros hermanos indígenas.

La oleada de violencia alcanzó y golpeó violentamente la semana anterior, a la familia zacatecana de los Monreal. Uno de ellos, Ricardo, senador de la república y frustrado aspirante a la candidatura de Morena a la presidencia de la República; otro de ellos, David, gobernador del estado de Zacatecas; y el menor de ellos, Saúl, alcalde de Fresnillo, el municipio donde fueron asesinados un cuñado y un primo.

Pero en la disputa verbal que tuvo recientemente con periodistas, López Obrador aseguró a Jorge Ramos que México es un país pacífico, y dijo que ‘estamos satisfechos’ cuando el periodista le preguntó si estaba dispuesto a reconocer que su estrategia de militarizar la seguridad pública ha fracasado.

No se entiende cómo si en el pasado fin de semana, el domingo se convirtió en el día más violento en lo que va del año con 100 homicidios violentos, en enero registró 2 mil 134 víctimas y en la suma en todo el sexenio hasta este lunes era de 179 mil 003 personas asesinadas, se puede decir con tal cinismo que la gente en México vive feliz, feliz, feliz, y que hay buenos resultados, pero muchos no los quieren ver.

Y con todo y que 2023 tuvo un descenso en los homicidios dolosos en relación con el 2022, lo cierto es que este será, le guste o no al principal inquilino de Palacio Nacional, el sexenio más violento de los años recientes en nuestro país.

Y no, presidente, México no es la cajita feliz que usted imagina y presume. Esa felicidad solo existe en su cabeza, porque la terca realidad todos los días le restriega en el rostro con los ‘otros datos’, los de la historia real, no la de su fantasía.

 

X= @JulianParraIba

 

Autor

Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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