“Cada quien pone…”
Mi infancia estuve rodeada de niños pequeños. Tanto mi hermana como mis primos se quedaban a mi cargo, sobre todo cuando mi mamá y mi tía estaban apoyando a mi abuelita con sus labores domésticas. A veces, yo quería estar en la cocina, aprendiendo a hacer los buñuelos y galletas o embarrando los tamales, pero mi abuelita me decía “cada quien pone su granito de arena” y entonces recordaba qué importante era mi labor cuidando a los demás.
Las labores de cuidado, tradicionalmente se han delegado a las mujeres, por eso no es de extrañarse que, desde niñas, a muchas mujeres nos inculquen y nos deleguen esos trabajos. Durante años, ni siquiera me pregunté si quería casarme o tener hijos, era común tener ese tipo de conversaciones con mis amigas de la primaria, el tema giraba en torno al número de hijos y al tipo de marido que tendríamos. Muy lejos quedaba la idea de cuestionarse si nos queríamos casar o si seguiríamos la “heteronorma” y formaríamos una familia tradicional, lo veíamos cómo lo normal, estudiar, trabajar, casarse, tener hijos, ser felices por siempre sirviendo a esos hijos y ese esposo para cumplir con nuestro papel en la sociedad.
Esa sociedad, también nos enseñó a cumplir con un estándar de belleza, productividad, inteligencia. Actividades adecuadas e inadecuadas para nosotras, comportamientos apropiados e inapropiados, hasta el largo de uñas y cabello. Todo lo anterior, constituye lo que en la teoría feminista se denomina como género, categoría que abarca apariencia, comportamiento y una serie de requisitos que nos son asignados culturalmente por la sociedad en virtud del sexo con el que nacemos. Es importante recalcar que la categoría sexo no se encuentra ligada per sé al género, sino que este, se construye y se liga según las normas sociales de la época y zona geográfica en que nos encontremos, lo único que prevalece, es que el género, se ha utilizado en todas las culturas a través de los tiempos para establecer la supremacía de un sexo, los hombres, sobre el otro, las mujeres.
Actualmente, la lucha feminista tiene nuevos rostros, más aliados y también nuevos retos. Uno de ellos, como decía mi abuela “poner nuestro granito de arena” en cada lugar y con cada acción que realizamos. Que los medios de comunicación (gracias Paco) cada vez tengan más espacios para reflexionar sobre el feminismo, es poner un granito del lado de la playa feminista, pero existen aún muchos mensajes que cosifican y objetifican a la mujer, llenando de arena las playas del machismo y el patriarcado.
Cada día tomamos decisiones, más o menos conscientes, sobre lo que queremos y podemos hacer durante las 24 horas que tenemos por delante y cada decisión se traduce en el “granito” o acción del día. La pregunta es, ¿hacia dónde estamos inclinando la balanza?
Aquellos que somos padres, ¿invitamos a nuestras hijas a estudiar una carrera?, si la respuesta es afirmativa ¿elegimos de acuerdo a sus capacidades, o a las actividades que tradicionalmente se han asociado a las mujeres?
Si nos encontramos en el aula o en un puesto de mando ¿fomentamos las alianzas entre hombres y mujeres para su crecimiento y desarrollo o, por el contrario, favorecemos la rivalidad entre ellos? ¿hacemos diferencias por su sexo y no por su capacidad? ¿los puestos y tareas se asignan realmente acorde a las aptitudes del personal?
Hoy los invito a reflexionar en aquellas acciones que aún realizamos sin cuestionarlas. Compartir memes machistas, comprar periódicos y revistas donde se exhiben modelos de mujeres y adolescentes con poca ropa y poses sugerentes, creer que actividades relacionadas con las labores domésticas y de cuidados corresponden a niñas y mujeres, compartir ideas sobre que las mujeres deben comportarse de tal o cual forma, todos ellos son micromachismos que influyen en el desarrollo y crecimiento de nuestro país.
Si queremos, como decía mi abuela, “poner nuestro granito de arena” hagámoslo de manera consciente y decidamos, ¿de qué lado lo vamos a poner?
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