La esperada carta de España para postular al premio Óscar de la Academia es un relato notable en su estructura dramática, lejos de los efectismos y los lugares comunes y supera con creces las versiones anteriores existentes acerca de la denominada tragedia de los Andes, con una firme dirección de J. A. Bayona y que, lejos, es una inspirada reflexión acerca de la naturaleza humana que se aleja -por fortuna- del modelo que patentó ¡Viven! respecto del mismo tema.
Lo mejor es que este filme se diferencia desde el inicio de la película ya existente acerca de la tragedia en la Cordillera de los Andes, partiendo por el hecho de que no hay color, ni efectismos, ni trucos baratos para alcanzar cuotas de emoción, al recrear el accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, acaecido el viernes 13 de octubre de 1972, cuando el Fairchild FH-227D, un vuelo chárter que el día anterior había partido de Montevideo a Santiago, se estrelló en la cordillera de los Andes, dejando 29 fallecidos de cuarenta pasajeros. Los sobrevivientes lucharon durante 72 días hasta ser rescatados de la nieve.
El director Bayona esquiva el morbo que suscita saber que los personajes acudieron al canibalismo para subsistir en medio del desamparo y la desesperanza y para ello emplea un manejo de cámara subyugante y un modo narrativo brillante, intercalando el drama evidente con pausas alegres, propias de las edades de los sobrevivientes a la tragedia: son muchachos que apenas dimensionan el impactante entorno donde se encuentran, lejos de todo. Son, de este modo, personas, seres humanos creíbles que transmiten a los espectadores su apego a la vida, aun en esas calamitosas condiciones.
En el filme de Bayona cada uno de los personajes alcanza a ser entendido como un ser humano, como un individuo que se enfrenta a la más dolorosa experiencia extrema: alguien que se comió a un compañero y que este acto le significa remordimientos terribles, pero esperanzas de salir del infierno en que se encuentran y en donde una maleta que contiene los recuerdos de los fallecidos se alza como un inequívoco símbolo de trascendencia y humanidad.
Es un filme que escudriña en las personalidades de cada uno, entendiendo que los chicos tratan de comprender lo sucedido y, a diferencia de la receta habitual de los filmes sobre hazañas de supervivencia, Bayona no cuenta los hechos de forma cronológica ni ordenada, deja que fluya en un relato que, solo hacia el final, se escapa de la sobriedad de todo el conjunto.
De este modo, Bayona entrega una película fascinante sobre un drama real que, con su estilo y peculiaridades, se vuelve un material emocionante, distinto y provoca una adhesión inmediata de los espectadores, demostrando su pulso narrativo que ya había evidenciado en El Orfanato, sumergiéndose en el mundo del terror y claramente más empoderado que en Jurassic World Dominion’: el director demuestra su capacidad de generar claustrofobia y auténtico nerviosismo en unas escenas donde el encierro es clave para aquilatar la tragedia que estamos viendo.
Otro gran mérito de La sociedad de la nieve y el más arriesgado: el realizador aborda el tema del canibalismo como una etapa más en una lucha desesperada por sobrevivir y deja de lado todos los cuestionamientos éticos y morales evidentes, poniéndose en el lugar de las personas que conversan respecto de esto, que deben tomar decisiones ahí y ahora, porque de lo contrario mueren. Esas escenas de conversaciones y dudas son filmadas con una elegancia y capacidad de impacto que son dignas de cualquier elogio.
De este modo el director Bayona elige el camino más inteligente: deja de lado el morbo y no exacerba el dolor de ese grupo de muchachos y, muy por el contrario, recalca el agradecimiento de cada uno por no conocer de quién es la carne que comen, hecho que deviene en un terrible, pero a la vez comprensible ritual de supervivencia.
Hay que señalar y agradecer que este meritorio filme sea una producción española de Netflix que, en comparación, se ve elegante, bien terminado en sus formas y notablemente narrado por un director que alcanza acaso su mejor película hasta ahora, destacando por ejemplo la fotografía de Pedro Luque que eleva el blanco de la nieve a categoría de símbolo brillante del desamparo y saca provecho de modo increíble a los primeros planos, a los planos cerrados, a la terrorífica claustrofobia que vive ese grupo.
Y si hay que destacar el mejor instante del filme (y uno de los mejores del cine español reciente) está la escena de la caída del avión a partir del primerísimo primer plano del ojo que, por efecto de montaje, deviene en silencio sepulcral posterior, es uno de los mejores de la historia del cine de catástrofes y revela la capacidad y madurez del director para articular una tragedia con legítima caligrafía fílmica que en sus 150 minutos no agota.
Bayona, lejos, demuestra saber filmar escenas de acción y de desastres naturales con talento al momento de escoger sus tiros de cámara inesperados, dejando de lado lo habitual, entregando una película que, a pesar de su tema y de las circunstancias reales, entretiene, asombra y hasta provoca, con personajes bien dibujados con apenas unos pocos detalles, dejando de lado todo los tópicos, todas las recetas habituales para darnos una lección de drama, concentración y buen gusto.
Si el Óscar la elige, sería un reconocimiento plenamente justificado para una cinta que, en la plataforma de Netflix, es un lujo.
Disponible en Netflix.
Autor
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Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
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