Ciudad de México.- Los nacimientos de arte popular regresan esta Navidad al Palacio de Iturbide tras seis años de ausencia y vuelven en barro, cera, madera, textil, papel, cerámica, obsidiana o latón, pero también envueltos en hojas de tamal, entreverados con plumas de ave o tejidos con tallos de trigo, entre muchos otros materiales y técnicas.
Alrededor de 30 por ciento no se habían expuesto, calcula Cándida Fernández, directora de Fomento Cultural Banamex y curadora de Nacimientos. Arte y tradición, que reúne 3 mil 700 piezas en 498 conjuntos de más de 270 grandes maestros procedentes de 21 entidades de México y de 15 países de Iberoamérica.
Como si fueran un libro abierto a las culturas e idiosincrasias, las obras mexicanas no solo representan figuras del nacimiento de Jesucristo en el portal de Belén, sino también la arquitectura vernácula, el paisaje, la indumentaria del País, aspectos de la vida cotidiana, como los utensilios y los recipientes de cocina, costumbres como las danzas de los quetzales; procesiones y fiestas, además de adaptaciones, por ejemplo la instalación de reinas, en lugar de reyes, en el caso de San Agustín Oapan, de Tepecuacuilco, Guerrero.
En este crisol, no desprovisto de humor, aparecen también los personajes del nacimiento en forma de calaca –incluso los ángeles son esqueletos con alas– y pintados sobre un gato de barro, obra de Luis Cortez, de Tonalá, Jalisco; a bordo de una bicicleta tallada en copal, creación de Carmen Sosa, de San Agustín de las Juntas, Oaxaca, o los dispuestos en un avión alebrije diseñado por Agustín Cruz, del mismo municipio oaxaqueño.
Uno más despliega a los personajes de la Natividad en un tablero de ajedrez –los ángeles son los peones– en la propuesta de Gabriel Isidoro Pérez, de Izamal, Yucatán.
“Los artesanos imprimen a estas piezas mucho cariño, porque además del gusto de su quehacer y de su expresión artística, se une la devoción al Niño Jesús. Si las comparamos con otras piezas de los mismos maestros, a veces están hechas con mayor delicadeza, con un poquito más de detalle. Hay algunos nacimientos que engalanan, por ejemplo, a la vaca y al burro o a los camellos de los reyes”, expone Fernández en entrevista.
Destaca la vigencia en México de esta tradición, que abreva de raíces prehispánicas y de españolas.
“Tanto las fiestas en torno a la Virgen de Guadalupe y en torno a la Navidad siguen muy fuertes y muy vigentes. Y como van acompañadas de un espíritu de fraternidad y de buena voluntad, creo que también estas fiestas de diciembre, para el que no sea creyente, se asocian con los buenos deseos y eso ayuda a que no se extinga la tradición.
“Quizá no seas un creyente muy practicante, pero guardas un bonito recuerdo de cuando eras niño y ponían el nacimiento en tu casa. ¿A quién no se le ha roto la patita de un borreguito?
“Eso está presente en el imaginario de muchos de los mexicanos, y en el quehacer de los artesanos es un tema recurrente. Y, además, se lucen”, destaca.
Pueblos enteros se ocupan en estas representaciones, como San Miguel Aguasuelos, en Veracruz; San Agustín Oapan, en Guerrero, o Metepec, en el Estado de México, con sus célebres árboles de la vida destinados a múltiples temas, entre ellos los nacimientos.
Se trata, afirma Fernández, de una tradición viva, que los ciudadanos pueden revitalizar todavía más.
“Tenemos que invitar a los ciudadanos a vivir con el arte popular y a permitir que los artesanos, con sus piezas, iluminen la Navidad en nuestras casas. Si compramos nacimientos mexicanos y los ponemos en nuestra casa, creo que reforzamos esta tradición y el fervor de las comunidades artesanales”, insta.
La muestra, de entrada gratuita, abrió el pasado primero de diciembre y recibió, en su primer fin de semana, 14 mil visitantes.
Fernández invita a mirar esta colección de Fomento Cultural Banamex en familia y destinar tiempo para apreciar cada detalle.
Permanecerá hasta el 18 de febrero de 2024 en Madero 17, Centro Histórico, de lunes a domingo de 10:00 a 19:00 horas. Cerrará el 25 de diciembre y el 1 de enero.
El origen de la tradición
– La costumbre de recrear el nacimiento de Jesús como una representación personificada en relación con el pesebre de Belén data del siglo 13
– A san Francisco de Asís se atribuye, en el año de 1223, la escenificación «en vivo» del primer Nacimiento en la cueva de Greccio, en Umbría, para conmemorar la Natividad de Jesús, con la autorización del Papa Honorio III.
– Dicho evento cobró gran importancia y rápidamente se extendió al resto de la región que hoy constituye Italia.
– La evolución de esta escenificación que comienza a darse año con año, sustituye en la representación a los personajes reales por tallas de madera policromada de tamaño natural, en principio en iglesias y conventos, en los que suelen estar fijos.
– Alcanza su apogeo en la segunda mitad del siglo 17 y durante el siglo 18, en Europa; en España se le da el nombre de Belén.
– La gente comenzó a instalar en sus casas belenes semejantes a los expuestos en las iglesias, pero el menor espacio disponible obligó a la reducción de las figuras y a la variedad en el uso de materiales para su elaboración.
– Con la Conquista, esta tradición viaja con las primeras órdenes de religiosos encargados de la evangelización. Se sabe que fray Pedro de Gante celebra el Nacimiento de Jesús hacia el año de 1528 en la Nueva España al preparar cantos y rezos para los indígenas.
– Estas celebraciones se tornaron rápidamente en una tradición que rebasó su carácter evangelizador, estableciéndose como costumbre entre los pobladores, hasta nuestros días. (AGENCIA REFORMA)
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