COMO DECÍA MI ABUELA

“El amor…”

La frase sobre la que quisiera reflexionar hoy, no es una que usara mi abuela, pero si la hubiera conocido, estoy segura que estaría de acuerdo. “El amor, ha sido el opio de las mujeres” decía Kate Millet, y continúa “como la religión el de las masas, mientras nosotras amábamos, ellos gobernaban”.

Creo en el amor, como una fuerza poderosa e incondicional que es capaz de sacar las mejores cualidades de las personas, por ejemplo, el amor de los padres y hermanos o el amor entre amigas. Sobre todo, este último, me ha demostrado que la fuerza del amor es muy diferente a la idea de amor que “nos vendieron”, pues Kate Millet, habla de ese amor romántico, que la sociedad se ha encargado de imponernos como ideal, modelo y destino a seguir, como si fuera el único fin y meta en la vida de las mujeres. Justamente esto es lo que hace más difícil actuar ante las violencias en las relaciones de pareja, primero, porque creemos que “el amor todo lo puede y todo lo vence” y cuentos de hadas como la Bella y la Bestia nos muestran que es posible transformar a un hombre violento en el príncipe de nuestros sueños.

El problema de esto, es que no es un caso aislado, o una idea que atraviese sólo a unas cuántas mujeres, sino que es todo un sistema el que se encarga de alimentar esa idea del amor, en la que la mujer debe darlo todo y demostrar que es “digna” de ser amada, inclusive, así es cómo se construye la idea de que “el peor enemigo de una mujer, es otra mujer” pues tenemos que competir por ser merecedoras de ese flamante caballero. Y mientras nosotras desgastamos energía, fuerza y vida en nuestro proyecto de pareja, ellos se benefician de nuestros cuidados, de las dobles o triples jornadas que ejercemos y no nos son remuneradas, de nuestra sexualidad y nuestra capacidad reproductiva. Nosotras amamos y ELLOS gobiernan, trabajan, se apoderan de los espacios y derriban las posibilidades de las mujeres de conseguir un piso parejo, pues apenas la lucha feminista logra una conquista por la paridad, o la probidad de nuestros servidores públicos y ellos de un plumazo, borran nuestros logros, como si se trataran de graciosas concesiones que “papi” tiene para con sus hijas.

A Yucatán no le tembló la mano para firmar la 3 de 3 pero sí para aplicarla. ¿Cómo nos explican que un hombre como Luis Mendoza Casanova con antecedentes de violencia de género e institucional ahora fue electo como magistrado del Tribunal Superior de Justicia del mismísimo Yucatán? ¿Será que este hombre fue “absuelto de sus pecados” por el “poder del amor”? El que existan iniciativas que luego se transformen en leyes para beneficiarnos a todos y que luego éstas no sean aplicadas, debe tener consecuencias, del mismo tamaño de la falta, por lo que, tengan por seguro, que se procederá con todo el peso de la Constitución, pues esta fue la que se ha violado con este nombramiento.

Citando a Kate Millet, no estoy incitando a las mujeres a un divorcio y declaración de soltería colectivas, sino a denunciar cada que esta idea del amor romántico atente contra nuestros derechos, nuestra salud mental e inclusive, con nuestras vidas. Porque no solo se trata de la idea de amar incondicionalmente al hombre que tenemos al lado, sino de “no destruirle la vida” al prominente estudiante, al eminente profesional o al afamado actor y amado político que cometió un error, o cedió ante sus impulsos violentos que le son inherentes como ser humano del género masculino. Esta idea alimenta otras ideas, como las de que las víctimas somos responsables de las violencias que vivimos por ponernos en riesgo por nuestra forma de vestir o de beber, o por amar y enamorarnos del “hombre equivocado”, porque no se trata de un hombre equivocado, sino de una idea de amor disfuncional, que solo trae beneficios a una parte de la población.

Decir que “el amor, ha sido el opio de las mujeres” es poner en la mesa una conversación pendiente. Las mujeres no somos objetos, no somos piezas intercambiables, ni coches que se reemplazan por el modelo de moda o el más nuevo. Trabajemos en una sociedad más justa desde el amor, no la manipulación, traición y engaños. Debemos desaprender esa forma ciega de amar para construir una nueva manera, una que nos permita reconocernos como pares y evolucionar hacia un nuevo orden social y político. De otra forma, seguirá sucediendo que los violentadores se sienten en los puestos de poder, donde tienen la autoridad para expandir la violencia que ejercieron sobre una persona, ahora sobre la ciudadanía.

Mi apuesta va por la Feminismocracia el orden que coloca a “las mujeres al frente y nuestros derechos en el centro” para revolucionar una sociedad y despertar de los efectos del “opio” que ha representado el amor romántico para nosotras.

 

 

Autor

Leonor Rangel