COMO DECÍA MI ABUELA

Entre gitanas… 

A pesar de que extrañaba mucho a mis primas y esperaba con ansias su llegada en vacaciones, cuando empezábamos a convivir más de cerca comenzaban los pleitos. Entonces, mi prima más simpática me parecía boba y aquélla, más tímida me parecía aburrida. Esto se lo comenté en una ocasión a mi abuela quién me dijo «entre gitanas, no hay que leerse la mano» destacando que, así como yo me quejaba, ellas podrían también encontrar mis defectos.

Actualmente se tiene la idea equivocada de que la sororidad es apoyar incondicionalmente a todas las mujeres por el simple hecho de serlo. Tal como en el dicho de mi abuela «entre gitanas, no hay que leerse la mano» como si se tratara de un pacto que no debe quebrantarse, aunque las mujeres nos hagan daño. Pues bien, la sororidad no es eso.

Sororidad viene de «Soror» que significa «hermana» y dentro del feminismo reconocemos como hermanas a aquellas mujeres que son congruentes entre lo que dicen y hacen, que defienden la causa principal del feminismo que es erradicar toda forma de discriminación contra las mujeres. Por eso y a pesar de lo que me dijo mi abuela, no puedo pasar por alto las denuncias que están haciendo las estudiantes del Instituto Tecnológico de Saltillo sobre los actos de violencia y acoso sexual que denunciaron ante las autoridades académicas y de las que, la propia directora, decidió hacer caso omiso.

Cómo lo señaló Susan Brownmiller en su libro «contra nuestra voluntad» las agresiones sexuales, en especial la violación, son actos derivados no de la lujuria o los deseos irrefrenables y naturales de los hombres, sino de una violencia estructural que busca el poder y la dominación de las mujeres a través del miedo. Por esto es sumamente grave, que las instituciones no cuenten con mecanismos para prevenir la violencia contra las mujeres y que hagan mutis ante la denuncia de esta. Si bien, son varias las peticiones que al día de hoy sostiene el alumnado del TEC, me parece sumamente grave que sigan apareciendo tendederos de acosadores donde figuren los nombres de los docentes como principales agresores. ¿Estamos permitiendo que las mujeres estudien y trabajen dentro de las mismas oportunidades que los hombres, o, por el contrario, estamos perpetuando patrones que sólo simulan una equidad que no queremos solventar? ¿Por qué permitimos que nuestras estudiantes sean sometidas a los caprichos de sus maestros cuando ellas buscan prepararse para su futuro?

Parece desalentador cuando nos enfrentamos a la realidad de que, aunque ahora las mujeres tenemos más acceso a los puestos de poder, en cuánto accedemos, nos limitamos a servir a los mismos fines y propósitos del patriarcado. Somos más del 50 por ciento de la población y eso lo saben muy bien los grupos políticos, por ello, explotan nuestras debilidades y manipulan nuestras decisiones para elegir a aquellas mujeres que no representan los ideales del feminismo y por lo tanto, no son una amenaza para su supervivencia. Está visto, tener a una mujer en el poder no nos garantiza mejores oportunidades para todas, ni qué se erradiquen la violencia y demás formas de discriminación en nuestra contra.

En las próximas elecciones presidenciales tendremos la oportunidad de elegir entre dos mujeres y me sigo cuestionando ¿quién será aquélla que de verdad busque una mejoría para las mujeres, quién será la regalona del patriarcado?

 

Autor

Leonor Rangel