Ciudad de México.- Desde que surgió hace unas décadas para la atención del VIH, el tratamiento antirretroviral (ARV) ha evolucionado tan favorablemente que, de una veintena de pastillas que debían tomar los pacientes, hoy día basta con apenas una en la que se combinan algunos fármacos.
Una única toma al día, suficiente para mantener la carga viral a un mínimo tal que resulta indetectable, y de ahí que con este tratamiento el VIH dejara de ser considerado una condena de muerte. «¿Qué más cómodo que eso puede llegar a ser?», cuestiona la infectóloga chilena Claudia Cortés.
«Nosotros pensábamos que con eso estábamos bien, pero la verdad es que como esto es una enfermedad crónica, que hoy día nos permite una calidad de vida excelente, pero depende de que la persona se tome los medicamentos, tenemos que hacer las cosas aún más agradables, amistosas, fáciles, para que los pacientes se adhieran y usen el tratamiento.
«Y eso llevó a empezar a desarrollar otras técnicas de entrega, otras formas de distribuir el medicamento, que ya no son sólo pastillas que se toman una vez al día», remarca en entrevista Cortés, académica de la Facultad de Medicina en la Universidad de Chile.
Con ese objetivo se desarrolló la denominada terapia ARV de larga duración, cuya aplicación es a través de un par de inyecciones de liberación prolongada cada dos meses.
«Pasamos de tomarnos una pastilla 365 días al año a pincharse seis veces al año. Eso es un gran cambio en el manejo del VIH, es un cambio en el paradigma del tratamiento», subraya Cortés, quien el 7 de septiembre abordó este tema en México, en el marco del Latina Forum en VIH, organizado por la Fundación Huésped.
Aprobada en los últimos dos años por las agencias regulatorias de Estados Unidos y de Europa -la FDA y la EMA, respectivamente-, la terapia ARV de larga duración consiste en el uso combinado de los fármacos cabotegravir y rilpivirina, inyectados cada uno en un glúteo diferente.
La rilpivirina, explica la infectóloga chilena, es un fármaco conocido y usado ya desde hace un buen tiempo; el cabotegravir, en cambio, es una sustancia relativamente nueva, pero es parte de la familia de los llamados inhibidores de la integrasa del VIH, utilizados por más de 10 años.
Si bien esta fórmula no es una cura para el VIH, sí que lo mantiene controlado y al mismo nivel mínimo que la terapia convencional, con la enorme ventaja de poder sustituir la toma diaria de pastillas por una visita bimestral al médico para recibir las inyecciones.
«Esto trae muchos beneficios. Los podemos clasificar en beneficios biológicos, por así llamarlo: una mejor adherencia; una persistente indetectabilidad que puede ser mejor incluso que con los comprimidos.
«Y el estar indetectable trae un beneficio que no es sólo individual para el paciente, sino que es colectivo: una persona que tiene el virus indetectable no lo transmite a otras personas. Eso es lo que denominamos I=I, es decir, indetectable igual a intransmisible», apunta Cortés.
Aunado a esto, están los beneficios psicológicos, mismos que se traducen en un mayor bienestar para quienes viven con VIH.
«El tener que tomarme un medicamento todos los días hace que yo todos los días me recuerde que tengo esta enfermedad, que es altamente estigmatizada. Por lo tanto, es una de las cosas que más agradecen los pacientes: no tener este recordatorio diario», destaca la infectóloga chilena.
«Ese es un beneficio bien importante en términos de salud mental».
Entre los posibles efectos secundarios hay desde cosas sencillas, como dolor, enrojecimiento y aumento de volumen en el sitio de las inyecciones, hasta reacciones alérgicas, problemas hepáticos y depresión o cambios en el estado de ánimo.
Por ahora, esta forma de tratamiento -de la que se espera que la tecnología pueda avanzar lo suficiente para que eventualmente sea autoaplicable- está disponible en Estados Unidos, Canadá, algunos países de Europa y Australia.
En Latinoamérica, por ejemplo, Chile es el único país donde se ha podido lanzar al mercado, hace menos de dos meses.
«El sistema público todavía no lo autoriza, básicamente por una razón de costo. Y en el sistema privado está empezando a ingresar muy lentamente», comparte Cortés.
«Por supuesto, aquí tenemos la dificultad que tenemos siempre, que es económica. Este es un tratamiento que todavía es de un costo más alto que la equivalencia de dos meses de pastillas orales», precisa.
Cuestionada al respecto, la académica de la Universidad de Chile señala que esto se debe a que, por el momento, al ser esto tan nuevo, no existen aún patentes para estos fármacos, producidos exclusivamente por Janssen, en el caso de la rilpivirina, y por ViiV Healthcare -de Pfizer y GSK-, para el cabotegravir, firmas que llegaron a un acuerdo de colaboración.
«Yo creo que es cosa de tiempo, yo quiero creer que es cosa de tiempo, y que los precios eventualmente van a bajar», estima Cortés, basada en lo que históricamente ha sucedido con otros fármacos dirigidos al tratamiento del VIH.
En lo que eso sucede, la experta insta a difundir entre la población que esta nueva alternativa ya existe, que está científicamente avalada, para que con ello puedan hacer las gestiones necesarias para que las autoridades la conozcan, regulen y la ponga en circulación.
Opción para los más vulnerablesEl uso combinado de cabotegravir y rilpivirina como terapia ARV de larga duración arrancó indicado para adultos virológicamente suprimidos -con menos de 50 copias de VIH por mililitro de sangre- y en tratamiento antirretroviral estable.
«Primero se pensó que esto era como un premio, por así llamarlo, al paciente que es muy ordenado, que sabemos que va a volver a los dos meses a pincharse», refiere la infectóloga chilena Claudia Cortés.
«Pacientes que ya están indetectables, que estaban en tratamiento con algún otro medicamento por al menos seis meses, y habían alcanzado esta carga viral indetectable. Y ahí se hace el switch a terapia intramuscular».
Sin embargo, un estudio conducido en San Francisco por la doctora Monica Gandhi recientemente demostró la efectividad de este tratamiento en pacientes con difícil adherencia e incluso carga viral positiva dadas diferentes problemáticas sociales: vivienda inestable, afecciones mentales y trastornos por consumo de sustancias.
«Trabajadores y trabajadoras sexuales, gente sin hogar, gente con algún problema de drogas. Y en este grupo, que es el de más alto riesgo, el fármaco fue bueno y mejoró la indetectabilidad. Hizo que más pacientes alcanzaran la indetectabilidad», resalta Cortés.
«Es un estudio chiquitito (con 133 personas), hay que mirar a más tiempo, y hay que ver qué pasa cuando nos salimos del estudio mismo, cuando ya no tenemos un ambiente que es tan controlado -aunque este no era un ambiente tan controlado por el tipo de población-. Pero habla muy bien de la combinación de estas drogas, que son muy potentes».
Para el caso de las mujeres, quienes suelen quedar relegadas de los estudios para mejorar fármacos, se ha probado que esta terapia ARV de larga duración puede administrarse a cualquier mujer mayor de 12 años, salvo en caso de embarazo. (AGENCIA REFORMA)
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