PLAZA CÍVICA

México, migración y barreras fronterizas 

Alrededor del mundo se levantan muros, con el propósito de contener las mareas humanas que migran en busca de mejores vidas. México forma parte de esa historia, ya que por nuestro país transitan, y buscan quedarse, cientos de miles de personas que huyen de condiciones sumamente adversas en sus países. Ante esto, cabe preguntarse si una barrera fronteriza debe formar parte de las medidas del país para controlar su frontera sur, o no.

La migración presente es masiva, y estará para quedarse. Las causas son múltiples: pandemias, conflictos bélicos, colapso estatal y un creciente calentamiento global. Si en 2012 había 40 millones de personas que huyeron de sus hogares, para 2022 eran 100 millones, números no vistos desde la Segunda Guerra Mundial. Nuestro vecindario norteamericano no se salva: mientras que en 2018 la Patrulla Fronteriza estadounidense aprehendió a 400 mil personas, para 2022 eran casi 2.2 millones. México se ha convertido en el tercer país del mundo con mayores solicitudes de asilo, solo por debajo de Estados Unidos y Alemania, pasando de 30 mil en 2018 a 120 mil en 2022, y de ciudadanos de 118 países. “Realmente es una tormenta perfecta”, declaró recientemente Dan Restrepo, el principal asesor del expresidente Barack Obama para asuntos latinoamericanos.

Estamos en “La Edad de las Paredes”, título del libro del periodista británico Tim Marshall. Si bien al finalizar la Segunda Guerra Mundial había menos de cinco barreras fronterizas, y al terminar la Guerra Fría menos de una docena, para 2019 habían aumentado a ochenta. La promesa de un mundo globalizado, donde reinaría el libre tránsito de bienes, servicios y personas, ha quedado incumplida al surgir un mundo crecientemente conflictivo y nacionalista. En este entorno, se presenta la pregunta obligada: ¿funcionan las barreras fronterizas? Como comenta el intelectual estadounidense Fareed Zakaria, los muros han demostrado su efectividad en Israel con el descenso de los ataques terroristas, en Marruecos al estimular un tratado de paz con el Sahara Occidental, y en Hungría al terminar con los flujos irregular de migración. Sin embargo, esos mismos muros tienen el peligro de aislar a los países que los erigen y enajenar a los países vecinos.

La frontera sur mexicana no existe en los hechos. Sin embargo, si algo distingue al moderno Estado-nación son, precisamente, fronteras delimitadas y bajo control. México debe hacer mayores esfuerzos para controlar sus fronteras mediante una estrategia que pasa por la profesionalización burocrática y el aumento presupuestal al Instituto Nacional de Migración (INM) y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). En ese proceso, se debe analizar también si la erección de barreras fronterizas en ciertas partes de nuestra frontera sur ayudaría, o no, a ese fin.

La migración presenta un importante dilema: mientras que nuestra condición humana nos llama a recibir a quienes lo necesitan, nuestra condición nacional nos impulsa a tener control sobre quiénes entran a nuestro país. Mientras tanto, México se ha convertido en un país de tránsito, y destino, de migrantes.

 

@FernandoNGE

 

fnge1@hotmail.com

 

Autor

Fernando Nùñez de la Garza Evia
Fernando Nùñez de la Garza Evia
Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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