PREGONERO

Periodismo

En los últimos años la labor del periodista ha querido ser desacreditada, suplantada o minimizada al antojo de quienes –bajo el amparo del poder- sentencian lo bueno y lo malo de manera unilateral y sin más razón que una simpatía partidista.

La presencia y labor del periodista ha evolucionado con el pasar de los años, tal y como dice Ryszard Kapuscinski: “Hace 50 años este oficio se veía muy diferente a como se percibe hoy. Se trata de una profesión de alto respeto y dignidad, que jugaba un papel intelectual y político. La ejercía un grupo reducido de personas que obtenían el reconocimiento de sus sociedades”.

No es el periodista de verdad el que ha modificado la percepción de su trabajo, sino aquellos que han olvidado las bases del buen periodismo y el fin para con la sociedad a la que mantienen informada.

Unos años atrás, en el restaurante del Hotel El Morillo, el profesor Javier Villarreal Lozano me contaba con semblante emocionado, cómo en 1963 tres inquietos jóvenes habían decidido fundar El Heraldo de Saltillo, periódico que a la postre se convertiría en el decano de la ciudad.

Aunque ninguno de ellos tenía como tal una preparación académica en periodismo (las instituciones que lo impartían entonces debieron ser muy pocas en el país), sí tenían experiencia en la profesión y contaban con algo que pareciera ser desestimado en la actualidad por quienes se aventuran en este camino: la pasión.

Con el paso de los años don Francisco de la Peña Dávila, quien estuvo en la dirección general de El Heraldo hasta su fallecimiento, logró consolidar toda una institución periodística y un referente informativo en la ciudad y el estado, algo que quizá hace 60 años no imaginaban aquellos tres jóvenes.

Hace más de 10 años llegué buscando la oportunidad a El Heraldo de Saltillo, cuando aún era estudiante de la Facultad de Comunicación, sin saber que con el tiempo se convertiría en mi segunda casa.

En este camino he conocido a muchos colegas, dentro y fuera de la redacción, en muchos de ellos he visto aún esa pasión por informar, por eso sé que ese periodismo sigue aún vivo, y –aunque evolucionado- se sigue abriendo paso para llevar diariamente las noticias a la sociedad.

Es preciso advertir a quienes están aún en las aulas, que más allá de los conocimientos que seguramente adquirirán, en esta profesión se necesita vocación y pasión. Se requiere enamoramiento y dedicación.

También, para estudiantes y colegas en activo, es importante recordar lo que señalaba Kapuscinski: Escribir periodismo es una actividad sumamente delicada. Hay que medir las palabras que usamos… Nuestro criterio ético debe basarse en el respeto a la integridad y la imagen del otro. Porque nosotros nos vamos y nunca regresamos, pero lo que escribimos de las personas queda con ellas por el resto de su vida.

Este año El Heraldo de Saltillo llega a sus 60 años, en una época difícil para el periodismo y con formatos totalmente diferentes de como inició, pero con el mismo compromiso que sus fundadores le imprimieron. Francisco y Alicia de la Peña de León han sabido conservar el enorme legado que heredaron.

Soy testigo –cada día- de la pasión con la que los reporteros salen a las calles para conseguir la información; y de la entrega de todo el equipo: administrativo, editores y diseñadores, para que los lectores puedan seguir informándose.

Muy seguramente en el camino seguirá habiendo retos para el periodismo y el periodista, pero -como lo ha hecho en éstas seis décadas- también tengo la seguridad de que El Heraldo seguirá haciendo periodismo a costa de todo.

 

Autor

José Torres Anguiano
José Torres Anguiano
Reportero Multimedia. Periodista de barrio y contador de historias apasionantes.
Premio Nacional de Comunicación "José Pagés Llergo" 2017.
Premio Estatal de Periodismo 2015, 2016, 2017 y 2018.
Premio de Periodismo Cultural UAdeC 2016, 2018, 2021 y 2023.