La intentona autoritaria
“Idiota” proviene del antiguo griego, y hacía referencia a las personas que no se interesaban por los asuntos públicos, sino solo por sus intereses privados. En los momentos decisivos de la vida de las naciones, resulta fundamental dejar a un lado la idiotez para participar en la vida pública nacional. Y la intentona autoritaria por destruir al Instituto Nacional Electoral (INE) es, sin duda, un momento crítico que merece nuestra activa participación.
Primero, se captura al réferi. Después, se marginan a los jugadores contrarios. Finalmente, se reescriben las reglas del juego para obtener ventaja. Son los tres pasos que los políticos aspirantes a autoritarios utilizan para consolidar el poder, de acuerdo con el libro “Cómo mueren las democracias” de los politólogos de la Universidad de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Eso es lo que han hecho líderes populistas en Hungría, Venezuela, Polonia y Nicaragua. Y eso es precisamente lo que se quiere hacer en México. El llamado Plan-B del presidente pretende capturar al réferi electoral al reducir la estructura del Instituto Nacional Electoral (INE) en un 85%, marginar a los jugadores al nombrar a los representantes de casilla 48 horas antes de la elección, y reescribir las reglas del juego al permitir la libre promoción de los funcionarios públicos y el uso irrestricto de propaganda gubernamental.
La hipocresía no puede ser mayor. Ante una competida elección presidencial en 2006, la intervención del entonces presidente Vicente Fox y ciertas cúpulas empresariales, y la errónea creencia de fraude, los partidos políticos consensuaron una amplia reforma electoral en 2007 – 2008 para satisfacer las exigencias del candidato perdedor Andrés Manuel López Obrador. Con el fin de hacer más equitativas las elecciones, se aprobaron tres puntos medulares: la regulación de los espacios de radio y televisión, la restricción de propaganda gubernamental, y un claro calendario electoral. Ahora que han llegado al poder, aprueban un Plan B que va en contra de todo lo que predicaron en el pasado.
Ante el lamentable estado de la oposición, entra la sociedad civil organizada. En la Ciudad de México al menos, la marcha del pasado domingo 26 de febrero estuvo compuesta por la clase media y alta mexicana, las cuales entraron masivamente por las antiguas calles de 5 de mayo y 16 de septiembre, las mismas calles por las que ingresaron Agustín de Iturbide al consumar la independencia, Benito Juárez al restaurar la república, y Francisco I. Madero al vencer en la Revolución. Desafiaron al presidente de la República en un lenguaje primitivo que él conoce bien: la toma del espacio. El jurista y exministro José Ramón Cossío, ante decenas de miles, le dijo a la Corte: “…no avalen una reforma electoral inconstitucional e inmoral”.
El autoritarismo se ha cristalizado. Estamos ante una coyuntura crítica en la vida política nacional. Y, como pocas veces, el país necesita de sus ciudadanos: “miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a sus leyes”, dice la Real Academia Española (RAE).
@FernandoNGE
Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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