CAMBIANDO REALIDADES

Cada uno de nosotros vive en un mundo de su propia creación

Paul Foster Case

 Hay una maestría natural en todos nosotros para transformar nuestra realidad. El problema es que apenas la entendemos. La hemos constreñido al mundo material, olvidando que éste tiene su origen en lo inmaterial, en lo que hoy llamamos materia oscura, donde todo comienza con una partícula vibrante, y en lo que antaño se denominó mundo del espíritu: éter, nirvana, cielo.

Pero la realidad ni siquiera está en las cosas que podemos oler, tocar, oír, ver y degustar, sino en la forma en que las percibimos e interpretamos. Lo que sucede dentro de nosotros en esa interacción también es realidad y es, por cierto, inmaterial.

Pero ni siquiera esa es la verdadera realidad, sino solo la porción en la que nosotros somos creadores y transformadores de realidades. Desentrañemos: los budistas y la física cuántica coinciden en hay dos tipos de realidad: la relativa y la absoluta.

La relativa es aquella susceptible de interpretaciones y cambios; una mezcla de facultades como sensorialidad y raciocinio, con construcciones sociales, como creencias, reglas, modas, y las interacciones modificatorias de ambas con la naturaleza.

La absoluta es, hasta ahora, una teoría para la física y una experiencia de unidad con el universo para el budismo, accesible eventualmente a través de la meditación, única acción propiciatoria. Aunque suene raro, la meditación es acción realizada por la voluntad de estar en calma.

La realidad absoluta, única verdad, solo puede ser experimentada por la conciencia humana en su totalidad y en una fracción de segundos. Es omnicomprensiva, no tiene fracciones; así que no puede ser diseccionada ni entendida racionalmente ni transmitida verbalmente sin que, como decía Jiddu Krishnamurti, pierda su calidad de realidad y de verdad. Física cuántica pura.

Sin embargo, con la realidad parcial podemos hacer maravillas, para tener lo que todos, sin duda alguna, queremos: vidas satisfactorias. Pero debemos, prioritariamente, transformarla ahí donde realmente importa hacerlo: interiormente, y esa es la cruzada épica de nuestras vidas, el viaje a Ítaca, el camino del héroe que debemos ser para nosotros mismos.

Pero por algo hay que comenzar: el primer paradigma que debemos cambiar es que la vida se trata de actuar. En realidad, se trata de sentir; de aprender a sentir, para ser precisos, y adquirir la habilidad consciente de crear a partir de ello.

Todos moldeamos nuestras vidas con lo que sentimos, no con lo que pensamos. A diferencia de lo que solemos creer, el miedo es nuestro principal motivo, no el amor. Por ello, trabajar con nuestros miedos se vuelve esencial. No se trata de dejar de sentirlos, sino de reconocerlos, uno por uno, y restarles poder, para lo cual podemos generar una intensidad emocional positiva que los supere, de manera que nos impulse a la acción decidida. Eso es realmente una convicción, no una idea fija.

Una de las mejores formas de generar y controlar la intensidad emocional se llama sublimar, es decir, enaltecer algo que lo haga sumamente deseable, irresistible. Pero como todo lo que sí funciona, involucra técnica y, sobre todo, disciplina.

La técnica es un proceso mental que ya efectuamos en automático, pero de manera inconsciente y negativa: es la cadena interactiva idea-emoción-visión, para construir una imagen poderosa, que, a decir del gran ocultista Paul Foster Case, es la llave del subconsciente.

Para utilizarla a voluntad, se parte de un miedo detectado o un impulso interior negativo, al cual opondremos un pensamiento positivo que fijaremos en nuestra mente imaginando su realización, de manera que generemos emociones concordantes; persistiremos en el ejercicio imaginativo para incrementar la intensidad de éstas, hasta que notemos que rebasa al temor, momento en el cual le asignaremos una imagen en particular, de manera que cada vez que la traigamos a nuestra mente reactive la fórmula completa. Y lo hacemos todos los días, porque al subconsciente solo lo moldea la repetición. Neurocuántica pura.

delasfuentesopina@gmail.com

 

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
El Heraldo de Saltillo