Todo cambia dice la canción, pero no siempre es cierto; hay quienes no lo hacen y siguen tropezando con la misma piedra.
Y cerca y no tan cerca, tenemos dos aterradores ejemplos:
Trump haciendo campaña con México en la boca y AMLO, vistiéndose de valientito frente a periodistas e instituciones, pero todo lo que tiene de matón desaparece y aflora la cobardía, ante ese gringo que lo insulta y seguramente algo gordo le sabe, para tenerlo tan mansito.
En su primer discurso de campaña en New Hampshire y luego en Carolina del Sur, porque busca de nuevo llegar a la presidencia, Trump se vanaglorió de haber amenazado a México y se burló de la docilidad de López Obrador y “su representante” frente a sus imposiciones.
“Nos dieron 28 mil soldados para proteger nuestra frontera y todavía me dijeron, que estaban muy honrados por hacerlo” se mofó aprovechando el impacto que tuvo la revelación del exsecretario de estado Mike Pompeo, en su libro «Never Give An Inch» (No cedas ni una pulgada).
Donde asegura que el Canciller Marcelo Ebrard, le pidió ocultar a los mexicanos el acuerdo en temas migratorios que nos ha llevado a tener concentrados en las fronteras o cruzando el país, cientos de miles de extranjeros a los que EU niega la entrada.
Sorprendente que en lugar de con indignación, López Obrador haya respondido reiterando su respeto a Trump y advirtiendo que no contestará “a faramallas de campaña”, ni gastará “la pólvora en infiernitos”.
Lo que además de sumisión, exhibe su indiferencia respecto de la seguridad nacional que está obligado a cuidar, al no poder México decidir quién entra y quien permanece en nuestro territorio.
Y falta de compasión por todas esas personas, que viven hacinadas y en pésimas condiciones, a merced de las mafias y con el limbo como futuro.
Zangaruto, llaman en Michoacán a los trompos que bailan sin cadencia y chocando con cuanta piedrita encuentran.
Y ese bailar sin ton ni son del trompo zangaruto, se parece a las mañaneras de López Obrador.
Salta de uno a otro asunto, choca por aquí con algún periodista, por allá con el INE, se tambalea al topar con leyes que no respeta, y sigue de tumbo en tumbo atacando intelectuales, países, organizaciones y medios de comunicación internacionales y nacionales; a los que no para de calumniar, porque les tiene tierra o los quiere arrodillados.
Zangaruto como es, su mente es incapaz de centrarse en una sola cosa y aún de recordar lo que dijo momentos o días antes.
Infinidad de veces se ha jactado de tener muchísimos amigos, Trump por cierto entre ellos, pero ahora asegura no tenerlos.
“En política los amigos son de mentira”, dijo esta semana en Puebla a miembros de la Guardia Nacional para animarlos “a ser felices”, distribuyendo las tarjetas de bienestar.
¿Qué tiene que ver la felicidad de esos muchachos, con repartir plásticos?
Nada, pero el presidente no desaprovecha oportunidades para sermonear y ponerse de ejemplo y afirmar que tiene la conciencia muy tranquila; confirmando que “cada quién habla, de lo que carece”
Y amén de repartir lo que no es suyo, reveló que no lo hace para tranquilizar su conciencia, sino “como estrategia política” para ganar votos.
“Ayudando a los pobres -expresó sin darse cuenta de lo que estaba reconociendo- se va a la segura; no se trata de un asunto personal sino de un asunto de estrategia política, porque ya sabe que cuando se necesite defender, en este caso la Cuarta Transformación, se cuenta con el apoyo de ellos…”
O sea que la multiplicación de mexicanos pobres que ha hecho su gobierno, no se debe a su impericia e incultura ni a la corrupción y falta de preparación de sus colaboradores, sino a su empeño por contar con más apoyadores.
Son ya 58 millones los compatriotas que viven en pobreza y desgraciadamente, el número seguirá creciendo, entre otras cosas, porque su negativa a dar apoyos en la pandemia provocó que abandonaran la escuela más de 5 millones 200 mil estudiantes, el 14 por ciento de la población escolar y sin educación, les será muy difícil mejorar su nivel de vida.
Finalizo este artículo con susto por las mañaneras que nos esperan, si la UNAM informa con base en documentos que la ministra Yazmín Esquivel ha presentado, que no fue ella la plagiaría sino la plagiada; porque su tesis estuvo lista desde 1985, un año antes que la de Édgar Ulises Báez.
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