La sociedad civil como remedio milagroso
En tiempos desesperados tendemos a buscar soluciones milagrosas. La oposición política del país ciertamente se encuentra en una situación desesperada ante las constantes tumbas electorales recibidas desde 2018. Ante la desconfianza que reciben de una parte considerable de la población mexicana, han recurrido a un remedio positivo, aunque sobrevalorado: la sociedad civil.
Nos olvidamos de que antes del nacimiento de la democracia y la sociedad civil está el Estado. De acuerdo con el gran politólogo estadounidense Francis Fukuyama, todo país desarrollado tiene tres componentes fundamentales, construidos en el siguiente orden: Estado, ley, y rendición de cuentas a través de elecciones. En México, hemos tenido históricamente un Estado débil, trayendo como consecuencia un estado de derecho deficiente y, finalmente, una democracia frágil. Este último punto lo podemos ver con la llegada al poder de un movimiento populista y el socavamiento de los partidos políticos tradicionales. Peor aún, actualmente se implementan políticas que debilitan aún más al Estado, la ley y, ahora, las elecciones.
Por ello, la oposición acude a la sociedad civil en un intento de “ábrase en caso de emergencia”. Y sin duda, la sociedad civil es fundamental para la democracia: como bien se ha señalado, el norte de Italia está más desarrollado que el sur, por lo que no resulta raro que la primera región tenga una sociedad civil vibrante mientras que la segunda una inexistente. Muy parecido al caso mexicano, por cierto. Sin embargo, la sociedad civil también puede servir como instrumento para su destrucción. Como bien lo señaló la académica Sheri Berman en su trabajo “La Sociedad Civil y el Colapso de la República de Weimar”, las estructuras de la sociedad civil alemana de la posguerra fueron fundamentales para la expansión del Nacional Socialismo y la conquista del poder: “A medida que la Gran Depresión se extendía por Europa, Alemania se encontró con instituciones políticas débiles y una sociedad civil fragmentada pero muy organizada; esto… demostraría ser el escenario ideal”.
Ante la cesión de importantes espacios de poder a las organizaciones de la sociedad civil, surgen diversas preguntas. Primero, ¿quiénes están detrás y financian las distintas organizaciones que forman parte del movimiento opositor? Segundo, ¿qué ideas seguirán los candidatos, debido a que no militan en un partido político? Y tercero, ¿cómo se comportarán los candidatos y, sobre todo, los futuros gobernantes ante los partidos políticos? La experiencia no es alentadora en ese sentido: una y otra vez se ha visto que candidatos sin partido no negocian eficazmente porque no cuentan con un respaldo partidista, no conocen a la clase política, y no tienen experiencia política. Y lo que viene es, generalmente, parálisis política.
Andrés Manuel López Obrador es un político profesional con larga trayectoria pública. Llegó al poder con un apoyo abrumador y, a pesar de todo, sus niveles de popularidad rondan el 60%. Recordemos: para que la democracia exista y sean funcional se necesita una sociedad civil vibrante pero, antes y sobre todo, un Estado fuerte con partidos políticos consolidados.
@FernandoNGE
Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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