Estaba empezando este artículo y pensando de donde me vendría el gusto por lo ruso y recordé que tendría unos 8 años, cuando en alguno de los seis tomos del Libro de Oro de los Niños vi ilustraciones de niños de diferentes países vestidos con trajes típicos.
Quedé fascinada y pedí de cuelga para mi siguiente santo el de Holanda, con sus suecos de madera con los que taconeaba por toda la casa y no me quitaba ni para dormir y el de Rusia, con pandero y corona de flores de la que colgaban listoncitos de colores y que, para mi pesar, al poco tiempo me quedó chico y heredó mi hermana Lucrecia.
Pienso que influyeron también, los cuentos de hadas y novelas para niñas de la Condesa de Ségur, nacida en San Petersburgo en 1799, que por esa época me regalaron mis papás porque tengo grabado al General Durakín, de personalidad tan impactante como su apellido.
En fin, además de los viajes que ya conté hice sin autorización oficial porque los periodistas extranjeros no podíamos movernos más allá de 36 kilómetros, fui con todas las de la ley a varias regiones de la URSS.
A Kiev, distante 820 kilómetros de Moscú, fuimos varios corresponsales en un elegante vagón con asientos de terciopelo y camareras que servían chai piervi class (té hindú de primera clase) en vasos de cristal cortado, forrados de plata.
Iban también aparatischcki (funcionarios) de la agencia de prensa Novosti, que se sentían tres escalones arriba de la humanidad y contaban sin parar chistes “contra” el gobierno soviético, que en realidad lo ensalzaban.
Eran tan ridículos que, para presumir su lencería extranjera fuera del alcance de la gente común, recorrían el tren y se bajaban en las estaciones en pijama y camisón; de pena ajena.
La bella Kiev, capital de la Ucrania que hoy está empeñado Putin en desaparecer, fue fundada el año 882 por el vikingo Oleg de Nóvgorod y dio origen a la Rus de Kiev, integrada por varias tribus.
Constituyó el primer estado eslavo ortodoxo y su territorio abarcaba las actuales Ucrania, Bielorrusia, Rusia occidental y Suecia.
A sus habitantes se les llamó rcrus, luego varegos y a partir del siglo IX remeros, por estar dedicados a abrir rutas navales para mercancías y esclavos.
Conforme iban conquistando territorios, fundaban ciudades y por ser Kiev la principal, la heredaba el hijo mayor del rey; con el que después debían guerrear los hermanos hasta que uno vencía y se comprometía a mantener el reino unido y defendido de nómadas, jázaros y el Imperio Bizantino, el más poderoso de la época.
El ocaso de la Rus de Kiev inició con el auge de las Cruzadas y acabó cuando el ejército mongol de arqueros a caballo ocupó buena parte del continente asiático.
Los invasores turcos, austrohúngaros, polacos, franceses, alemanes y rusos, fueron dejando construcciones que convirtieron a Ucrania, cuyo nombre significa tierra fronteriza, en una nación poderosa y preciosa de gente alegre, amable y guapa; la mayoría, con brillantes ojos azules.
Advertí que muchos repudiaban al gobierno y había resentimiento por la holodomor (gran hambruna) provocada por la colectivización forzosa y confiscación de cosechas que impuso Stalin, causando la muerte a millones.
Kiev tenía bellos edificios, plazas, estaciones del Metro y artesanía textil, mucha producción de lácteos, vegetales, carnes y cereales y enormes monumentos propagandísticos, como el de la Madre Patria; construido en homenaje a la victoria de los países aliados en la Segunda Guerra Mundial.
Himnos y estatuas rendían homenaje a los principales héroes de esa guerra, en la que murieron 20 millones de soviéticos y que los rusos llaman Gran Guerra Patria, porque la participación de la URSS fue fundamental para ganarle a Alemania.
Uno de los edificios más emblemáticos era la Catedral de Santa Sofía, construida primero en madera y luego con bloques de granito y cuyos cimientos se colocaron el año 1011.
Sus 13 cúpulas, dedicadas a Cristo y sus doce apóstoles y las 40 ventanitas de la más alta, la hicieron el edificio más complejo de la antigüedad,
En el siglo XVI se añadieron a su interior cuadros, frescos y mosaicos y empezó a ser sede de fiestas religiosas y solemnidades de los grandes duques, firma de alianzas políticas, archivo de documentos crónicas y de la primera biblioteca rusa.
En su larga historia, esta majestuosa iglesia que en 1990 fue declarada patrimonio de la Humanidad, sufrió modificaciones, acechanzas y saqueos.
Durante la ocupación nazi, fue desmantelada y muchas de sus riquezas llevadas a Alemania.
En parte del periodo soviético, no se permitió el culto religioso y fue convertida en archivero.
Y hasta antes de los bombardeos de Putin que le han causado graves daños, en su plaza y la cercana Puerta de Oro se celebraban fiestas navideñas y civiles.
Entre otros muchos templos, castillos y monumentos visitamos también, la Casa con Quimeras, esculturitas grotescas que los arquitectos medievales colocaban en fachadas y esquinas.
La comida me pareció muy rica, llevándome la sorpresa que son ucranianos platos que creía rusos: borsch, (sopa de betabel con carne y crema) varenkis (ravioles) kholodets (galantinas de carne o pescado) kalvasa (salchicha) deruny (bolitas de papa flotando en caldo) y Paska (pan de pascua).
Y lo mismo pasó con canciones como Kalinka, danzas y trajes típicos; como el de mi infancia.
En otra ocasión fuimos a Odessa y Crimea, importante puerto del Mar Negro que Rusia se había anexado y Nikita Khrushchev devolvió a Ucrania; y desde donde salían cruceros de recreo a las repúblicas bálticas y Leningrado.
La influencia cultural y política de Ucrania sobre Rusia, ha sido enorme.
Además de haber sido Kiev capital del primer estado ruso y en los siglos siguientes Ucrania tuvo mayor importancia geopolítica que Rusia, en más de la mitad del tiempo que la gobernó la Unión Soviética (1922 a 1991) sus máximos dirigentes fueron ucranianos:
Nikita Khrushchev (1953-1965) Leonid Brezhnev (1964 y 1982) Konstantin Chernenko (1984-1985) Mijail Gorbachev, (1985 hasta la disolución de la URSS en 1991)
Y sabía Gorbachov de lo que hablaba, cuando aseguró «Putin encarna las peores características del partido comunista soviético».
Fueron también ucranianos, el ideólogo y político Leon Trostky nacido en una familia judía de Bereslavka, el 7 de noviembre de 1879 y asesinado en la Ciudad de México, el 21 de agosto de 1940.
Nikolái Gógol autor de El capote y Las almas muertas, Isaak Bábel de Caballería Roja y Cuentos de Odesa.
Mijaíl Shólojov de Los Cosacos del Don y el Don apacible, historia de una familia cosaca de principios de siglo hasta la Revolución de Octubre; Mijail Bulgákov de El maestro y Margarita, Joseph Conrad, Joseph Roth.
Y Svetlana Aleksiévich, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2015.
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