José Woldenberg se ha caracterizado por su inteligencia, visión y congruencia política y su aporte a la izquierda y la cultura.
De ahí que, al cumplir 70 años, haya tenido tantos reconocimientos.
Entre otros, un homenaje en la UNAM de cuya Facultad de Ciencias Políticas y Sociales es profesor desde 1974; y un libro que reúne 45 testimonios de sus más cercanos.
Crítico severo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sus columnas de los martes en El Universal y sus colaboraciones para Nexos han ido endureciendo sus juicios, conforme se incrementan los actos antidemocráticos del presidente.
Y ruego porque no tenga que quitarle las interrogaciones a la de este 4 de septiembre, titulada ¿Dictadura?
Es precisamente la defensa de la democracia, lo que ha sido la preocupación central de Pepe y a eso obedece, que nos esté continuamente recordando cómo ha sido el proceso y lo que ha costado alcanzar la que tenemos.
Algo indispensable en estos momentos, ante las amenazas presidenciales de acabar con ella.
Su empeño por explicar y defender el largo y difícil camino para tener las instituciones que hoy nos rigen y su afán para que se entienda que formamos una sociedad plural y vivimos en una república liberal y laica, representativa y democrática que debe ser respetada, le ha ganado la confianza de la mayoría de los mexicanos; lo que no es fácil.
Y por eso pudo ser el primer consejero ciudadano presidente del Instituto Federal Electoral, actual INE, que mucho le debe la credibilidad con la que cuenta.
Así que imagino lo que ahora le pesarán los peligros que se ciernen sobre este instituto, que nos ha permitido tener comicios confiables y dejar de ser conocidos en el mundo, como un país de elecciones fraudulentas.
Logros que busca destruir quien ha sido uno de sus principales beneficiarios, López Obrador; que no sabe de cultura y tolerancia y en su ignorancia narcisista cree que la política consiste en desconocer las leyes y desaparecer, al contrario.
De todo lo que sobre Pepe Woldenberg se ha publicado en los últimos días, me gustó lo que Enrique Krauze escribió en Reforma.
Porque destaca entre sus cualidades la valoración del debate, inclinación a la tolerancia, su instintiva disposición a escuchar, su temple suave, carácter amable y decencia natural; prendas que puso al servicio de la vida pública.
Refiere Krauze que su lejana hermandad con Woldenberg no nace solo, del mutuo interés por la democracia sino “por ser ramas del tronco judío europeo, trasplantado a México y compartir un sentimiento de gratitud por este país, que acogió a nuestros padres y que es nuestro único hogar.”
Y lo cito aquí, porque en su primera novela “Las ausencias presentes”, publicada por Cal y Arena en 1992 y que dedica a su hija Laura “nieta y bisnieta de emigrantes” y abre con la impactante frase de Edmond Jabés No hay recuerdo inocente, Pepe resalta los de su abuelo.
Sobre todo, la gratitud sentida hacía el único hombre que, en la agencia aduanal de Veracruz a poco de bajarse del barco tras una larga y a ratos infame travesía con esposa y un hijito, le habló en polaco sirviéndole de traductor en sus trámites de entrada.
“Creo, decía el abuelo, que de puro agradecimiento me quedé en Veracruz para ayudar a desembarcar y establecerse a otros inmigrantes. Era una forma de pagar la deuda”.
Y me parece que esa deuda del abuelo, la sigue pagando el nieto, al ayudar “a forjar las epopeyas colectivas”; en las que entran no solo libros y discursos, sino los colores y sabores de la nueva tierra, que Pepe conoce tan a fondo.
Recordaba el abuelo Woldenberg, que su trabajo como abonero lo llevó al descubrir que para vender “la palabra es crucial, hay que aprender a hablar y hablar bien”.
Y de ese heredado afán por mejorar, procede el esfuerzo de Pepe porque se entienda la importancia de la democracia, del Estado laico y la libertad de cultos, la coexistencia entre los diferentes; porque ayudarán a evitar que queden preguntas sin respuesta que suelen llevar a atrocidades.
Las leyes, afirmaba el abuelo, son una especie de cinturón de castidad que intenta impedir que lo peor de los hombres se expanda sin medida.
Y eso es lo que está ocurriendo en México por las leyes que no se cumplen; como lo muestra, entre mil cosas más, lo que estamos conociendo a través de los hackeos de la Guacamaya.
En fin, como dice Pepe al final de “Las ausencias presentes”, quizá no seamos nada más, que las historias que hemos escuchado.
Y la que cuenta de su abuelo, me encantó.
Autor
Otros artículos del mismo autor
- OPINIÓN20 noviembre, 2024IGLESIAS ABANDONADAS
- OPINIÓN13 noviembre, 2024CON CARA DE PALO
- OPINIÓN6 noviembre, 2024SOLUCIONES FÁCILES
- OPINIÓN30 octubre, 2024PODEROSOS CASTIGADOS