Jesús Castilla Sánchez también fue testigo del “Trenazo de Puente Moreno”

“Si tengo el recuerdo de esa noche del trenazo de Puente Moreno hace 50 años al sur de la ciudad y que desgraciadamente fue  una tragedia inolvidable en mi vida y de los Saltillenses”, narra el saltillense Jesús Castilla Sánchez en un testimonio que compartió con El Heraldo de Saltillo.

“Yo vivía en ese tiempo en contra esquina de la Escuela Normal del Estado frente a la Alameda Zaragoza. Y esa noche, ya casi para dormirme, escuché muchas sirenas y yo había dejado un carro estacionado frente a mi negocio en la calle de Allende y Ocampo, en el mero centro de la ciudad. Recuerdo que eran como las 12 de la noche y me fui caminando para ir por mi carro, temiendo que le pasara algo  por la calle de Aldama, y al llegar a la clínica Saltillo —ahora está ahí un Waldos— vi cómo estaban sacando heridos de las ambulancias de la Cruz Roja y otras y camionetas privadas que ayudaron para traer los heridos del trenazo, y que los colocaban en el suelo en los pasillos hasta el tercer piso, porque ya todas las camas estaban ocupadas y  ahí vi a nuestro amigo el “árabe” Jorge Nohemí, que en ese tiempo estaba colaborando con la policía municipal, y cómo era mi amigo me dice “ven,ayúdanos Chuy y vámonos a Puente Moreno para que nos ayudes”. Él y los patrulleros ya habían dado varias vueltas acarreando heridos y ahí vamos a toda velocidad por la calle de Obregón hasta a un lado de El Morillo para  llegar al lugar del accidente.

Me impresionó mucho cómo estaban los trenes  hechos chatarra,  toda una tragedia que nunca se me ha olvidado, y ahí estaban unos vagones de ferrocarril uno sobre otro y nos metimos a ayudar en lo que se podía, y en uno de los vagones oíamos una niña llorando que estaba  atrapada.  No se podía ver, pero si se oían sus gritos y lloridos muy desesperantes, y ahí yo me puse con una careta de soldador y un soplete  para quitar una placa de acero para poder sacar a la niña que lloraba, y gracias a Dios la oímos y la pudimos sacar. Ella era como de 5 años, estaba atrapada entre su mamá y su papá pero desgraciadamente ellos no aguantaron y fallecieron, y a la niña la pudimos sacar gracias a Dios milagrosamente. Dios le salvó la vida. Luego llegaron unas señoras que venía en el tren en los vagones de mero atrás y salieron ilesas, y ellas se la llevaron a la niña  a su casa por la colonia del Cerro del Pueblo. Una de las señoras me dio su dirección y yo les di la mía, y cada Navidad me buscaban y estuvimos apoyando modestamente con su libros de escuela y un pequeño regalo de Navidad para esta niña que quedó desgraciadamente huérfana. Ya cómo en los 12 años de edad se la llevaron unos parientes a vivir con ellos a Monterrey ya no supe yo de ella, pero esa fue una experiencia única e inolvidable en mi vida.

Nunca podré olvidar esa trágica noche y fecha y ahí  nos quedamos ayudando todo el día, acarreando gente a las camionetas y ambulancias que iban y venían. Es así como me tocó vivir en carne propia esa trágica experiencia que jamás olvidaré.

Aquí en nuestra bella y amada ciudad de  Saltillo, que en ese tiempo casi todos nos conocíamos, éramos una gran familia Saltillenses. Todos nos echábamos la mano como hermanos.

En ese tiempo se pidió apoyo hasta la Cruz Roja y Bomberos de Monterrey y los bomberos de la Internacional Harvester y del GIS recuerdo que fueron de gran ayuda. (EL HERALDO)

 

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El Heraldo de Saltillo
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