RUBIA (BLONDE)

 

Escándalo ha provocado la película Blonde que, tomando fragmentos de la vida de Marilyn Monroe desde que era Norma Jean Baker hasta que apareció muerta en su cama  en 1962, y tras su paso por los festivales de San Sebastián y Venecia, se erige como una de las apuestas más atrevidas que tiene Netflix en su generosa cartelera. ¿Obra maestra? ¿Exacerbación de la sordidez? ¿Astucia visual? ¿Ninguna de las anteriores? Este filme debe ser visionado teniendo en cuenta las sabias palabras del director y guionista Paul Schrader: la película tiene valor, pero en ella no se encuentra Marilyn Monroe.

El retrato que ‘Blonde’ entrega a los espectadores acerca de la mítica Marilyn Monroe es crudo, sórdido, aterrador por momentos y casi siempre violento y en sus imágenes deformadas y sometidas a un tratamiento visual en blanco y negro y en colores no permite visualizar con claridad cómo esta niña abusada llamada Norma Jean Baker se transformó en la diosa del cine que se inmortalizó en un puñado de películas que revelan cuán grande era (o pudo ser).

El filme está sustentado en una de las mejores actuaciones de Ana de Armas que, sin duda, se alzará entre las candidatas a mejor actriz protagonista en los premios Óscar 2023, por su transformación como la rubia platinada en una performance que de seguro fascinará a la Academia, proclive a las actuaciones camaleónicas y a los retratos feroces de la industria del cine.

Dirigida por Andrew Dominik, que adapta la aclamada novela de Joyce Carol Oates y desarrolla su historia en casi tres horas de metraje, deja de inmediato planteada las siguientes interrogantes: ¿Estamos en presencia de una de las mejores películas del año más inspiradas del año o se trata solamente de un muestrario discutible de la podrida sociedad y el derroche de miserias respecto de una de las leyendas del cine? ¿Es acaso un retrato brutal de Hollywood o solo es un morboso recuento de los mil y un sufrimientos de una mujer que fue destruida por la industria ciega ante su talento y versatilidad?

Cabe advertir que el director Dominik se introduce en diferentes géneros, siendo el drama el dominante, pero también se adentra en el impacto surreal de ciertos momentos, al límite de lo grotesco, incursionando incluso en el horror físico y mental donde no siempre está bien delimitado cuál es lo real, lo imaginado o lo proyectado.

Lo único claro es que ‘Blonde’ divide a los espectadores: ésta no es una película de consumo fácil, gusta o desagrada sin términos medios y no da tregua en su retrato brutal de un contexto que asfixia a una actriz que se vislumbraba como estrella y cuyo periplo incluyó escándalos, matrimonios con celebridades y amoríos hasta con el mismísimo Presidente de Estados Unidos.

A destacar es el riesgo del director cuando construye su película usando una estética dura, con una propuesta formal que incluye cambios de formato, saltos del blanco y negro al color, transiciones visualmente ingeniosas, narración fragmentada y elementos surrealistas, que remiten a las secuencias más perturbadoras de David Lynch, lo que puede dejar extasiados a los amantes de la técnica, aunque como historia resulte tan cruel, confusa y grotesca para algunos que adoran el mito Monroe y no toleran que se le destruya en aras de la ficción.

El filme demoró una década para llegar a ser exhibido y una gran discusión en el seno de Netflix, que rechazó varias versiones de la película antes de dar su aprobación a la ‘Blonde’ que se encuentra en la parrilla programática del gigante del streaming.

Desde luego que el filme no contribuye a conocer el tránsito de Norma Jean Baker a Marilyn Monroe, de la que solo sabemos que sobrevive a una madre mentalmente enferma y abusiva, cuyo padre siempre estuvo ausente y que forjó en la futura actriz su gran objeto del deseo: la presencia de un padre protector que nunca tuvo y que siempre anheló. Como bien dijo alguien, todos siempre quisieron un trozo de Marilyn Monroe y el director Andrew Dominik, siguiendo esta lógica, ha tomado el más sórdido, el más sufrido y oscuro.

No es casual que la película se inicie con la inmortal escena de ‘La tentación vive arriba’ (Billy Wilder, 1955) en la que a la actriz se le levanta el vestido blanco al pasar por una alcantarilla, es decir que ‘Blonde’ empieza aferrándose al mito, moviéndose en cámara lenta y con una imagen en blanco y negro, en una provocativa invitación a mirar más allá (o, como lo plantea Dominik durante toda la película, a mirar debajo de su falda) y de ahí en adelante nos va contando un cuento de terror: la infancia traumática de Norma Jeane junto a una madre mentalmente inestable, la búsqueda del padre anónimo (acaso una estrella de cine) y su ingreso al orfanato, cuna de sus temores, inseguridades y limitaciones.

De allí saltamos a la Norma Jeane (extraordinaria Ana de Armas) que lucha por encontrar una oportunidad de acceder a la industria del cine y que en su primera audición sufre el acoso y la violación por parte de Mr. Z (acaso Darryl F. Zanuck, quien estuvo al frente de 20th Century Fox en su época dorada), siendo ignorada por su talento y solo cotizada por sus curvas y su pelo rubio platino. Entonces la película sugiere que la sufrida Norma Jean accede a seguir este juego para llegar a ser la actriz que sueña e inventa a Marilyn Monroe que se aprovecha del efecto que causa en los hombres y surge entonces la bomba sexual que era segura, brillante y dueña de una chispa envidiable, ocultando todos sus demonios detrás de una fachada que la transformó en objeto de culto.

Es en este punto donde el director utiliza su mejor idea: dar cuenta que estamos ante dos mujeres -la Norma Jean asediada por los horrores de su existencia pasada y la Marilyn Monroe que se alza como una estrella capaz de eclipsar a todos- o sea, la división entre la persona privada y la persona pública, entre el ser humano y el mito. Cuando Norma Jean dice que “ésa que sale en pantalla no soy yo”, el director está insistiendo en la lucha interior que ella sufrió. Y el hecho se subraya porque lo que está visionando es el número musical clave en su carrera, el de ‘Diamonds are a girl’s best friends’, en la película ‘Los caballeros las prefieren rubias’ (Howard Hawks, 1953).

Hay una escena notable y perturbadora dentro de esta película: aquel cuando la protagonista se desdobla, donde Norma Jean sufre en silencio en la vida real y la diva platinada al otro lado del espejo, sonríe y nos lanza un beso. La mujer y el mito se han encontrado y tal vez, desdoblado hasta el infinito.

Como buen fanático de David Lynch, es inevitable no comparar la estética empleada por el director Dominik en este filme que recuerda (y es subrayada por la banda sonora) constantemente a las imágenes que mostraban a Laura Palmer, la protagonista que aparece muerta y envuelta en plástico en el capítulo inicial de “Twin Peaks”. Porque efectivamente, Marilyn Monroe es una figura que se alza angelical pero que sabemos se convertirá en un cadáver, una mujer que ha sido corrompida por un sistema y que no encuentra el camino a casa.

El director Dominik emplea también referencias evidentes de “Mulholland Drive”, esa pieza considerada maestra dentro de la filmografía de David Lynch, de la cual esta película se alimenta, sobre todo en su deseo de introducirse en el subconsciente y mostrarnos el horror de lo que se puede narrar. Pero pareciera que, en este acercamiento a Lynch, el director Dominik no alcanza la estatura de su maestro y esos instantes surreales se sienten forzados y ralentizan el ritmo del filme, considerando además que el objeto de deseo del director fue una mujer real, por lo tanto, sometida a la construcción que de ella han realizado millones antes.

Este filme está basado en la novela de Joyce Carol Oates, una ficción, una biografía parcialmente inventada de Marilyn Monroe donde se mezclan los datos reales y los ficticios creados por la escritora, que tenía la ambición de, a través de lo imaginado, llegar a una verdad más profunda sobre la figura de la actriz.

Pero como ‘Blonde’ es un filme, sus imágenes son tan perturbadoras que suponen que esa realidad (la del filme) es la que debe aceptar el espectador como tal, con toda la carga brutal que ello implica. Una ficción puede o no ajustarse a la realidad, pero ello implica juzgar la legitimidad del punto de vista escogida por el director que ha entregado una pesadilla subjetiva, onírica y tenebrosa acerca de la vida de Marilyn Monroe, aun cuando queda en la nebulosa la perspectiva, de quién realmente se trata el que cuenta el filme que no es ni Norma o Marilyn.

Hay también otra aproximación al filme: se trataría evidentemente de imágenes que solo pertenecen a la psique del realizador, es decir, a lo que él atesora de su objeto del deseo: hay que tomar en cuenta que vemos fotos de revistas y anuncios que anticipan el mito, la constante de mostrar el cuerpo antes que el talento de la actriz, sobre todo en su trasero, sus desnudos no siempre justificados que remata en la polémica y desagradable escena en primerísimo primer plano de la felación al Presidente Kennedy que es softporno y el hecho que su talento solo quede relativizado a la mirada del dramaturgo Arthur Miller mientras ella interpreta sin que su voz se escuche, lo que es una insistencia en el tema del cuerpo objetivado y  la ausencia como constante. Incluso hay una escena desde su útero con los médicos mirando su interior y el feto que adquiere voz que reiteran esta idea tan extraña de no saber cuál es la perspectiva desde donde nos cuentan la historia.

Hay que reconocer en todo caso la audacia que tiene el director en construir momentos admirables como la transición de un coito a la cascada de ‘Niágara’ (Henry Hathaway, 1953). La brillante recreación de la escena musical de ‘Con faldas y a lo loco’ (Billy Wilder, 1959) que, de pronto, se rompe (Marilyn para de cantar mientras la música sigue, como en el Club Silencio de ‘Mulholland Drive) para dar paso a un colapso emocional de la protagonista, que está harta de ser el chiste de turno. Como también hay instantes que son grotescos (la violación), vergonzosos (la felación) y en donde predominan los datos incompletos, como decir que Marilyn Monroe se opuso a la caza de brujas anticomunista y se centra -en palabras del propio director- en una mujer que lo tuvo todo de acuerdo con los estándares de la sociedad pero que, a pesar de su belleza y su fama, decidió suicidarse.

Puede ser, pero lo que se echa de menos en esta película es el talento descollante de Marilyn Monroe, su gracia, su ingenio, su conocimiento de temas como la literatura y la política y su plena conciencia de ser un modelo que se convertiría en marca y sello.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación