La tectónica recomposición de las bases partidistas
Vienen cambios tectónicos en los sistemas de partidos políticos. Alrededor del mundo, nuevos partidos nacen y otros muchos mueren, producto de cambios económicos y sociales que están impactando a la política. Las bases partidistas se encuentran en un proceso de recomposición en muchos países democráticos, y México no es la excepción.
Las bases sociales de los partidos políticos se mantuvieron básicamente intactas desde la creación de los sistemas de partidos. El contexto en que esto sucedió fue fundamental: la llegada de la Revolución Industrial y el advenimiento de la democracia. Por un lado, los partidos de derecha hicieron suya la defensa de los intereses burgueses, abogando por la propiedad privada y la economía de mercado. El liberalismo fue su bandera política central. Por otra parte, los partidos de izquierda hicieron suya la defensa de los intereses proletarios, propugnando por la redistribución de la riqueza y su participación política. La democracia fue su idea política principal. Por ello, las clases urbanas medias y altas se convirtieron en las bases sociales de la derecha, y las clases obreras y campesinas en las de la izquierda.
Sin embargo, el mundo ha cambiado. Durante los últimos cien años han aumentado los niveles de vida de todas las clases sociales, los países se han vuelto mayormente urbanos, y ha aumentado significativamente la migración. Ante ello, el eje central del debate político ha dejado de ser económico para convertirse en cultural. Las élites y clases medias, gozando en gran medida de seguridad material, han puesto en un primer plano ideas como el aborto, el matrimonio homoparental, el multiculturalismo y la inmigración. Por otra parte, las clases trabajadoras, disfrutando asimismo de mayores grados de seguridad material, han entrado al debate cultural, mostrándose más reticentes o en contra de muchas de las ideas defendidas por los cosmopolitas. Lo paradójico es que todas las clases sociales van en contra de sus intereses económicos: las clases altas y medias apoyando a partidos de izquierda que defienden la apertura cultural, pero abogan por mayor intervención estatal en asuntos económicos (más impuestos, por ejemplo); las clases bajas apoyando a partidos de derecha que promueven un conservadurismo cultural, pero alegan por una menor presencia del Estado en lo económico (menos programas sociales, por ejemplo).
En los países desarrollados, los choques son evidentes: Estados Unidos con Trump, el Reino Unido con Brexit, y Francia con el avance constante de la extrema derecha. Solamente en los últimos días, un partido con raíces nazis se convierte en el principal partido de la derecha y en el segundo más votado en Suecia. Por si fuera poco, también llega al poder un partido fascistoide en Italia, algo no visto desde la Segunda Guerra Mundial. En todos los casos, sin excepción, una parte considerable del voto provino de las clases trabajadoras. Y en México, el fundador de Morena y presidente de la República exhibe una rara mezcla de conservadurismo social y liberalismo económico, mientras oficialmente pregona las virtudes de la izquierda política.
Viene un mundo más turbulento: el ascenso de China, el revanchismo de Rusia, el debilitamiento de Occidente. También, la reconfiguración de las bases sociales de los partidos políticos, con temas culturas en el centro del debate político. Estos prometen ser más apasionados aún que los temas económicos propios del S. XX. Y entonces, surge la pregunta si, en medio de estos encendidos debates, la democracia y el orden liberal internacional podrán sobrevivir.
@FernandoNGE
Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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