El revés a la nueva Constitución de Chile
La Constitución actual de Chile data de 1980. Para poner las cosas en contexto, el país se democratizó hasta 1989, por lo que su Carta Magna fue escrita en los tiempos de la dictadura militar de Augusto Pinochet. Y aunque ha sufrido modificaciones y enmiendas, el texto resulta anacrónico para la realidad y reclamos de la sociedad chilena.
Por eso se pidió una nueva Constitución a punta de protestas. En el 2019, hubo manifestaciones que fueron detonadas por un alza al transporte público, pero como una bola de nieve, el descontento se extendió al costo de vida, las deficiencias del sistema de pensiones y de salud, en general a la desconfianza hacia la clase política. El saldo fue de 32 muertos y más de 400 víctimas de daños oculares por las balas de goma.
Para mitigar el estallido social, el gobierno del presidente Piñera aceptó, a regañadientes, someter el tema a plebiscito. El 78% de los chilenos aprobó el enterrar la herencia constitucional de la dictadura y escribir una nueva Constitución. Y así se integró una convención constituyente de 155 ciudadanos elegidos por voto popular, los cuales se dedicaron a escribir el nuevo texto sobre el que se votó el domingo pasado. ¿El resultado? Paliza de 62% de rechazo a la propuesta de la nueva Constitución.
Y si todo iba tan bien ¿por qué la desaprobación tan abrumadora? Varios motivos: primero lo técnico. El texto propuesto no satisfizo a la sociedad chilena en cuanto a generar condiciones para tener un país más incluyente. Segundo, hubo una pobre campaña de comunicación en cuanto a los alcances del proyecto, a lo que se le sumaron un montón de ideas falsas como que la nueva Constitución no protegería la propiedad privada, lo que puso nerviosa a mucha gente. Y tercero, el factor político, los partidos de oposición vieron que aun cuando no fuera aceptada la nueva Constitución tendrían alternativas, pero si no pasaba, Gabriel Boric, el actual presidente, tendría que asumir el costo del rebote.
¿Qué sigue ahora? Muy probablemente comenzar de cero. La Asamblea Constituyente será instruida por el presidente Boric para reescribir una nueva propuesta. Lo óptimo sería aprender de los errores, dejar de actuar como una caja negra en la que no se sabe qué es lo que pasa y comunicarle a la sociedad lo que se está cocinando de manera estratégica y en beneficio del país. Por lo pronto, Chile seguirá regido por la Constitución de 1980 y pasará un largo rato antes de que haya un nuevo plebiscito. Pero ánimo, Roma no se construyó en un solo día. La democracia es una carrera de resistencia que requiere mucha paciencia.
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael
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