Por increíble que parezca, los pulpos son inteligentes y amigables, tienen emociones, sienten dolor, toman decisiones y respetan a las hembras.
La tecnología ofrece hoy oportunidades para ampliar nuestros conocimientos y medios como la BBC, el New York Times, El País y El Mercurio, publican con frecuencia artículos sobre el mundo animal.
Este julio la BBC dio voz y espacio al buzo-filósofo Peter Godfrey, autor del libro Los pulpos y la evolución de la vida inteligente, que habla de las habilidades de esos animales marinos, precisando que su cerebro está en los tentáculos y contiene alrededor de 500 millones de neuronas.
Que son muy listos y no solo capaces de ser entrenados para realizar tareas simples, sino con memoria para recordar lo aprendido y usarlo más adelante.
Como parte de una investigación, los pulpos Albert, Bertram y Charles aprendieron a empujar palancas, incluso con un ojo tapado, recibiendo de premio pedazos de sardina.
Charles resultó el más empeñoso y travieso y cuando advirtió que por hacerlo demasiado fuerte había quebrado la palanca y no habría recompensa, se enojó y aventó chorros de agua al personal que conducía el experimento.
Agregó Godfrey que varios acuarios del mundo han estado reportando, que los pulpos se dieron cuenta que echando agua sobre las lámparas producían cortocircuitos que las fundían y lo hacían una y otra vez.
Lo que resultó tan costoso para el laboratorio de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda, que el pulpo que capitaneaba esa conducta fue expulsado y devuelto al mar.
Ahí mismo demostraron, que pueden reconocer a las personas; a uno de ellos, le caía pésimo una de las chicas del laboratorio y cada vez que la veía le echaba sobre la nuca chisguetes de agua.
Les encanta jugar y lo hacen con cualquier cosa que encuentran en los acuarios; aventándolas a la corriente que sale de las válvulas, para que giren por la presión.
Su sistema de reproducción está en sus tentáculos, que más que brazos son labios o lenguas con los que sienten y tocan.
Las hembras tienen en su tercer tentáculo del lado derecho, un canalito o fisura y cuando el macho desea a alguna, la atrae con sus brazos y si acepta le pasa esperma; que ella puede usar en seguida para fertilizar sus huevos o guardarlo para después.
Pienso que tanta delicadeza del novio puede deberse a que los pulpos no tienen uno, sino tres corazones; los tres bombean sangre de color azul, porque usan cobre como molécula acarreadora en lugar del oxígeno que usamos nosotros y la hace roja.
Cuando quieren asustar a un macho agresivo, se oscurecen y agigantan levantándose de su lecho arenoso, magnificando su tamaño.
No tener huesos los hace presas fáciles para depredadores, pero les da también ventajas; porque pueden transformar su cuerpo y escurrirse por cualquier hoyito para ponerse a salvo.
Otro artículo del pasado julio en la BBC, ahora escrito por Martha Henriques su editora de la Sección Futuro, asegura que los pulpos son maestros del escapismo.
Poco después de su traslado a un acuario marino donde solo vivía la hembra Blotchy, Inki descubrió una pequeña compuerta que había sido dejada abierta por error; esperó calmadamente y durante horas, a que todo estuviera oscuro y sin gente y luego, se hizo flaco y se deslizó por ahí al Océano Pacífico.
Las huellas que sus movimientos dejaron en la base del acuario instalado en una playa de la ciudad de Napier, Nueva Zelanda, permitieron conocer lo ocurrido y confirmaron que se adaptan al ambiente, se orientan y solucionan sus problemas.
Los científicos sostienen que estos animales sienten dolor y al estar heridos o enfermos captan que los curan, viendo fijamente a los veterinarios.
Describe Henriques, que personal que ha trabajado con pulpos asegura que al mirarlos tienen la sensación de ser correspondidos; porque hacen contacto con los ojos humanos con mirada inquisidora, como tratando de saber qué se quiere de ellos.
Y que aprender sobre su vida y probable consciencia, nos permite entender con mayor claridad, las características de nuestra especie.
Lástima no haber sabido todo esto cuando buceaba y me aterraban los grandes, pero dos o tres veces puse a un chiquito a caminar sobre mi mano.
Tengo muchísima más información, pero no espacio; así que termino diciendo, que me da mucho gusto que en México se haya decretado vedas sobre su pesca.
Y que, tras conocer tanto sobre ellos, ya no seré capaz de comérmelos y me encantan a las brasas o en su tinta.
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