Los conservadores no son neoliberales
Ha sido una constante durante la presente administración federal despotricar contra “conservadores” y “neoliberales”. De toda la palabrería pronunciada por el jefe del Estado mexicano, esta ha sobresalido continuamente. Y por ello, resulta conveniente hacer una pausa y preguntarse: ¿quiénes exactamente son los conservadores y los neoliberales? Y, más aún, ¿son lo mismo, o existe alguna diferencia sustancial entre ellos?
Históricamente, los liberales habían estado asociados a las clases burguesas europeas, obtenían su riqueza del comercio y representaban un contrapeso a las casas reales. Por otra parte, los conservadores pertenecían predominantemente a las clases aristocráticas, su riqueza provenía de sus títulos y tierras, y pugnaban por el poder de la Corona. Sin embargo, con la Revolución Industrial nace el llamado “conservadurismo moderno”, cuyo padre es el parlamentario británico del S. XVIII, Edmund Burke. Ante la inevitable consolidación de las clases burguesas en las sociedades europeas, los conservadores modernos adoptaron el liberalismo, pero con frenos. Mientras que los liberales ponían al individuo y al mercado en el centro, podían caer en excesos de super-individualismo y veneración al libre mercado. Ante ello, los conservadores ubican al individuo dentro de la comunidad nacional, y ven la necesidad de combatir las injusticias del mercado con el Estado.
Hay que saber distinguir entre los partidos de derecha anglosajones –el Partido Conservador en el Reino Unido y el Partido Republicano en Estados Unidos– y los partidos de derecha en Europa continental. El mundo anglosajón ha tenido históricamente una visión residual del Estado, otorgándole una mayor primacía al mercado. Ello se vio acendrado con la llegada al poder de los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher en la década de los ochentas, quienes dejaron una clara huella neoliberal en sus partidos hasta hoy en día. Sin embargo, la historia es distinta con los partidos conservadores en Europa continental. Con una clara vocación de Estado, durante la posguerra fueron los autores de los modernos Estados de bienestar en muchos países europeos. Es el caso de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania, de diversos partidos republicanos en Francia, de los partidos demócrata-cristianos en Italia, y del Partido Popular Austriaco. Inclusive en Japón, los partidos asociados al conservadurismo gobernaron por largas décadas y fueron los artífices de la construcción del Estado moderno japonés tras la Segunda Guerra Mundial.
En México, un país que comparte frontera con un país anglosajón pero que sin embargo tiene una tradición europea continental, la historia es mixta. Y en el partido tradicional de la derecha mexicana, el Partido Acción Nacional (PAN), podemos ver esa historia. Como bien lo resume el otrora miembro del partido, Bernardo Bátiz (La Jornada, 28/09/20): “…el PAN ha tenido por lo menos tres etapas bien diferenciadas: el liberalismo democrático en sus primeros años, un partido de inspiración social cristiana durante la época intermedia y luego, a partir de la llegada de los empresarios y los llamados “bárbaros del norte”, un partido neoliberal…”. El PAN llegó al poder con un neoliberal en la figura de Vicente Fox. Siguió el sexenio de Calderón, discípulo de Carlos Castillo Peraza y más afín a las políticas conservadoras europeas quien, sin embargo, erró en el camino con la monopolización de la agenda pública en torno al tema de la seguridad. Hoy, el PAN no tiene una clara identidad: ¿neoliberal o conservador?
AMLO es un presidente esencialmente neoliberal: cancela programas sociales, reparte dinero en efectivo, mantiene una política fiscal restrictiva en tiempos de crisis económica, despide a funcionarios públicos cruciales y adelgaza a un Estado medianamente desarrollado. Hay una oportunidad única para desarrollar una agenda de políticas conservadoras y contrastarlas con las del actual gobierno federal. Sin embargo, tenemos una oposición que desconoce su identidad y, por lo tanto, carece de ideas.
@FernandoNGE
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