PLAZA CÍVICA


El problema: mucha voluntad, poca inteligencia

 Existe la idea que dice que los inteligentes conquistan el mundo. Los que llegan al poder son necesariamente los más brillantes en términos intelectuales, los más sabios e instruidos. Sin embargo, innumerables ejemplos a través de la historia humana dejan claro que, al menos en lo que se refiere a la conquista del poder político, más que inteligencia se necesita otro concepto que tiende a olvidarse: voluntad. Si los humildes heredarán la tierra, los voluntariosos obtienen el poder político.

La peor combinación posible es un individuo con poca inteligencia y mucha voluntad, terminando generalmente en fanatismo, mesianismo, autoritarismo… o alguna desafortunada combinación. Historias abundan. George W. Bush, un fanático religioso, habló de una “cruzada” mientras invadía Irak, empeorando la situación ya que recordaban al mundo musulmán las cruzadas cristianas de la Edad Media. Vicente Fox, un ranchero simplón, solo repetía la cantaleta “sacar al PRI de Los Pinos” sin saber qué hacer con el momento histórico en el que se encontró en la presidencia de la República. Donald Trump, un empresario fraudulento, tenía una mente monotemática enfocada en una política migratoria con trasfondos inhumanos y racistas. Todos llegaron al poder, y todos eran conocidos por su simpleza intelectual y falta de cultura.

La contraparte a esos personajes son los estadistas, individuos que poseen una extraña mezcla de inteligencia y voluntad. Pero como dice el dicho: de lo bueno, poco. A pesar de las circunstancias tan difíciles de su nacimiento, Benito Juárez rápidamente se destacó por su capacidad intelectual para después demostrar una gran voluntad en los contextos de guerra que lideró al país. Winston Churchill fue un héroe de guerra, encabezó a su país en algunos de sus momentos más oscuros durante los últimos mil años, y ganó el Premio Nobel de Literatura en 1953. Charles de Gaulle dirigió a Francia durante la ocupación nazi para posteriormente llegar a la presidencia de la República e inaugurar la Quinta República Francesa.

En México pasamos por la “Cuarta Transformación”. La dirige un hombre con una férrea voluntad: víctima de un fraude electoral como candidato a gobernador en Tabasco, fue tres veces candidato a la presidencia de la República y es fundador de un partido que avanza a pasos agigantados a lo largo y ancho del país. Sin embargo, nuestro hombre del momento muestra severos síntomas de escasa capacidad intelectual: un maniqueísmo evidente al separar a los actores políticos en buenos y malos, una simpleza de ideas manifiesta en la falta de políticas públicas, y una ignorancia flagrante al rechazar los consejos de la técnica y la ciencia. Su mesianismo se observa en su autoproclamación como autor del nuevo momento-histórico-nacional, su fanatismo al serle imposible cambiar de opinión, y su autoritarismo al quitarle valor moral a sus oponentes políticos.

Contextos sociales difíciles dan nacimiento a héroes, pero también a déspotas en algún grado. Años de ilusiones con la llegada de la democracia a México finalmente trajeron inseguridad creciente, estancamiento en la pobreza y aumento de la desigualdad. Y eso a su vez provocó la llegada al poder de un hombre con mucha voluntad, pero poca inteligencia.

 

@FernandoNGE

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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