A LA BÁSCULA  

Hay que saber perder 

Es indudable que a nadie nos gusta perder, ni siquiera a las canicas, porque bajo cualquier circunstancia el sabor de la derrota nos resulta amargo; pero también es cierto que en ocasiones hay reveses que dignifican, no por nada es la frase de que hay que ser humildes ante la victoria, y dignos ante la derrota. Esto último significa que hay que tener dignidad para reconocer las derrotas.

A botepronto recuerdo una clase de dignidad no sólo política sino humana también, que ofreció públicamente Salomón Juan Marcos Issa, la noche que el PRI perdió por primera ocasión la alcaldía de Torreón. Él como candidato derrotado, ofreció una conferencia en el entonces hotel Paraíso del Desierto con Paco Dávila al lado, misma que inició marcando a través de un celular –de los entonces llamados ‘ladrillos’- para enfrente de todos los medios de comunicación, felicitar al que había sido su oponente, el panista Jorge Zermeño Infante.

“Jorge buenas noches, soy Salomón Juan Marcos, te llamo para felicitarte por tu victoria y para desearte lo mejor en tu mandato”. Palabras más, palabras menos, dijo el abanderado priista antes de colgar. No había más que decir, estaba no solamente reconociendo su derrota, sino felicitando a quien le había superado en las urnas. La figura del priista se agrandó, la gente le reconoció el gesto y le sumó puntos al capital político adquirido durante la campaña, y lo acrecentó al grado que tres años después en su segundo intento, logró hacerse de la alcaldía torreonense.

En el 2000 en su primer intento por llegar a la gubernatura de Durango, José Rosas Aispuro perdió ante Jorge Herrera Caldera por apenas 1.8 por ciento de diferencia de los votos ejercidos. Fue digno ante la derrota al grado que de inmediato le dio la vuelta a la página, y esto también le fue reconocido por los duranguenses, que seis años más tarde, en 2016 en su segundo intento por ser Gobernador, logró el triunfo ante Esteban Villegas Villarreal, por 3.58 por ciento de diferencia de los votos ejercidos.

En ambos casos, los resultados estaban dentro del margen impugnable, pero los dos candidatos perdedores, reaccionaron con dignidad, asumieron la decisión de los ciudadanos, y dieron la vuelta a la página, sin manchar el proceso en el que habían competido, y prefirieron conservar intacto el capital político que habían obtenido, sin enrarecer el ambiente postelectoral.

El propio Esteban Villegas invirtió ese capital político conquistado a pesar de la derrota, y en su segundo intento este 5 de junio, logró la gubernatura duranguense al recibir más de 370 mil votos que lo convirtieron en el más votado en la historia de la entidad, superando con más de 100 mil votos a su oponente –más de 15 puntos porcentuales de ventaja sobre su más cercana seguidora-, la Morenista Marina Vitela Rodríguez. A pesar de su arrolladora victoria, desde el primer momento, tras conocerse los resultados el día de la elección, dijo que no tenía la intención de festejar, porque no quería que se considerara como una burla para quienes habían cargado con la derrota.

A pesar de la contundencia y claridad con la que fue derrotada, Marina Vitela no mostró la dignidad que habían exhibido otros ante la derrota. Se tardó poco más de una semana tras la rueda de prensa ‘de la victoria’ -que ofreció con el rostro desencajado la tarde del domingo 5 de junio-, para decir que la jornada había sido ‘accidentada, llena de irregularidades y caracterizada por actos de terrorismo electoral’, y que ‘el miedo, la intimidación, las amenazas, las agresiones, la compra de votos y hasta los levantones, fueron las herramientas de los adversarios (para lograr) el triunfo.

Agradeció ‘a los duranguenses que a pesar del terrorismo que les infligieron salieron a votar por nosotros, y a los que no salieron porque se los impidieron las amenazas, que no estamos solos) …’.

Esto último es hasta una mentada de madre para más del 50 por ciento de duranguenses que salieron a votar, que alcanzaron una de las elecciones con mayor participación en la entidad, hayan votado por quien hayan votado; pero el agradecimiento es solo para los que votaron por Morena y a los que no salieron a votar ‘porque las amenazas se los impidieron’, pero no hay un mínimo de reconocimiento para más de la mitad de los duranguenses inscritos en la Lista Nominal y que ejercieron su derecho en el sentido que lo hayan hecho.

Y mire que quien lo dijo, es la misma persona que tres años atrás ganó la alcaldía de Gómez Palacio con apenas 2 mil 501 votos de diferencia, y en una de las elecciones con la más baja participación ciudadana, de apenas 29.79 por ciento; el verdadero respaldo ciudadano fue de apenas 10.5 por ciento, ya que votaron solo 77 mil 252 de los 257 mil 507 inscritos en la Lista Nominal. Su votación fue de 26 mil 629 votos –poco más de la mitad de los logrados en esta ocasión por la candidata perdedora, Betzabé Martínez, que superó los 40 mil sufragios- contra 24 mil 243 de su adversaria Anavel Fernández.

Quizá Marina Vitela debería solicitarle a Anavel Fernández unas clases de humildad y dignidad para que supere la derrota. La priista hace tres años le dio de inmediato la vuelta a la página cuando la diferencia fueron apenas 2 mil 500 votos; la Morenista trata de ensuciar el proceso, cuando la aplastaron con más de 100 mil votos de diferencia y por encima de los 15 puntos porcentuales.

Debería predicar con el ejemplo la máxima de su líder de que ‘el pueblo pone y el pueblo quita’. Hace tres años el ‘pueblo bueno y sabio’ la puso en la alcaldía gomezpalatina, pero ahora con una diferencia de más de 100 mil votos, la quitaron de la posibilidad de llegar a la gubernatura.

Quizá lo que debería haber es un examen de conciencia para consumo interno si quiere, para analizar la lista de los desaciertos y errores que le impidieron lograr la victoria. Empezando porque muchos ciudadanos le calificaron en las urnas su papel como alcaldesa gomezpalatina, el que evidentemente resultó con nivel reprobatorio.

El pueblo pone y el pueblo quita. Mientras más tiempo pase en reconocer y respetar la decisión de los electores, más pronto superará el amargo momento de la derrota. Aunque hay quienes mastican y se tragan su propio veneno, y esperan que los que se mueran sean los demás.

 

laotraplana@gmail.com

 

@JulianParraIba

 

Autor

Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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