Directores fascinantes
Es un maestro de lo simbólico, es un director que en cada filme entrega datos que se completan en otros, un obsesivo de la imagen, un polaco obsesionado con los pequeños grandes dramas del ser humano. Su cinematografía es indispensable y siempre se caracteriza porque está atenta a reflexionar respecto de la condición humana, sobre los distintos estados del ser, sus miedos, emociones y necesidades que se transmutan en películas de culto para un auténtico cinéfilo.
Una vez anunció su retiro del cine, pero por fortuna se arrepintió.
Proveniente del mundo de los documentales, toda su obra es un viaje fascinante hacia el ser humano, el que está siempre carente de una mano que la sostenga en los instantes más angustiosos.
Kieslowski es un director cuya obra es extensa, plagada de títulos notables e inquietantes, partiendo por su Decálogo, formado por películas basadas en cada uno de los 10 Mandamientos, creador de esa brillante trilogía denominada Tres Colores; Blanco, Azul y Rojo y de la muy inquietante “La doble vida de Verónica”, todas obras que dejan por mucho tiempo una sensación de haber visto un cine grande e importante, aun cuando haya que darle un segundo visionado a sus filmes, a fin de aquilatar sus reales dimensiones.
Nacido en Varsovia, estudió en la Escuela de Cine y Teatro de Polonia. Comenzó su carrera realizando documentales y películas de ficción sobre la problemática económica y social dominante en su país.
Antes de convertirse en la figura relevante que es, había realizado películas relevantes como “La cicatriz”, su primer largo y su cortometraje «El primer amor » (de 1974) e incluso ya había sido premiado por «El personal”, mediometraje de 1975.
Partió realizando documentales y, de alguna manera, cuando comienza su obra de ficción mantiene la rigurosidad de ese género, en la forma en que asume la planificación de sus largometrajes, donde siempre busca que los espectadores sean capaces de descubrir detalles desplegados para provocar su inteligencia.
Resumiendo sus temas clave siempre su cine se interna en tratar de descifrar la naturaleza humana imperfecta, llena de emociones, deseos y frustraciones que se expresan de la manera más disímil. Pero, no hay pesimismo en sus filmes, no existe el desgarro casi metafísico como sucede en Ingmar Bergman, tal vez porque sus temas se suavizan con un trabajo de la imagen que estudia de modo obsesivo el color, sus contrastes y el empleo de las luces sobre paisajes generalmente gélidos, donde el blanco de la nieve sirve como telón de fondo para sus obsesiones.
Cuidadoso en los detalles, su cine es intimista y sus personajes están siempre buscando respuestas a dudas existenciales, a cuestionamientos constantes respecto del sentido de la existencia, donde él no entrega ni discursos ni revelaciones y deja que cada espectador, de acuerdo con su escala de valores, sea quien determine.
Cuando presenta en Europa su serie denominada como “El Decálogo” alcanza fama y reconocimientos más que merecidos. Se trata de diez historias, filmadas para la televisión polaca a fines de los ochenta, donde cada una de ellas toma como referente un mandamiento bíblico de la ley de Dios. De ese conjunto, «No Amarás» y «No Matarás» se convirtieron luego en largometrajes y la consagración internacional vino con “No matarás”, filme que obtuvo el Premio del Jurado en la edición de 1988 de Cannes y el Premio al Mejor Film por la Academia del Cine Europeo.
“No matarás” es una película fundamental, profunda, dolorosa y un alegato en contra de la pena de muerte, cuyo argumento enfrenta el derecho de cada uno a decidir sobre la vida de otro. El filme tiene una estética dura, sin concesiones, con un fondo inhóspito y con el empleo de la distorsión del color, planos subjetivos, y un casi constante silencio que perturba.
El aplauso definitivo llegó con “La doble vida de Verónica”, una película tan inquietante como brillante en su factura como fascinante en su guion..
LA INASIBLE VERÓNICA
Esta película es una delicia que ofrece planteamientos nunca resueltos, perspectivas subjetivas y provocadores interrogantes, que dio prueba aplastante de que estábamos delante de un autor alejado de lo comercial, sumergido en su mundo, en su visión de la vida, en donde a partir de una mujer que se encuentra con otra que es idéntica a ella y, a partir de ese dato inquietante, comienza un viaje existencial plagado de incertezas y de sorpresas.
Verónica vive en Polonia y lleva una carrera como cantante brillante, pero padece una grave dolencia cardíaca. En Francia, a más de mil kilómetros, vive Véronique, idéntica a ella y que guarda muchas similitudes vitales con ella, como su enfermedad y su gran pasión por la música. Ambas, a pesar de la distancia y de no tener aparentemente ninguna relación, son capaces de sentir que no están solas.
Recorrida por un inteligente empleo de los símbolos, Kieslowski siempre se refiere a ellos como una tarea por realizar que depende de cada espectador, de lo que signifique para él dentro de su mundo subjetivo.
Y de allí emana la fascinación de este filme: «La Doble Vida de Verónica » entrega incógnitas, pero no respuestas cuando entrelaza la vida de dos mujeres idénticas físicamente, ambas huérfanas de madre, amantes de la música, solitarias, pero de personalidades contrapuestas y cada una en un país distinto, que están fatalmente obligadas a encontrarse, aun cuando no sepamos en qué plano.
Para algunos es una versión del mito del doppelgí¢nger, tema frecuente en el cine de David Lynch, según el cual todo ser vivo, tiene, en alguna parte, un doble de sí mismo, de apariencia idéntica y personalidad opuesta. Dicen que cruzarse con el doble presagia la muerte de alguno de ellos. En el filme el tema del arquetipo del doble nos pone cara a cara con la ambivalencia de existir y la identidad pasa al primer plano de la reflexión.
En lo cinematográfico, Kieslowski desarrolla en su película un manejo del color excelso empleo del color que se asocia con sentimientos humanos, oscilando entre tonos marrones, anaranjados, verdes en todas sus gamas, sepias y más sepias, dotando a la película de un aire casi irreal.
Con esta obra, Kieslowski demostró que era un maestro en captar las emociones, las sutilezas y de las dualidades del ser humano.
TRES COLORES, TRES MUJERES
En 1993 el polaco inicia su famosa trilogía “Tres Colores”, partiendo con “Azul” y una Juliette Binoche en estado de gracia como protagonista. Un año después lleg´p “Blanco” y finalizó después con “Rojo”. El nombre se refiere a los colores de la bandera de Francia, y hacen referencia a cada uno de los tres principios básicos de la revolución francesa, libertad (Azul), igualdad (Blanco) y fraternidad (Rojo).
En su apariencia, las tres películas son interdependientes entre sí, aunque hay ciertos elementos que los unen de modo sutil: en un filme la protagonista se equivoca e ingresa a una sala en donde declara un polaco. En el otro filme, ese polaco está en la sala y una mujer, de súbito, abre la puerta e ingresa por equivocación. En el tercer filme la mujer y el polaco se encuentran en el mismo barco que sufre una avería crucial, mientras la protagonista los observa a través del televisor donde se exhiben las noticias.
Azul es un canto al dolor y un hipnótico descenso al dolor, en el cual el empleo del color azul alcanza lo magistral. Julie pierde a su marido, un afamado compositor y a su única hija en un accidente automovilístico. Desesperanzada, busca comenzar desde cero, tratando de librarse de todas las ataduras de su pasado, de refugiarse en la soledad, intentando no establecer vínculos afectivos, aunque su pasado volverá cuando un periodista sospeche que ella es la autora de la obra de su difunto marido. Todo esto apoyado con una banda sonora brillante.
Blanco, el segundo de la trilogía, es extraño y resulta débil en comparación con los otros dos, aun cuando se mantenga la coherencia de su estilo visual, la calidad de su puesta en escena y la seriedad de sus planteamientos cuando narra la historia de un matrimonio compuesto por una francesa, Julie Delphy y un inmigrante polaco, Zbigniew Zamacjowski. La cinta comienza con la solicitud de divorcio que Julie Delphy presenta en los tribunales contra su marido debido a que su matrimonio no ha sido consumado. Una vez conseguida la anulación el protagonista se propondrá hacer todo lo posible para recuperar a su mujer porque no ha dejado de quererla., Filmada en pleno invierno en Polonia, el director resalta el blanco en todas las escenas y usa imágenes sobreexpuestas a la vez que una luminosidad total que contrasta con la oscuridad en que viven sus personajes.
Muchos consideran que Rojo es la mejor de la trilogía, llegando a postular al Óscar como Mejor Cinematografía, Mejor Director y Mejor Guion Original, lo que le proporcionó al filme reconocimiento internacional y la transformó en una de las obras más conocidas de este director que ganó el César francés como Mejor Película, entre otros galardones recibidos. El atropello leve de un perro va a entablar una amistad, tema fundamental, que se va a ir haciendo más importante poco a poco con un juez ya retirado que tiene como costumbre espiar las conversaciones telefónicas de sus vecinos.
Hay un elemento que une de extraña manera a los films es una situación que se repite a lo largo de la trilogía: un anciano intenta meter una botella en el reciclador de vidrios y en las dos primeras películas deja la botella justo en el hueco por donde se mete, pero no puede llegar a meterla completamente, pero solo en «Rojo» Valentina le ayuda a colocar la botella. Así mismo en la escena final de «Rouge» aparecen relacionados por el destino todos los protagonistas de la trilogía.
Esos detalles son menores, en apariencia, no obstante, adquieren pleno simbolismo en filmes tan personales como llenos de luminosidad y posibilidades de análisis,
Autor
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Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
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