COMO DECÍA MI ABUELA

Bajo la desconfianza…

También mi abuelo tenía sus dichos (algunos por altisonantes no los voy a mencionar) en los que siempre me exhortaba a ser más precavida y desconfiada, sobre todo en mis épocas de estudiante de secundaria. Cierto día que salí temprano, me invitaron unos compañeros de tercero a su casa, pero yo preferí ir donde trabajaba el abuelo en un hotel del centro. Cuando le conté el hecho me dijo, “bajo la desconfianza, vive la seguridad” y me felicitó por haber rechazado la oferta mientras disfrutábamos de un cono de cajeta en la plaza Manuel Acuña.

Después de la pandemia, los números del desempleo aumentaron bastante y se agudizó aún más la situación de desigualdad y precariedad de las mujeres. En un informe rendido por la Organización Internacional del Trabajo en 2021, se señala que “el impacto más intenso entre las mujeres en la región (de américa latina y el caribe) se asocia (por un lado) a la mayor presencia femenina en sectores económicos fuertemente afectados por la crisis como hotelería y restaurantes, y en otras actividades de servicios y del sector de hogares. Por otro, a la mayor incidencia de la informalidad entre las mujeres” También la OCC señaló que a nivel mundial, más del 50% de las mujeres se encuentran desempleadas, según datos de la encuesta “termómetro laboral” de 2022.

En México, según datos del INEGI, en 2021, 07 de cada 10 desempleados fueron mujeres y para 2022, solo el 44,6 % de las mujeres se han incorporado al mercado laboral, frente a 76,2 % en los hombres.

Con estas cifras, no es difícil de imaginar la desesperación que viven las mujeres desempleadas por encontrar alguna actividad que les retribuya económicamente, y resulta particularmente doloroso, que cuando creen encontrar trabajo, salgan a la entrevista y no se sepa más de ellas. Casos que se han suscitado en estados como Nuevo León, Morelos, Veracruz, Puebla y Estado de México, son el claro ejemplo de cómo captan a las mujeres con engaños para secuestrarlas, desaparecerlas, asesinarlas. En un México misógino, poco importa brindar seguridad laboral a las mujeres e importa menos, si pierden la vida buscando medios para subsistir. Qué irónico final.

Parece mentira que teniendo información de los lugares a donde acudieron estas mujeres a las entrevistas, aún no se encuentra a los responsables y que las ofertas de trabajo sigan apareciendo en redes sociales, sabiendo el potencial peligro que representan para los millones de mujeres que se encuentran buscando una oportunidad laboral. Además, si consideramos que, aproximadamente el 70% de las madres solteras no reciben pensión alimenticia, tenemos el panorama completo de la desigualdad social y económica de las mujeres frente a los hombres, y la que prácticamente las obliga a aceptar cualquier tipo de ofrecimiento de trabajo.

En este tipo de entornos, es muy fácil explotar la fuerza de trabajo de las mujeres, por lo que, aunque la oferta se vea sospechosa, informal, aunque la entrevista se lleve a cabo en lugares inusuales, las mujeres confían, porque tienen la esperanza de que sea una oportunidad real de crecimiento económico que les permita el acceso a una mejor calidad de vida, no solo para ellas, sino también para sus hijos o dependientes económicos.

Y no solo es el caso de las mujeres que buscan trabajo. También lo es de aquellas que acuden al emprendimiento y a las ventas por medio de redes sociales, para adquirir ingresos, y que en cuanto salen a entregar pedidos no vuelven a casa o son encontradas en deplorable condición y luego fallecen, como el caso de Adriana Helena. Mujeres que solo estaban buscando una forma de salir adelante y para las cuales el mensaje parece ser “quédate en casa”, es el mensaje de la otra pandemia, la que vive oculta entre nosotros, la de la violencia machista que impera en nuestro país.

Ojalá que Jimena, Evelyn, Viridiana, Yolanda, Adriana Helena y otras tantas, sirvan de ejemplo a las autoridades para cuestionarse si realmente están trabajando para las mujeres, y que combatan el desempleo no sólo ofreciendo becas, que se regule las ofertas laborales mediante redes, pues como decía mi abuelo “bajo la desconfianza, vive la seguridad” y es el estado, a través de la secretaría del trabajo, quien debe vigilar que dichas ofertas sean confiables, y quien tiene un deber de salvaguardar a sus ciudadanas.

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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