Madre solo hay una…
Los festejos del 10 de mayo en casa de mi abuela se hacían muy a su manera. Si ella quería comida casera mis tías y mi madre cocinaban, si quería comida de algún restaurante se compraba o la llevaban a festejar donde ella quisiera. Cuando mi abuelo, un poco celoso, le decía que estaba “chiflada” ella con una sonrisa en los labios le respondía “madre solo hay una”, y como mi abuela, ninguna.
En el marco de las festividades por el 10 de mayo los gobiernos de distintos niveles ofrecieron conciertos, con presentaciones de diferentes grupos musicales para amenizar y regalar un momento agradable a las madres mexicanas, mientras, el Movimiento por nuestros desaparecidos en México, que se conforma de más de 60 colectivos de familiares, realizaban la onceava Marcha de la Dignidad Nacional: Madres buscando a sus hijas e hijos, verdad y justicia, recordando la otra realidad de las madres, aquélla en la que no queda nada por festejar, en la que madres buscan incansablemente a sus desaparecidas y desaparecidos.
También en Monterrey, colectivos feministas alzaron la voz, marchando hasta palacio de gobierno, donde se llevaba a cabo el concierto de las madres, llevando consigo fichas de las desaparecidas y gritando consignas como “No estamos todas, nos faltan Debanhi y Yolanda”.
En la mañanera, el presidente Andrés Manuel López Obrador felicitó a las madres en su día “Felicitaciones a las mamás, a las que están en nuestro país, a las que están en el extranjero; a las que todavía nos acompañan, a las que ya se fueron, se nos adelantaron, pero las recordamos siempre con mucho cariño. Muchas felicidades a todas, a las que están sufriendo por sus hijos, por sus desaparecidos; a las que están enfermas o están preocupadas por sus familiares enfermos; a las mujeres humildes, pobres de todas las comunidades, de todos los pueblos; a las mujeres trabajadoras, a todas las mujeres, a todas las mamás”.
Las madres no necesitan felicitaciones, exigen que el gobierno realice sus funciones de manera inmediata (como debe ser) cuando se denuncia una desaparición, y demandan respuestas cuando, más tarde, se encuentran restos en fosas esparcidas por todo el territorio nacional. En su discurso de felicitaciones, AMLO, utiliza de manera indistinta la palabra mujeres y madres, ¿Será que la maternidad es el único papel en el que considera deben desempeñarse las mujeres? porque aquellas mujeres que salen a marchar, que alzan la voz exigiendo políticas que garanticen una vida libre de violencia para las mujeres de nuestro país o que salen a recordar a sus desaparecidos y a nombrar a sus muertos parecen no importarle al presidente. ¿Será por eso que no escucha a las madres que buscan y cada año le exigen un espacio para externar sus demandas?
Por una parte, se muestra indiferente a la lucha de las madres, por otra, las responsabiliza de las fallas del sistema como lo dijo en el 2018, durante la presentación de uno de sus programas sociales “pedirles a las madrecitas que nos ayuden con sus hijos, porque las madres son muy buenas, llenas de sentimiento”; o las utiliza como llamado de consciencia para los delincuentes al señalarles que “recapaciten, piensen en sus mamacitas” antes de cometer actos ilícitos, y yo pregunto, ¿Cuándo va a recapacitar usted señor presidente? ¿Cuándo va a pensar en las “mamacitas” que buscan a sus hijas e hijos desaparecidos?
Cuando el gobierno invisibiliza de estas maneras la lucha de las madres, esa lucha empieza a parecer carente de legitimidad para muchos ciudadanos, y así, de pronto, pareciera que el México en el que vivimos es otro, uno pintado y lleno de colores, luces y música, que festeja a la maternidad como si fuera el deber ser de las mujeres o la obra cumbre de su vida. En este, los ciudadanos se encuentran satisfechos de llevar a su madre al concierto de la ciudad que se ofrece con recursos públicos, los mismos recursos que, con singular falta de remordimiento, el gobierno se limita a decir “no hay” y son negados para las búsquedas de los desaparecidos o para las pruebas de ADN necesarias para poner un rostro y un nombre en el saco de restos óseos encontrados por los colectivos de familiares que buscan. Con tristeza atestiguamos cómo, cuando esa lucha es silenciada desde el Estado y desde los medios, queda sin voz y al tiempo parece que solo es una historia aislada y contada desde lejos, como si eso no estuviera pasando todos los días justo delante de nosotros.
Decía mi abuela, “madre solo hay una” aunque en México, sea no una, sino miles, las que nos pueden relatar la misma historia de indiferencia.
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