Gobierno y oposición, dos especies que se necesitan
Es cierto que el gobierno y la oposición son organismos de diferentes especies, pero esto no debería ser un impedimento para que ambos se beneficien del juego democrático.
Al contrario, la confrontación crítica que se vive en el ámbito nacional, particularmente expuesta en el proceso para definir la reforma eléctrica, refuerza la idea de que ambas caras de la moneda pueden coexistir perfectamente en una relación mutualista, en donde, si uno y otro ganan, el país gana también.
De modo que, el resultado del domingo pasado que terminó con una victoria legislativa de la oposición, tendría que ser entendido como un claro ejemplo de que el sistema político mexicano goza de cabal salud, siendo capaz de procesar en forma institucionalizada y en el ámbito decisorio correcto, una decisión política clave para definir el futuro energético del país.
Ojo aquí: no se trata de obtener una conclusión a favor o en contra de la iniciativa del presidente o de los argumentos de la oposición. Ya habrá espacio para esa discusión, la cual se acerca más a la economía que a la política.
En cambio, pretendo destacar que, en el sentido estricto de los procedimientos democráticos, el sonado triunfo opositor también trae, de cierta manera, dividendos políticos para el gobierno. ¿Quién, después de lo sucedido el domingo, podría aseverar que en México existe un régimen autoritario o una democracia espuria?
La imagen del tablero al cierre de la votación en la Cámara de Diputados mostrando que Morena y sus aliados no lograron la mayoría calificada, representa una buena oportunidad para que el presidente contrarreste los mensajes, muchos de ellos procedentes de la prensa y de organismos internacionales, que perfilaban signos de autoritarismo en México.
Es decir, si Morena pretendiera aprovechar la coyuntura, bien podría destacar que “al perder la reforma energética ganaron legitimidad política”. Circunstancia que resultaba necesaria frente a la imagen que la oposición venia presentando de un presidente avasallador que cada vez acumula más poder.
En una democracia en proceso de consolidación, una oposición con capacidad de influir en la toma de decisiones políticas, sin recibir “línea” del gobierno, se convierte en un factor clave para la legitimación del régimen, ya que al ejercer su función cumple con uno de los requisitos fundamentales del sistema político: la limitación del poder por medio de un funcionamiento efectivo de los pesos y contrapesos a las iniciativas enviadas por el Ejecutivo.
La oposición, por su parte, no sólo ganó al influir exitosamente en la toma de decisiones en materia energética, sino que, aceptando las reglas del juego democrático, envió una fuerte señal al electorado respecto a la existencia de un proyecto alternativo, buscando que, rumbo a las elecciones de 2024, se le considere como una opción políticamente atractiva para aquellos que no simpatizan con el régimen actual y las políticas que implementa en distintas materias del desarrollo nacional.
Ciertamente, para que lo electoral se materialice, los partidos políticos que votaron en contra de la iniciativa de reforma energética, primero tendrán que justificar y articular su decisión política con los referentes sociales que interesan al electorado, entre ellos el acceso a la energía barata, limpia y segura.
Por lo pronto, concluyo diciendo que, en mi opinión, lo sucedido el domingo en la Cámara de Diputados es de gran importancia para la democracia del país, ya que aun con la existencia de una mayoría dominante, se abrió un espacio de confrontación política, recuperándose, en parte, la relación simbiótica de dos especies de la política: la oposición legislativa, con su cualidad deliberativa, y el gobierno ejecutivo, cuya característica es la dirección.
Vendrán otras oportunidades para construir consensos entre ambas especies, que no dejen espacio para el disentimiento.
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