Coaching social
El coaching es una metodología en la que una persona, llamada COACH entrega estructura a una persona llamada COACHEE que dispone los contenidos. Su origen etimológico se remonta a kocsi o carruaje que evolucionó a nuestro español coche. Su intención es muy clara; servir como un vehículo que lleve de un lugar a otro. Lamentablemente, como muchas veces ocurre, una confusión de términos ha presentado al coach como un experto que da consejos y remedios “millonarios o exitosos”, cuando en realidad en el coaching es lo que menos se hace. Quien es coach no es maestro, ni consultor, ni mentor, es un agente transformador que ayuda a que el coachee advierta lo necesario.
El principio que inspira al coaching es muy claro, nadie es experto en una vida más que aquel que la vive. Lo mismo advierto en la sociedad. La sociedad misma debe afrontar sus propios desafíos y actuar en consecuencia. Por ello afirmo que madurar es participar. Y si esa necesidad coincide con el individuo, la metodología también puede ayudar. El coaching social puede entregar estructura a los contenidos que aporte el colectivo. Adaptar para adoptar y en ese viaje, transformar.
El coaching social ha empezado a cobrar vigencia en Europa y comienza a interesar cada vez más a especialistas en América. Si es posible construir con un enfoque social, no en un enfoque para la sociedad, sino un enfoque desde la sociedad. Ganar claridad en esa autoconciencia para lograr el autogobierno. Hoy necesitamos motivar la participación ciudadana no solo para temas de decisión política y elección representativa, sino para participar en todos los niveles y fases de una acción desde lo político. Que importante aprovechar cualquier herramienta que sume. Como sociedad ¿tenemos la capacidad de identificar las áreas en las que podemos y queremos mejorar?, ¿cuáles son las principales creencias limitantes que como sociedad tenemos? ¿y cuáles son las creencias empoderadoras?
Mediante el coaching se puede reparar el tejido social, pero solo entendiendo que el coaching genera la estructura, los contenidos reparadores y la decisión misma de reparar proviene de la sociedad. Una sociedad apática está condenada a la mediocridad. Una sociedad participativa incide en la transformación y afronta los retos con herramientas y recursos suficientes para obtener experiencia y crecimiento.
Se afirma que el éxito de una organización exige salud e inteligencia, podemos aplicar ambos elementos también a la sociedad. El éxito social se determina por la salud de su sociedad, esto significa que ante un mal no se compromete lo vital. La salud social no se manifiesta en una ausencia de enfermedades, se entiende que aun presentándose la enfermedad esta no compromete lo más importante. También requiere el éxito social la inteligencia, el uso de herramientas para resolver los problemas de nuestro tiempo y de nuestro entorno, una inteligencia acorde a su formación, experiencia y formación. Una inteligencia que se desarrolla. Tanto la salud que se cuida y la inteligencia que se forja las decisiones son propias del colectivo. Nuestro deber histórico, generacional y único es cumplir con lo que recibimos y entregar a otros un bien mejor. No decadente sino eminentemente fortalecido. Créame vale la pena cumplir con lo que nos corresponde.
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