Al cumplirse el miércoles tres años de que Andrés Manuel López Obrador asumió formalmente el cargo —pues el poder se le había entregado meses antes cuando tras el resultado electoral Peña Nieto dobló las manos— se publicaron en diarios de la Ciudad de México encuestas de medio término, que a algunos entusiasmaron pues muestran, ahora sí, un desplome en la aprobación del presidente.
Según la encuesta de Reforma, la aprobación que en marzo de 2019 era de un 78%, con una desaprobación del 18%, pasó a diciembre de este año al 58% y un 36% de desaprobación.
Sus números son equiparables a los que a la mitad de su sexenio tuvieron Ernesto Zedillo y Vicente Fox.
Pero tan pronto como este jueves dos de diciembre una nueva encuesta, una vez más de Reforma, muestra otra realidad que bien pudiera calificarse como aterradora. A la pregunta de por cuál partido votaría si hoy hubiera elecciones presidenciales, el 45% de los encuestados respondió que por Morena.
El PAN con un 20%, el PRI con un 19% y el PRD con un 3%, apenas llegarían en una eventual alianza –partiendo de esta encuesta—a un 42%, mientras que si Morena sumara a sus aliados, PT y Verde Ecologista, crecería a un 51%.
Cuando se preguntó por algunos perfiles, vuelven a puntear dos de los ya no tapados presidenciales, Marcelo Ebrard con un 31% de intención de voto, y Claudia Sheinbaum con el 27%, mientras que Ricardo Monreal Ávila se va hasta un 12%.
Aparece por cierto en la encuesta con un 27% de intención de voto el alcalde de Monterrey Luis Donaldo Colosio Riojas, con ninguna otra fuerza más que la del nombre, pues aún no ha podido demostrar como presidente municipal de qué está hecho.
Pero no son solo las encuestas las que generan preocupación, están también las fotografías del festejo que el presidente se organizó en el Zócalo, con una plaza a reventar y un mandatario vendiendo fantasías, arengando, y demostrando fuerza.
“Son acarreados”, critican muchos en un intento de restar importancia al evento, y seguramente que sí, se podría asegurar que hubo toda una operación para llenar el Zócalo, pero esa sola operación debe ser motivo de preocupación, pues les resultó, hay capacidad para hacerla.
Y una plaza llena genera percepciones, reposiciona al personaje, lo fortalece, sobre todo en un terreno que es el suyo.
La demostración de fuerza que buscaron, pagando o no para llenar la plaza, debe entenderse como un grito de batalla, están ya enfocados en el único objetivo que les moverá en los siguientes tres años: retener el poder.
No importa si el país se desfonda, la economía se desploma, la inseguridad se desborda y la pandemia arrecia, ellos están en lo suyo, y cada acción, cada día, tiene que ver con el cálculo electoral.
Haya que pasar por sobre quien tengan que pasar, y para eso tienen la maquinaria del estado.
Más señales preocupantes hay en el ambiente, la dura embestida presidencial contra Proceso y Carmen Aristegui, sin piedad los descalifican cuando se dan cuenta que si en algún momento fueron aliados ahora renuncian a ser cómplices. La embestida recuerda que no se tolera disidencia alguna, no hay el mínimo margen.
¿Otros indicadores?, de unos días para acá se ha advertido un súbito viraje en la línea editorial que sigue Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula, sus agudos cuestionamientos que le valieron ser linchado en la tribuna de las mañaneras, son cosa de la historia, hoy se da un trato afectuoso, comprensivo, suave, muy suave, a un presidente y un gobierno que no dejan de equivocarse, pero que algún fuerte apretón habrá dado.
Que la aprobación se desplome no es entonces como para echar las campanas al vuelo, hace falta mucho trabajo, estrategia e inteligencia, para lograr que en 2024 el país opte por viraje.
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