AVISO DE CURVA

Saltillo y Ramos Arizpe en la cima de la competitividad, ¿es posible mejorar?

 Cuando en 1979 los habitantes de Saltillo y Ramos Arizpe encendieron la radio para escuchar que las multinacionales Chrysler y General Motors decidieron instalarse entre los límites de ambas ciudades, muchos entendieron que la región estaba a punto de convertirse en un notable yacimiento de empleos.

La festividad económica no sólo salpicó a los residentes de los municipios de la región Sureste de Coahuila, ya que algunas ciudades del Noreste del país, incluyendo a la Zona Metropolitana de Monterrey, advirtieron que el anuncio fundaba una gran oportunidad para la instalación de proveedores en torno a la demanda de insumos y componentes automotrices que traería consigo el nuevo polo de desarrollo.

En muchos sentidos, la nueva estructura económica que se veía venir detonaría el crecimiento, el empleo y los ingresos de la población. Al mismo tiempo, convertiría a ambas ciudades en imanes para la atracción de nuevas inversiones. También instalaría un potente motor para retener y ampliar las empresas existentes que se financiaban, hasta ese momento, con capital local y familiar.

El paisaje provincial de algunas zonas de Saltillo y Ramos Arizpe, señero y campestre en otras, cuyo empleo fabril se sostenía, casi en su totalidad, por una industria en desarrollo encabezada por el Grupo Industrial Saltillo, estaba a punto de transformarse en una urbe con un crecimiento económico acelerado.

Nacía en el norte de México una metrópoli atractiva para las inversiones y para la inmigración de trabajadores provenientes del centro y sur del país, cuyo contorno industrial y próspero se volvería cada vez más común. Sin olvidar, por supuesto, los problemas de tráfico, periurbanización, carencia de vivienda y contaminación que acompañan regularmente a este fenómeno.

En otras palabras, Saltillo y Ramos Arizpe se preparaban para ingresar a la dinámica económica de las ciudades competitivas.

Ésta es, sin duda, después de los problemas de periurbanización y marginación de los que hablamos en la pasada colaboración, la segunda premisa que las futuras autoridades municipales, encabezadas por los `Chemas´, José María Fraustro Siller y José María Morales, en Saltillo y Ramos Arizpe, respectivamente, deberán tener en cuenta al momento de formalizar su plan y programas de Gobierno.

Aunque, dicho sea de paso, al alcalde saliente, Manolo Jiménez Salinas, deja a su sucesor una vara muy alta. La capital de Coahuila cierra 2021 como la ciudad más competitiva del país, de entre las urbes de 500 mil y un millón de habitantes, según el estudio Índice de Competitividad Urbana 2021, publicado hace algunos días por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

La aceptación pública de la competitividad y su promesa de atraer inversiones, incentivar el crecimiento, promover el empleo y aumentar los ingresos de la población, es cada vez más notoria entre los funcionarios, académicos y empresarios, sin embargo, la realidad es que el concepto no significa gran cosa para el ciudadano medio.

Para los “enterados”, la competitividad está ligada a la capacidad de una ciudad o región para atraer y hacer crecer las empresas y los negocios. No obstante, si desmenuzamos los factores subyacentes que hacen de la capital de Coahuila una ciudad competitiva, destacando, según el IMCO, una baja incidencia delictiva, servicios públicos municipales suficientes y de calidad, mercado laboral eficiente, formal, diversificado y bien remunerado, entre otros indicadores, también podríamos hilar el concepto con la calidad de vida y con la creación de mejores oportunidades de empleo y desarrollo para las familias que habitan en el corredor industrial Saltillo-Ramos Arizpe.

Así que es menester de la nuevas administraciones municipales mantenerse familiarizadas y actualizadas sobre los factores que contribuyen a elevar la competitividad de este polo de desarrollo, aun cuando los centros urbanos con crecimiento económico acelerado sean propicios para la inmigración y aglomeración periurbana, en ocasiones desordenada y causante de la marginación.

Es por ello que, además de promover un clima propicio para los negocios, los gobiernos de los `Chemas´ deberán implementar programas que hagan frente a la contaminación ambiental y la desigualdad social, garanticen la baja incidencia delictiva  y mejoren considerablemente la gestión del tráfico y la movilidad.

La recomendación en clara y sencilla: no se trata de transformar, simplemente habrá que seguir haciendo aquello que mantiene a Saltillo y Ramos Arizpe en la cima de la competitividad urbana, pero en esta nueva oportunidad hacerlo todavía mejor.

 

olveraruben@hotmail.com

 

 

 

 

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El Heraldo de Saltillo
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