“Que todos hablen de mi”, la estrategia del PRI
Sin el apoyo popular de antaño y luego de la hecatombe electoral que significó perder ocho gubernaturas el 6 de junio, el oficio político del PRI es quizás el último aliento que le queda para retornar a la competencia por los votos.
Se avecinan elecciones en los estados que aún gobierna, Hidalgo y Oaxaca en 2022, y Coahuila y Estado de México en 2023, por lo que previendo los resultados adversos que vaticinan el triunfo de Morena en al menos tres de las cuatro entidades, no debería sorprendernos que de nueva cuenta los dirigentes del PRI practiquen el equilibrismo. En esta ocasión, caminando sobre una delgada cuerda tendida en relación con la reforma energética propuesta por AMLO.
La estrategia del PRI no tiene como su principal propósito influir en las expectativas o comportamientos del resto de los jugadores, en este caso Morena, para obligarlo a modificar la iniciativa presidencial hacia un tono menos estatista, bajo la amenaza de que, si no abren la discusión, no los acompañarían en su aprobación.
Es decir, la indefinición legislativa, ambigüedad discursiva e incluso los diferendos al interior del propio partido respecto a brindar o negar el apoyo a la iniciativa de AMLO, encierran una intención perfectamente armada por su dirigencia y, hasta el momento, correctamente ejecutada para colocar al PRI “en la boca de todos”.
Versión que, a finales de octubre, dejó entrever el dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, al afirmar que la posición indeterminada del partido ha provocado que “Hoy todos hablan de nosotros”.
Creo, por lo tanto, que la intención del PRI es reencontrarse con los reflectores. Lo cual, como dije, no debería sorprender a los electores o inquietar a los analistas políticos. En tiempos de competencia electoral, los partidos hacen lo conducente para maximizar votos.
Si una mayor visibilidad al colocarse al centro del debate político de la reforma energética, como ya lo hicieron en las discusiones para la aprobación del presupuesto del próximo año, ofrece al PRI la posibilidad de crecer en las preferencias electorales de los estados en los que próximamente se celebrarán elecciones, entonces el escenario ideal para el otrora partido invencible es alargar la discusión hasta donde sea posible, preferentemente en agosto de 2022, posterior la renovación de las seis gubernaturas.
Por ello, a pesar de los argumentos expuestos por la mayoría de los analistas respecto a los riesgos económicos y sociales de aprobar la reforma, mismos que el PRI defendió al momento de impulsar la reforma energética de Enrique Peña Nieto en 2013, el tricolor no se ha manifestado en contra, manteniéndose firme para participar en los debates y discusiones del próximo año.
Simple lógica política. Al momento que la dirigencia nacional se decante por cualquiera de las opciones, ya sea acompañar o negar el apoyo a la reforma, el PRI se perdería entre los discursos anti AMLO del bloque opositor; bajaría del volantín, renunciando a seguir siendo el centro de atención.
Al final del día, considero que el Revolucionario Institucional mantendrá la distancia de la reforma en los términos que la presentó el presidente, por lo que votará junto con el bloque, sobre todo porque en la lógica electoral, Alejandro Moreno también necesita de las alianzas para aspirar a retener cuando menos el estado de Hidalgo, siendo que Oaxaca prácticamente se perfila para brincar a las manos de Morena.
Incluso, han surgido versiones que anticipan que con su equilibrismo el PRI podría estar disparándose en el pie, ya que, argumentan los analistas políticos, los votos que rescató en las pasadas elecciones tienen un sello opositor y un mandato para contrarrestar las posiciones extremas de AMLO y la 4T. Por lo que, acompañar la reforma energética o mantener una posición ambigua frente a ella, ofrece un limitado margen de maniobra para atraer un mayor número de votantes.
Luego entonces, el oficio político mostrado por el PRI respecto a la reforma energética ¿es un error o una estrategia de sobrevivencia?
Curiosamente, los sondeos electorales más recientes muestran que las preferencias a favor del PRI han crecido en Hidalgo, Durango, Quintana Roo e incluso en Oaxaca.
Si el votante de estas entidades simpatiza con el protagonismo del PRI en la discusión nacional, debemos aventurar que sus dirigentes y principales liderazgos mantengan la estrategia del equilibrista por una cuestión de supervivencia política.
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