Pues resulta que el Financial Times publicó recientemente una tabla comparativa de popularidad entre varios líderes mundiales, entre ellos están los primeros mandatarios de la India, Alemania, Japón, Francia, Reino Unido, México, entre otros. Pero como en las encuestas, no todo lo que brilla es oro, aquí les van cinco puntos para que no les den gato por liebre.
Número uno, muestra. Hay que saber a quién le preguntó el encuestador para obtener esos datos. Esta encuesta se realizó por medios digitales, lo cual quiere decir que refleja mayormente la opinión de sectores más privilegiados o con mayor nivel educativo. En el caso de Alemania, esto tiende a no importar tanto porque el nivel desarrollo cubre a la mayoría de la población, pero en la India hay al menos 30% de analfabetismo o en el caso de México, 38.5% de su población vive por debajo de la línea de pobreza.
Dos, representatividad. Como no es posible preguntarle a toda la gente de un país hay que obtener una muestra pequeña, la cual debe ser representativa. Es decir, debe ser una maqueta de la composición poblacional general del país. Si la muestra no incluye la misma proporción de hombres y mujeres, edades y nivel socioeconómico, seguramente el margen de error es superior a lo que el encuestador afirmar tener.
Tres, peras con peras y manzanas con manzanas. La tabla del Financial Times compara la popularidad de los mandatarios, sin embargo, las percepciones se limitan a los ciudadanos de cada país sobre su gobernante. Es decir, no se puede inferir que el primer lugar en la tabla sea el mandatario más popular del mundo, sino el que cuenta con mayor aprobación en su país. Si quisiéramos saber cuál es el mandatario mejor percibido a nivel global, se le tendría que preguntar a la gente sobre los mandatarios de otros países.
Cuatro, imagen no es aprobación. Existen algunas encuestas en las que se confunde la imagen positiva o negativa con la valoración de su desempeño como gobernante. El típico “me cae bien, pero no me gusta cómo está gobernando”. Ahí la afinidad ideológica juega un papel fundamental.
Y cinco, temporalidad comparativa. Cada gobernante de la tabla está en una etapa diferente de su mandato. Algunos están en la luna de miel donde la aprobación es más alta, y algunos en el ocaso donde es más baja por el desgaste de los años en el poder. ¿Qué tiene más mérito? ¿Unos niveles de aprobación regulares al final de un mandato o una buena calificación al inicio de la gestión?
Que no le digan, que no le cuenten. Sí, los números son fríos, pero a veces pueden ser engañosos. De ahora en adelante, a verlos con recelo.
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael
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