UNA COLORADA

 

LILIA CISNEROS LUJÁN

Un puma suelto

(El pasado sábado, fue día del médico. Mi reconocimiento a los muy decentes que he conocido y sobre todo mi recuerdo a los que por malas decisiones del sector se nos adelantaron en el camino que todo hemos de recorrer)


Me solidarizo con la metáfora de un colega que recuerda la amenaza del más alto poder de opinión del país advirtiendo de los riesgos de “soltar el tigre” aunque advirtiendo las consecuencias de contraponer a un felino más audaz como sería el ofendido puma. Una de las ventajas de la UNAM –solo una- es la pluralidad. Ahí ingresan pobres o ricos, muy inteligentes a la par de mediocres macheteros; individuos idóneos al valorar el orden, la autoridad, las ventajas del estudio y la investigación, así como genios superdotados o frustrados incapaces de resolver de manera suficiente sus propias limitaciones; hombres, mujeres o cualquier otra combinación –histórica o de moda- y hasta holgazanes que por diversas situaciones se convierten en expertos de la manipulación e incluso del ejercicio de la audacia para lograr ventajas aun por encima de sus propias limitaciones. ¿Tienen idea los aplaudidores[1] de un intento de intervención en una UNAM autónoma, de la historia de esta institución de educación pública? Quienes se pronuncian en contra será ¿porque en realidad jamás alcanzaron el nivel mínimo ya no digamos para ser exitosos, ni siquiera para considerarse medianamente capaces?

No es la primera vez que la UNAM se ve constreñida a contener la mala acción de gentes, cuya emotividad no creció a la par de su desarrollo académico o profesional. A quienes de verdad agradecen a la UNAM lo que son, les recomiendo estudiar e investigar no sólo la narrativa sino aun los actuales logros por igual de investigadores con muchos años de experiencia que de jóvenes recién egresados o en proceso de formación, cuyos éxitos deberían de promoverse en lugar de iniciar un enfrentamiento similar al de las pandillas de barrio de los años 60, cuyo intento –en 1964-66 y 68- de remover alguien con méritos que incomodaba al entonces poderoso en turno, solo por el imperdonable pecado de ser destacado en su ámbito -lo cual le daba el derecho a la reelección- se parece a otra acción imperdonable para quienes ven los puestos como paga de una factura política prometida.

El presidente de esa época, logró deponer al rector; aunque el doctor Ignacio Chávez sigue siendo hasta hoy un médico cardiólogo ejemplo de muchos que por cierto en esta pandemia han entregado incluso su vida, por atender a una población enferma y víctima de malas decisiones en el ámbito de la salud. A final del sexenio, Díaz Ordaz no consiguió colocar a su pretendido rector, pasó a la historia como un mal presidente -aun con los logros que tuvo- y dejó en la UNAM, la semilla del desorden que ha costado décadas recomponer. ¿Le tocó dar clases en medio de puestos de tacos en las escaleras de las facultades? ¿Ubica cuales de esos “guerrilleros” -a los que finalmente se les conocía como porros- han hecho de las ventajas de las diputaciones plurinominales su modus vivendi en los últimos 40 años? ¿Permitirán egresados, recientes y antiguos, que esta historia se repita en la máxima casa de estudios de México?

La inoportuna y desinformada declaración en contra de la UNAM, revirtió en el país entero, por unos cuantos días la prudencia y el silencio que solo dan lugar a la reflexión individual acerca de las consecuencias del deseo de imponer el registro de ingresos –RFC- a sujetos que en la mayoría de los casos aún están en fase de estudios y si acaso reciben apoyo financiero de sus padres o alguna beca obtenida por concurso de habilidades.

También parece haberse borrado el gran temor derivado de la tormenta de noticias que dan cuenta de los muertos, fosas clandestinas, luchas entre grupos criminales, robos –en casa habitación, pequeñas empresas, vía pública, restaurantes y trasporte concesionado- y por unos cuantos días las preguntas más profundas se refieren a ¿cuál es el interés para quitarle fondos a las universidades públicas? ¿quiénes serían -en caso de imponerse el autoritario deseo de meter a ciertos “cuates” en la rectoría- los designados y cuales sus capacidades para conducir a la UNAM? Pero lo más grave que muchos estamos considerando, ¿de qué tamaño sería el retroceso social, económico y a futuro de nuestra nación? Si como dicen algunos ingenuos, solo se trata de una cortina de humo para distraernos, el cuestionamiento obligado sobre todo de quienes acaban de acceder una responsabilidad oficial, es: ¿para que deje de presionar por la aplicación de fondos con los que debo trabajar este último trimestre? ¿Quién está moviendo a los antiguos colaboradores -la gente de los diversos grupos de consentidos de morenistas,- sobre todo en la ciudad de México, que muy poco han hecho para servir a la ciudadanía? En los estados ¿hay padrinos de las acciones de terror como para hacer pensar que fue una equivocación no haber optado por los consentidos del régimen?

Por lo pronto el tema de los pumas, es vigente y de extrema relevancia; jóvenes y no tan jóvenes se están pronunciado desde sus diversos ámbitos de actuación. No importa si recién ingresaste a una empresa, si estudias una especialidad en otra institución educativa, si eres jubilado, si con todo y tus años deseas seguir devolviéndolo al país lo que nos dio de bases al iniciar una carrera, si usas tu tiempo, talento y recursos en una ONG, es lícito y necesario que alces la voz para evitar el intento de destrucción de lo que con tanto esfuerzo México ha logrado.

[1] No cito comentarios inverosímiles, de personajes –incluso de la tercera edad- que, aun llenando el perfil de conservadores, fifís y habiendo cursado con relativo éxito sus ciclos de estudios denotan verdadera frustración por no haber pasado de burócratas –en el sector público o privado- sin haber podido cumplir sus “sueños”. Citarlos es abonar al clima de confrontación al que quieren someternos los mediocres.

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
El Heraldo de Saltillo